Cuestiones de apegos y desapegos
Desde mediados de la semana pasada los principales mercados del mundo se miran el ombligo y unos y otros desatienden lo que sucede alrededor. O en otros términos, el contagio es relativo y los impulsos nacen y mueren dentro de cada uno de los mercados. Se explica, así, la tendencia irregular, en términos cuantitativos, desarrollada en los últimos días.
La Bolsa alemana padece las convulsiones de la gran banca y de las aseguradoras, que son las que controlan ese mercado. Los rumores de dificultades financieras han colocado el índice Dax en el furgón de cola de las Bolsas del mundo, con un recorte acumulado desde enero en el entorno del 50%.
La Bolsa española sigue con su particular estrabismo, que no tiene cura en estos momentos. Un ojo vigilante de lo que sucede en Brasil, y otro, en el mercado propio. Allí, a la espera de la segunda vuelta de las elecciones, y aquí, encogida por lo que sucede en valores emblemáticos, que es el caso reciente de la eléctrica Unión Fenosa.
La Bolsa francesa, quizá por el chauvinismo secular, se mueve sin dirección propia y mantiene los niveles de volatilidad más altos. Ahora picotea en la tendencia alemana, ahora en la de Estados Unidos.
Wall Street parece que por una vez, y sin que sirva de precedente, se fija en los resultados empresariales. Son malos, sin paliativos, y resaltan la sobrevaloración excesiva de la mayor pare de las empresas que componen el S&P 500. Los mercados estadounidenses cotizan a la baja, ahora sí, sus propias dolencias.
Hace un mes, Wall Street puso contra las cuerdas al resto de los mercados del mundo de tal modo que éstos bajan el doble que aquélla. Desde hace una semana comienza a dibujarse una línea, aún discreta, de desapego, como si los grandes fondos intentaran alinear mercados. Las Bolsas europeas subirían y las de EE UU bajarían.