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El pulso exterior
Tribuna
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El falso debate de los FAD

Un año más, coincidiendo con el debate presupuestario, determinados círculos empresariales vuelven a resucitar el sempiterno debate sobre los créditos del Fondo de Ayuda al Desarrollo, los populares FAD. Y, como es habitual, lo hacen con la casi exclusiva pretensión de que se aumenten las dotaciones económicas, olvidando que este instrumento de apoyo a la internacionalización ha visto incrementada su dotación real en 149 millones de euros durante los últimos dos años y que, por otra parte, en la mayoría de los casos el exceso de recursos no garantiza mayores dosis de eficacia, especialmente en instrumentos como éste, caracterizados por su excesiva concentración en un grupo muy reducido de empresas y en los que el papel protagonista del Estado exige las máximas garantías y transparencia para no comprometer la política de internacionalización en su conjunto.

Con estas premisas, y superando las limitaciones que impuso la Ley de Cooperación -por cierto, ¿dónde estaban entonces estos lobbies?-, el Ministerio de Economía ha tenido siempre muy claro que, pese a su confusa denominación, el Fondo de Ayuda al Desarrollo es un instrumento clave para el apoyo a la exportación y las inversiones exteriores españolas. Y precisamente para optimizar su utilización en un contexto de crecientes restricciones internacionales, el nuevo Plan de Internacionalización incluía entre las prioridades básicos del FAD el aumento de la participación en las instituciones financieras internacionales (IFIS).

Objetivo este que se convierte ahora en el otro gran foco de las críticas de los mismos grupos de presión, aduciendo que dichas aportaciones a las IFIS suponen una merma de las ayudas al sector exportador. Un argumento cuando menos equívoco, y en todo caso maniqueo, al considerar que sólo las ayudas directas a la empresa son útiles y provechosas, olvidando que las IFIS son una importantísima fuente de recursos financieros y proyectos de inversión en las economías emergentes, en los que la presencia de las empresas españolas es limitada y con mínimas tasas de retorno.

Se podrá diferir de la estrategia y de los ritmos adoptados, es probable que previamente a esta inclinación hacia las IFIS habría que haber aumentado la presencia de funcionarios españoles en los puestos de decisión de tales organismos, mejorar la información sobre proyectos y licitaciones y, sobre todo, formar a las empresas en el conocimiento de estas instituciones y de los métodos y trámites para optar a los contratos. Sin embargo, cuestionar la idoneidad de la apuesta por las IFIS supone una contradicción respecto a las demandas de diversificación de los mecanismos de apoyo a la internacionalización, además de un desconocimiento de las nuevas reglas de juego en una sociedad globalizada.

En las sociedades democráticas es lícito, y hasta necesario, el papel y la influencia de los lobbies, entendidos éstos en la acepción británica del término, pero este reconocimiento no les exime de aceptar y ser respetuosos con la obligación de los gobiernos en defensa del interés general, por encima de la particular cultura del fadero. Una defensa especialmente necesaria en un instrumento en el que la gestión de los recursos públicos no debe dejar resquicio a la más mínima sospecha.

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