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Crónica de Manhattan
Tribuna
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La cartera del alcalde en orden

Michael Bloomberg tiró la casa por la ventana para ser alcalde de Nueva York e invirtió 55,6 millones de euros de su propio bolsillo en la campaña electoral que le llevó, desde las filas republicanas, a ocupar el puesto que dejaba Rudolph Giuliani.

Lo gastó por que lo tenía. Eso y mucho más porque Bloomberg, que no es republicano (pero no vio la manera de ganar las elecciones en las abultadas filas demócratas), es uno de los americanos que ha hecho suyo el sueño de muchos de sus compatriotas: sacar partido de las oportunidades y multiplicar ese mítico primer millón hasta perder la cuenta. Pero eso es un decir porque en su calidad de servidor público, los activos del alcalde están bajo lupa y ocho meses después de su toma de posesión el Consejo de Conflictos de Intereses de la alcaldía ha resuelto que Bloomberg tiene que deshacerse de activos para evitar conflictos éticos y añadir más leña a un fuego ya bastante animado por los ruidosos vecinos de la alcaldía, Wall Street.

Cuando el alcalde era aún candidato, sus asistentes más cercanos aseguraron que había desinvertido todo su dinero en Bolsa sin embargo no pudieron decir si se estaba haciendo con una nueva cartera. Y es el caso. Por eso se le ha dado 90 días para que venda sus participaciones valoradas en 45 millones de dólares en 95 compañías y fondos de alto riesgo.

Según este consejo, el problema que se han encontrado con el alcalde, inusualmente rico, es que Bloomberg posee una ingente cantidad de acciones, de forma directa y que muchas de las empresas de su cartera, como es el caso de la compañía encargada de un tercio de las basuras de Nueva York, Waste Management, son contratistas de la alcaldía. Con el mercado tal y como está, es posible que el alcalde tenga que hacer frente a muchas minusvalías por no mencionar la alta factura fiscal de las posibles plusvalías ya que el alcalde no ha conservado el suficiente tiempo el patrimonio como para ser considerado como inversión a largo plazo. Pero para que Bloomberg no tenga que tener su dinero bajo el colchón (se le calcula una fortuna de 4.000 millones de dólares, mil menos que el déficit presupuestario de la ciudad), desde el Consejo se le ha permitido que invierta su dinero en fondos 'muy diversificados' gestionados por profesionales con los que no tenga ninguna relación como alcalde.

Pero ahí no se acaba todo. Tras ser elegido como alcalde, Bloomberg dejó su puesto de consejero delegado de la agencia de información financiera que lleva su nombre y fundó en 1981. Desvinculado del día a día, el primer edil, se reservó el derecho a tomar decisiones en cuestiones como la venta de la compañía, en la que el otro gran accionista es Merril Lynch, o la compra de un gran activo. Con tal motivo, el Consejo de Conflictos le ha pedido que no tome ninguna decisión referente a la televisión por cable (ya que su agencia tiene un canal), la selección de los bancos de inversión que trabajen para la emisión de bonos para la ciudad, para no favorecer a la entidad de la que es socio, y la gestión de los actuales bonos municipales.

En un momento en el que ser empresario y político es lo peor que le puede pasar a alguien en EE UU, Bloomberg quiere desmarcarse y no sólo ha dicho que venderá sino que además en un guiño populista, que hasta ahora no sabía hacer, ha dicho que invertirá parte de las plusvalías en caridad en la necesitada Nueva York.

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