Convergencia al revés
La Unión Europea intenta convencer a los 10 países que se le unirán en 2004 de la conveniencia de mantenerse alejados durante algún tiempo de la Unión Monetaria. El euro es por ahora el mayor símbolo de integración de Europa y sus creadores temen que pierda credibilidad si se le suman unos países cuya renta per capita (en términos de paridad de poder adquisitivo) es sólo 39,3% de la media comunitaria. La respuesta a este temor, quizá legítimo, no deja de sembrar dudas sobre la voluntad de los socios comunitarios de integrar a los países de Europa Central y del Este. La Europa de dos velocidades que diseñó el Tratado de Niza estaba pensada para permitir avanzar más en la integración a los países que lo deseen, no para convencer a ninguno de que se aleje del eje comunitario. Aunque los esfuerzos de convergencia de los candidatos todavía no han dado el fruto deseado, la Unión debería alentarles a continuar el proceso, no a retrasarlo, dejándoles flotar en un limbo monetario por tiempo impredecible.
Los actuales miembros disfrazan su solicitud de paciencia con las ventajas que reportará una convergencia lenta. El fondo de la propuesta, sin embargo, trasluce un flagrante egoísmo y obvia el hecho de que algunos nuevos miembros podrían estar preparados pronto para incorporarse al euro. Pedirles que retrasen su incorporación parece ocultar también la voluntad de dar a Dinamarca, Suecia y Reino Unido algo más de tiempo para que resuelvan con sus electorados la adhesión a la unión monetaria.
Se trata de la enésima medida preventiva que se propone contra ellos. Además de los largos períodos de transición para beneficiarse de la libertad de movimiento de trabajadores (hasta siete años), se les han impuesto cláusulas de salvaguarda de tres años para que los actuales socios puedan congelar el proceso de integración si se produce cualquier imprevisto. El presupuesto para la ampliación ha recibido tantos tajos que ha sido preciso introducir una corrección para evitar que algunos de los candidatos se conviertan en contribuyentes netos antes de ingresar. Ahora se les pide que se mantengan alejados de la moneda única para que los mercados no castiguen su adhesión.
El 1 de mayo de 2004 la UE vivirá la mayor ampliación de su historia. El ingreso de los nuevos países (75,2 millones de habitantes en total) aumentará un 28% la población de la Unión, pero su PIB total sólo supone el 5% del total comunitario. Para los países candidatos, la adhesión supone el premio a 15 años de drásticas reformas sociales y económicas en las que han perdido el 45% de su riqueza. Para los países miembros supone la reconciliación con la otra Europa, aquella que sirvió de moneda de cambio entre los aliados y la URSS tras la Segunda Guerra Mundial. A medida que se aproxima el histórico momento, sin embargo, resulta patente que en la UE de 25 habrá dos categorías de socios y que las diferencias entre veteranos y neófitos tardarán demasiados años en disiparse.