Japón, Irak y Occidente
Hasta bien entrada la década de los años noventa, no tan lejanos, todavía se publicaban libros que versaban sobre cómo Japón estaba cuestionando la preeminencia económica de EE UU. Entre ellos, en 1993, uno de Lester Thurow, un prestigioso profesor del norteamericano Instituto Tecnológico de Massachusetts, quien, en su obra Head to head (Frente a frente), subtitulada como la próxima batalla económica entre Japón, Europa y América, hablaba de una reñida competencia entre los tres colosos económicos que apenas se sacaban, como el título del libro indica, una cabeza en la carrera por la supremacía.
Nueve años después, esa supremacía económica (por no decir política o militar) está bien clara y, a pesar de que EE UU acaba de pasar una recesión económica, y está inmerso en un periodo de estancamiento, continúa dejando atrás tanto a Europa como a Japón.
De hecho, Japón lleva 12 años sumido en el estancamiento más absoluto (curiosamente esa fase de estancamiento comenzó el mismo año que la crisis del Golfo, 1990). 12 años en los que el crecimiento económico se ha visto interrumpido varias veces por procesos recesivos que, aunque no de un enorme calado, sí que han disparado todas las alarmas posibles. La más importante de todas ellas ha vuelto a sonar hace sólo unos días: el Banco de Japón anunciaba que se disponía a comprar acciones de los bancos japoneses, de forma que su cotización en Bolsa no siguiera cayendo y así poder evitar una crisis de todo el sistema. Todo ello en medio de complicaciones políticas sin cuento que han impedido la adopción de las medidas adecuadas para atajar los problemas económicos. Japón ha pasado de tener un volumen de deuda pública neta que representaba el 22% del PIB hace tan sólo cinco años a tenerla en la actualidad casi fuera de control, en el 74% del PIB. Y la caída de su Bolsa, un 78%, es la mayor de las conocidas en un país industrializado desde la Gran Depresión.
Para Lester Thurow, los verdaderos costes económicos de la invasión de Irak comenzarán cuando se haya disparado la última bala
Entre tanto, en la Unión Europea el magro crecimiento económico y la incapacidad de adoptar políticas comunes en muchos terrenos está viéndose agravada por la negativa del Banco Central a reducir los tipos de interés.
Durante los últimos años, en España suscitaron interés los fondos de inversión en renta variable japonesa (en este momento, el patrimonio de esos fondos asciende a 440 millones de euros, para los fondos domiciliados en España). En promedio han acumulado pérdidas del 47% durante los últimos tres años. Podría decirse que es una experiencia pareja a la que también tuvieron algunas empresas españolas en el terreno del endeudamiento: a mediados de los años noventa, y atraídas por los bajos tipos de interés de la moneda japonesa, se endeudaron en yenes para, posteriormente, y tras una fuerte revalorización del yen, ver encarecido el coste de esa financiación hasta extremos ruinosos. Una inversión en renta variable en EE UU o en la eurozona, siempre a través de fondos domiciliados en España, habría dado como resultado pérdidas respectivas del 43% para la primera y del 40% para la segunda.
En el último artículo publicado por Lester Thurow, titulado Los costes de invadir Irak, se muestra optimista sobre el desarrollo de la guerra y la facilidad con que EE UU puede conseguir la caída del régimen de Sadam Husein, pero no sobre el futuro posterior. Para él los verdaderos costes económicos comenzarán cuando se haya disparado la última bala.