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Columna
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Alter ¿qué?

Aunque parezca mentira y por primera vez en la historia de España el Gobierno está haciendo y siguiendo una política económica que merezca tal nombre. Hasta ahora y en esta materia se hacía o lo que se podía, básicamente restringiendo importaciones, o se trataba simplemente de políticas de financiación del gasto público.

El Gobierno no es original ni perfecto, ni en cuanto a lo que hace ni desde que lo hace. La política de equilibrio no se le ha ocurrido al Gobierno, su desarrollo es viejo y tiene su plasmación más reciente en el consenso de Washington.

Tampoco fue el primero que empezó a hacerlo, fue en tiempos de Pedro Solbes cuando se inició, si bien con más que timidez, a hacerse. Tampoco es el único que sostiene la bondad de la estabilidad, hasta ahora compartida por casi todos los partidos políticos del espectro. Por supuesto que tampoco es perfecta y está sujeta también a la coyuntura. Queda mucho por hacer en materia de competencia, acomodación del tamaño del Estado a las necesidades y posibilidades de la sociedad y reformas estructurales.

Pero sorprendentemente en esta última semana nos hemos topado con una supuesta alternativa a la política que se viene siguiendo. Por un lado Zapatero dice que hay que gastar mejor, que hay que democratizar la economía, y estoy de acuerdo. ¿Quién no? Luego añade y plantea un ligero déficit presupuestario. ¿Para qué? Creo que ni él lo sabe. Tal vez sea la moda al uso dentro de las filas de la socialdemocracia.

Me temo que el caso español no tiene que ver nada con el alemán. De donde llegamos a que el planteamiento que sostiene la oposición pasa a ser una verdadera insensatez y que se contradice con la llamada política del buen gasto. Por otro lado, ha aparecido un llamado manifiesto sobre otra política económica que se dice firmado por más de 180 llamados, no sé si a sí mismos, expertos.

Ya de entrada hablar de política económica por medio de un manifiesto me parece malo, y luego entrando en su contenido y en su forma de expresión deja a uno atonito (sin acento en la o).

Dicen que existe alternativa a la política de déficit cero, consistente en cambios en el gasto público, hay que 'abordar un cambio en la composición del gasto público en aras de la eficiencia y de la calidad', realmente no atisbo a relacionar una cosa con la otra y menos todavía qué tiene que ver el cambio en el gasto con la eficacia.

Siempre había creído que eficiencia era gastar menos y mejor, ahora significa cambiar. ¡Vivir para ver! Bueno, nunca es tarde para aprender. Cuando estos expertísimos se refieren a la política fiscal aseveran con sabiduría propia de un premio Nobel que debe garantizar el nivel de ingresos suficiente para las políticas proyectadas.

O sea que no habrá déficit, o sea que sí al equilibrio ¿Pero no se titulaba otra política? También quieren simplificar las dificultades para cumplir las obligaciones fiscales. ¡Qué sesudos! Luego continúa con la consabida retahíla de más gasto social, más en tecnología, y al mismo tiempo se critica al Gobierno de subir los impuestos cuando dice que los baja, es patente que unos tributos han bajado, y mucho (la Renta), y es verdad que otros han subido, tasas y los impuestos especiales.

No dice, claro, si el mayor gasto se financiará con más fisco o con este nuevo invento del gasto mejor, que parece propio de la alquimia al transmutar la calidad en cantidad. ¡Qué maravilla! Y, evidentemente, también se refiere a la contención de la inflación, posiblemente mediante el gasto añadido de Zapatero del 1%, o puede que con la política del gasto bueno, o mejor todavía con la varita mágica de la creación de un Tribunal de la Competencia 'independiente'. Ya está solucionado. Las medidas propuestas son todas buenísimas, equilibrio presupuestario con déficit, menos impuestos, más gastos, eliminar la inflación. Luego hay una cosa que me parece realmente buena, que es incrementar la calidad de la educación con más gasto en educación, debe ser por eso del gasto bueno.

La política económica del Gobierno no es que sea precisamente perfecta, pero la supuesta alternativa me pone los pelos de punta.

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