¿Extremeños al tren?
Hace más de un año (véase Cinco Días del 6 de febrero de 2001) se publicaba un artículo titulado ¡Extremeños, al tren! que ha resultado ser anticipatorio sobre la falta de acuerdo en torno al trazado del AVE Madrid-Portugal en la cumbre de los Gobiernos peninsulares celebrada en Valencia.
Se decía allí que ese desarrollo ferroviario a través de Badajoz dejaría el eje norte-sur perfectamente invalidado para comunicarse, razonable y rentablemente, con el resto de la Península y, además, que era Portugal y sólo Portugal quien marcaría el cómo y el dónde se llevaría a cabo la conexión con la línea española. De modo que sólo si nosotros optábamos por llevar allí nuestro chicote coincidiríamos. Plantearse las cosas de otra manera, como se ha intentado, sólo indica falta de realismo o desconocimiento.
A los extremeños nos ha faltado el mínimo de realismo exigible, empezando por plantear la situación como si se tratara del trazado del AVE Madrid-Lisboa, cuando se trata del AVE Madrid-Portugal. El riesgo que se corre, de mantener ese empecinamiento, es muy grave.
Es definitivo aceptar cuanto antes la propuesta portuguesa del trazado del AVE desde Castelo Branco a Plasencia, porque es la más racional
Imagínense ustedes que el Gobierno del Estado español estuviese en contra de que el AVE Madrid-Portugal pasase por Extremadura. Si así fuera, lo que debería hacer para alcanzar su objetivo sería apoyar con firmeza y resolución las tesis de la Junta extremeña en el sentido de que la mejor y única solución para el trazado del tren es la que pasara por Mérida y Badajoz, y sostener esa posición de forma contundente y sin desmayo, para hacerla creíble.
Portugal no entendería muy bien cómo, desde esta parte, nos esforzábamos en defender lo indefendible y en justificar lo sinsentido con una propuesta disparatada y nos propondría un desarrollo juicioso añadiendo una alternativa justificativa, para que no se les pudiera achacar inflexibilidad. La insatisfacción de la parte española bloquearía la solución definitiva y así se habría alcanzado el primer objetivo.
Si el Gobierno del Estado quisiera atornillar ese bloqueo, haría además algunas manifestaciones de apoyo incondicional a la preferencia extremeña, aunque bastaría a esos efectos que fuera la propia Junta Regional la que se manifestara. Llegados aquí se impondría analizar qué maquiavélicos intereses pudieran estar detrás de estos apoyos incondicionales de los que resultaría el bloqueo de la decisión que debería cristalizar en un trazado por Extremadura y el estudio de si se estaría encubriendo la voluntad de promover un trazado alternativo.
Volvamos ahora a la cumbre hispano-portuguesa de Valencia donde se han podido constatar avances sustanciales para acuerdos sobre el denominado eje atlántico, es decir, sobre la línea de Alta Velocidad que unirá en un futuro A Coruña con Lisboa.
Es decir, que mientras una se bloquea la otra avanza. Comprobemos además que, en la medida en que este eje atlántico se consolide y en que las decisiones políticas correspondientes vayan prosperando, el centro de gravedad de las comunicaciones en alta velocidad se irá desplazando al norte, de manera que la conexión Portugal-Madrid dejará de tener sentido por Extremadura (no digamos por Badajoz, por donde nunca lo tuvo).
Analicemos ahora las tres fuerzas que trabajan contra los intereses extremeños:
Primero, las presiones del norte portugués como zona más industrializada del país y con mayor capacidad y necesidad de relacionarse con el noroeste y centro de España.
Segundo, la capacidad de penetración e influencia que ejerce Galicia sobre esta zona, única real y apreciable a lo largo de la raya con el vecino país, que configura la creación de un espacio socio-económico de intereses compartidos y crecientes.
En tercer lugar, la dificultad de llevar a cabo una conexión en alta velocidad entre las principales ciudades gallegas y Madrid, que no pase por Oporto y Salamanca.
Observen que, si el Gobierno de Portugal también lo viera así, estaría muy contento con la situación de aplazamiento y bloqueo de la solución extremeña, mientras fuera progresando el trazado que le interesa de forma prioritaria, es decir, el del eje atlántico. De esta forma a la vuelta de cuatro o cinco años, cuando las decisiones políticas se hubieran consolidado, la conexión hispano-portuguesa del AVE sólo sería la que elimina los intereses de los extremeños.
¿Qué hacer? Lo primero es olvidarse del AVE Madrid-Portugal por Badajoz y hacerlo de forma clara explícita y contundente, ya que esto sólo sirve para justificar el aplazamiento y el desvío futuro de la decisión.
Lo segundo, desechar la solución propuesta por Portugal para el trazado Castelo Branco-Cáceres, pues no aporta soluciones al problema extremeño de comunicaciones con Madrid en alta velocidad, además de que exige dos cruces de los embalses del Tajo, origina un nuevo escenario de discusiones y aplazamientos subsiguientes y condena la vertebración regional de las cuatro ciudades más importantes.
Lo tercero y definitivo es aceptar cuanto antes la propuesta principal portuguesa para el trazado Castelo Branco-Plasencia porque es la más corta, directa y racional, porque puede satisfacer a las dos partes sin que aparezcan rechazos.
Sólo así se evitarían todos los futuribles amenazadores expuestos anteriormente y se lograría el objetivo de vertebrar las comunicaciones regionales a través de las soluciones ya integradas en el vigente Plan de Infraestructuras 2000-2007. ¿Extremeños al tren?