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Opinión
Tribuna
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Las dos Españas y el desequilibrio

España ha experimentado profundos cambios demográfico-territoriales en esta ultima década. Estos cambios han afectado fundamentalmente a los dos espacios geográficos extremos, los grandes conglomerados urbanos y los pequeños municipios rurales, esto es, al ámbito de lo metropolitano y al ámbito de lo rural profundo.

En los primeros, son la pérdida de calidad de vida, el precio de la vivienda, la falta de suelo para edificar y el precio de éste, las políticas urbanísticas inadecuadas, el deterioro de los servicios, el cambio en los modos de vida y en las pautas de comportamiento socio-residencial, la aparición de grandes superficies comerciales y de ocio en las periferias urbanas, el desarrollo de las infraestructuras de transporte y la importancia del transporte individual… las que caben ser apuntadas como principales causas explicativas de estos cambios de la población en el territorio metropolitano.

De este cambio salen reforzadas demográficamente las periferias o anillos exteriores, a costa de los espacios centrales.

La España rural interior del cuadrante noroccidental, más envejecida y menos dinámica económicamente, acelera su declive demográfico

En el caso de los municipios rurales, la desvitalidad demográfica, el envejecimiento y la falta de servicios o los problemas de accesibilidad a los mismos, que redundan en una menor calidad de vida, actúan como factores explicativos de su declive demográfico.

Pues bien, la publicación a escala municipal de los datos de población correspondientes al censo de 2001, el primero del nuevo siglo, posibilita el análisis de los cambios y tendencias más recientes de la población en el territorio.

Si al análisis estadístico se suma el cartográfico, el balance (aunque sea de urgencia, como es el que se hace en este artículo) cobra mayor relieve, al permitirnos entrever patrones territoriales que quedarían ocultos tras la fría exposición numérica de los resultados.

Un importante problema metodológico es el de las unidades de análisis. En el presente artículo operamos con el municipio, hay en torno a 8.100 de estas unidades administrativas en España. Si la unidad de análisis hubiera sido la comunidad autónoma, o incluso la provincia, tan sólo podríamos sacar a la luz los trazos más gruesos; los matices espaciales, al fin y a la postre determinantes para interpretar los procesos geodemográficos más recientes, quedarían ocultos. De ahí la importancia que presenta la cartografía adjunta.

Pues bien, España ha experimentado entre 1981 y el 2001 un crecimiento demográfico que cabe ser calificado de moderado, la población de derecho es actualmente, según el censo de población de 2001, de 40.847.3721 habitantes.

Entre 1981 y 1991 ésta había crecido 1.125.382 habitantes, esto es, un 2,98 %, ascendiendo el crecimiento a 1.975.103 habitantes entre 1991 y 2001, un 5,8 %, siendo determinante el papel de la inmigración extranjera en este crecimiento. Sin embargo, desagregada espacialmente, la dinámica demográfica reciente entre unas y otras provincias españolas aparece muy contrastada. Así en la última década las provincias que han experimentado un mayor crecimiento han sido las del litoral mediterráneo y Guadalajara, que presentan tasas superiores al 10 %, en algunos casos incluso del 15%.

Por el contrario, las provincias que han experimentado las mayores caídas demográficas han sido las castellano-leonesas, las de la Galicia interior y la provincia aragonesa de Teruel, con pérdidas de población superiores al 5%.

A este conjunto de provincias rurales interiores, que se siguen despoblando, más por desvitalidad demográfica (envejecimiento, crecimiento natural negativo) que por emigración, se suman Asturias y Vizcaya, que profundizan su sangría demográfica respecto a la década anterior y que han perdido el 2,8 % de su población entre 1991 y el 2001, resultado tanto de un crecimiento vegetativo negativo, como, sobre todo, de unas altas tasas de emigración neta.

La España mediterránea demográficamente dinámica se opone, pues, a la España rural e interior (con las excepciones de Madrid, Toledo y Guadalajara), demográficamente regresiva.

La escala municipal permite un análisis mucho más ajustado y fiel a la realidad geográfica. Tal vez el fenómeno más destacado que nos permite entrever es el de los efectos inducidos por la urbanización.

En la España interior (Castilla y León, Aragón, Extremadura) los únicos espacios dinámicos son los que corresponden a los municipios capitales provinciales, y sus inmediatas áreas de influencia, y a algunas cabeceras de comarca.

En las áreas metropolitanas medianas el mayor crecimiento lo experimentan sus anillos periurbanos. Finalmente, en el caso de las grandes urbes (entre las que se encuentran Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao…), los espacios más dinámicos corresponden a las segundas y terceras aureolas metropolitanas, experimentando fuertes decrecimientos sus espacios centrales.

En efecto, los anillos interiores o áreas centrales de estas áreas metropolitanas medias -y en mayor medida de las grandes-, como consecuencia de un fenómeno que cabe definirse como descentralización, pierden población a un ritmo fuerte: Cádiz ha experimentado una caída de 24.000 habitantes; Granada, de 21.000 habitantes; Valladolid, de 13.000 habitantes; Las Palmas, de 11.500 habitantes; Salamanca, de 10.700 habitantes; Santander, de 10.300 habitantes. De esta pérdida de población se ven favorecidos sus cada vez más desarrollados espacios periurbanos.

El municipio de Madrid, por su parte, ha experimentado una caída de 250.000 habitantes en los últimos 10 años y Barcelona ha registrado una cifra similar, que se eleva hasta 360.000 habitantes si se suman a la capital catalana las pérdidas detectadas en aquellos municipios que forman parte de su mismo conglomerado urbano. Hospitalet de Llobregat ha perdido 55.000 habitantes y Santa Coloma de Gramanet, otros 27.000 habitantes.

Concluyendo pues, los procesos territoriales de la década 1991-2001 en España pueden resumirse en tres conceptos: declive demográfico de las áreas centrales de las grandes áreas metropolitanas, crecimiento suburbano y periurbano, y despoblación rural.

Es urgente, en nuestra opinión, analizar y profundizar sobre las consecuencias de estos procesos, con el objetivo de evitar las disfunciones y los efectos económicos, sociales y territoriales más negativos que de los mismos pueden derivarse.

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