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Tribuna
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El protagonismo económico estadounidense

Cualquiera que lea el título anterior inmediatamente pensará en el peso político de Estados Unidos. Incluso es posible que algunos lo identifiquen con la generalización mundial de su estilo de vida. No es nuestra intención. El objetivo de este artículo es centrarnos en la importancia de la economía y los mercados financieros de Estados Unidos en el mundo. ¿Alguien lo duda? Lean, lean.

'Las Bolsas norteamericanas son la principal referencia para las Bolsas mundiales'. Nadie puede dudar de esta afirmación. El mejor ejemplo lo tenemos en su comportamiento diario, con las Bolsas europeas y asiáticas huérfanas de dirección hasta que abre el mercado norteamericano.

¿Es por un problema de liquidez? Quizá. También debemos considerar la importancia de la economía norteamericana a nivel mundial. Y las Bolsas son (deberían ser) un reflejo de la marcha económica. Pero sin duda no nos podemos olvidar de la internacionalización del sector empresarial norteamericano, en un mundo cada vez más abierto.

Estados Unidos es en la actualidad el principal país receptor de los flujos de inversión de los mercados internacionales La mayor apertura comercial de la zona euro es un triste consuelo cuando su tasa de desempleo es tres puntos mayor que la de EE UU

Por último, la globalización de los mercados financieros, con una información cada vez más factible y amplia, facilita el cambio en las posiciones de cartera de los inversores internacionales.

Aunque no parece muy apropiado utilizar esta palabra para referirse a las Bolsas, el arbitraje entre las diferentes Bolsas mundiales se ha acentuado en los últimos 20 años. Y no nos olvidemos, con las Bolsas norteamericanas marcando la pauta.

¿Y qué me dicen de los mercados de deuda? La mayor liquidez y profundidad siguen primando a los mercados de renta fija norteamericanos, deuda pública y privada. Con relación a esta última, sólo debemos recordar que la inversión en renta fija privada ha sido en los últimos años el principal objetivo de la inversión internacional de cartera en el país. Y hoy por hoy Estados Unidos es el principal receptor de los flujos de inversión internacionales.

La evolución de los tipos de interés de largo plazo depende de varias referencias: el nivel y las expectativas para los tipos oficiales, la evolución de los déficit públicos, las previsiones para el tipo de cambio.

Pero esto es la teoría. En los últimos años hemos visto cómo las rentabilidades de la deuda evolucionaban en función del comportamiento de la Bolsa.

La deuda ha sido el activo refugio para el dinero procedente de la Bolsa. O de los inversores que aplazaban su decisión final sobre dónde colocar su dinero hasta que desaparecieran las incertidumbres. En la mayoría de los casos, incertidumbres que tenían su origen en Estados Unidos. Curiosamente, todo esto ha beneficiado más a la deuda en dólares que al resto: sus tipos de interés han bajado más y el volumen negociado relativo también ha sido mayor.

No podemos olvidarnos del dólar. En los últimos años la moneda norteamericana ha sido el gran referente en los mercados de divisas. Su apreciación entre 1999 y 2001 tuvo diferentes argumentaciones entre los economistas: mayor crecimiento relativo de la economía norteamericana, mayores tipos de interés y también una mayor confianza en sus autoridades económicas.

A pesar de su depreciación desde mediados del año pasado, ninguna otra moneda ha tomado el testigo de liderar al resto. Así por ejemplo, los traders no aluden tanto a que el euro o el yen se han apreciado como a que el dólar se ha depreciado.

Puede ser la costumbre al hablar. Pero el caso es que una buena parte del mercado sigue identificando el dólar con el mercado de divisas, con monedas como el euro o el yen simplemente como sus contrapartidas.

En el caso concreto del euro, y a pesar de los intentos de las autoridades europeas para que aumente su papel de moneda refugio, los inversores no las tienen todas consigo. Y es que la evolución de la moneda de un país es la contrapartida de sus mercados financieros, por un lado, y de la economía real, por otro. Sobre los primeros ya hemos hablado.

La economía de Estados Unidos es mayor que la de la zona EMU, de la unión monetaria europea (9,8 billones de dólares contra 7,4 billones de dólares, con datos de 2000). Pero esta diferencia se reducirá en los próximos años con la incorporación de nuevos países al proyecto europeo.

La población norteamericana es menor, lo que ya nos da una idea de su mayor productividad (su crecimiento también es mayor). Con un peso similar del gasto de inversión en su PIB, su crecimiento -de la inversión- en Estados Unidos ha sido cuatro veces superior al de la zona EMU.

De hecho, el crecimiento económico potencial en Europa se estima en niveles del 2%-2,5 % frente a más del 4% en el caso de la economía norteamericana.

En defensa de la economía de la zona EMU, ésta mantiene un mayor comercio exterior. En concreto, superior en un 52% al de Estados Unidos. Triste consuelo su mayor apertura comercial, cuando la tasa de desempleo en la zona EMU está tres puntos por encima de la norteamericana.

Las autoridades europeas tienen mucho que hacer para aumentar la flexibilidad de la economía, para aumentar su potencial de crecimiento. ¡Y aquí estamos discutiendo sobre algo que ya se consideraba superado, como es la necesidad de lograr la convergencia fiscal!

Esto nos permite concretar otro punto débil frente a Estados Unidos: la mayor confianza en su política económica, también en la forma de gestionarla. Tanto en la zona EMU como en Japón.

La rigidez del Banco Central Europeo ha sido ampliamente criticada, aunque poco margen tiene para hacerlo de otra forma la autoridad monetaria europea desde una perspectiva legal.

Mientras, los inversores echan en falta una mayor cohesión a nivel político en Europa. Y en el caso de Japón, ¿qué podemos decir? Lo más reciente es que su Gobierno ha aplazado por tercera vez la comunicación de las medidas para luchar contra la deflación. Y, lo que es peor para los mercados, para sanear la elevada morosidad de la banca japonesa.

Después de todo lo anterior, ¿a que sienten un mayor interés por los activos en dólares? Pues eso.

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