Falta de perspectivas, control de daños
Nieves García-Santos asegura que, en la coyuntura actual, no hay analistas que se atrevan a expresar claramente buenos augurios sobre las economías o sobre las empresas, y que eso provoca desánimo en los inversores
La extrema volatilidad que muestran los mercados estos días está provocada por el desánimo del inversor que observa que ya no hay analistas que se atrevan a expresar claramente buenos augurios ni sobre las economías ni sobre las empresas.
Se valoran muy negativamente, y se penalizan, los descubrimientos de casos de contabilidad dudosa en empresas, de compensaciones exageradas a directivos, de cambios drásticos en las estrategias empresariales o en decisiones de la estructura financiera de las empresas o, incluso, el hecho de que no haya uniformidad en las predicciones sobre el crecimiento de las principales economías desarrolladas.
En este punto se puede traer a colación una de las aportaciones del nuevo premio Nobel de Economía, Daniel Kahneman, que ha contribuido a explicar la irracionalidad de las decisiones humanas. En uno de sus artículos más recientes (Juicios predeciblemente incoherentes, publicado en la Universidad de Chicago en 2001, Olin working paper, nº 131), se señala que, cuando la gente realiza juicios de forma aislada, se llega a resultados que las mismas personas rechazarían si hubieran podido ver un panorama más completo.
La explicación se encuentra en que el pensamiento humano funciona apoyándose en categorías, lo que lleva a la gente a comparar las situaciones que está enjuiciando con otras que consideran parecidas, especialmente en cuanto a los daños que provocan. Y, como algún autor ha señalado, el pánico a la pérdida condiciona más las decisiones humanas que las ganancias potenciales.
Esta evidencia puede explicar la reacción drástica actual de los inversores ante situaciones que indiquen fraude, engaño, malas prácticas o diferencias de criterios. Dichas situaciones no son lo mismo, aunque la falta de perspectiva actual explica que provoquen las mismas reacciones.
La falta de perspectiva actual se refiere tanto a las previsiones macroeconómicas como a la forma de encarrilar las cuestiones de gobierno corporativo.
En primer lugar, ni los analistas ni las autoridades económicas resultan muy convincentes sobre la recuperación económica.
Respecto a las vías de mejoría del gobierno corporativo, a pesar del efecto mediático positivo de las iniciativas legales norteamericanas, no está claro ni la concreción de las medidas propuestas ni la efectividad de su aplicación, como recogen diversos artículos del The Economist del pasado viernes 11 de octubre.
Sin embargo, el camino emprendido de buscar vías de control del gobierno empresarial es correcto, no sólo por el predominio de las decisiones de inversión privadas en la riqueza de los países ante la ausencia de estímulos públicos, sino además por las implicaciones para el riesgo sistémico.
Es destacable el énfasis de distintos organismos (Banco de Pagos de Basilea, Fondo Monetario Internacional, Foro para la Estabilidad financiera, etcétera) en el control del riesgo. Por ejemplo, Alan Greenspan, en un discurso pronunciado la semana pasada ante la Asociación de Banqueros Americanos, afirmó que en la situación actual es clave la salud del sector bancario gracias a su diversificación de su exposición al riesgo y a la acumulación de capital y reservas con que se ha entrado en la actual fase de debilidad.
La otra cara de la moneda se encuentra precisamente en el sector empresarial, que refleja las consecuencias de una excesiva concentración de sus estrategias en sectores de nueva economía, financiándolas a coste elevado, bajo supuestos que no se han cumplido y que les han provocado agujeros significativos en sus resultados. Las empresas no realizaron una correcta evaluación del riesgo de los nuevos negocios y su materialización en esta fase del ciclo a la baja se está llevando por delante numerosas firmas, grandes y pequeñas.
La mayor apelación a los mercados de capitales contribuye a explicar la relativa asintonía entre la mala salud corporativa y la buena bancaria. Pero, además, se pone de manifiesto la traslación del riesgo crediticio a las empresas y a los inversores.
Dada la capacidad de apalancamiento financiero de las empresas y dada la importancia de la riqueza financiera en las decisiones de consumo, existe un potencial de riesgo sistémico en los mercados de capitales que exige que se aborden de forma global las cuestiones de gobierno societario y de la disciplina de mercado basada en la información financiera.
La homogeneización internacional de criterios de regulación bancaria ha llevado dos décadas de trabajo del Comité de Supervisión Bancaria de Basilea. Ahora hace falta mayor rapidez en la homogeneización de criterios de regulación o supervisión de la responsabilidad corporativa.