Greenspan se debate entre el riesgo de deflación y una nueva rebaja de tipos
La coyuntura estadounidense presenta un difícil dilema para Alan Greenspan. La recuperación que a principios de año se mostró vigorosa resulta ahora incierta, pero el fantasma de la deflación aparece peligrosamente en el horizonte y le obliga a valorar los efectos de una nueva rebaja de tipos. La experiencia de Japón en los noventa revela los problemas derivados de un descenso demasiado agresivo de los tipos cuando la caída de la demanda arrastra a la baja a los precios.
El presidente de la Reserva Federal es consciente de los riesgos deflacionistas que pueden acechar a la economía estadounidense. Los economistas de la entidad ya presentaron a finales de junio un informe al respecto al Comité de Gobernadores de la Reserva titulado Prevenir la deflación: lecciones de la experiencia de Japón en los años noventa.
El estudio alerta que el principal rasgo de la política económica japonesa fue, entonces, su incapacidad para anticipar el sesgo deflacionista que se avecinaba. Y Greenspan no quiere repetir la historia.
El Nasdaq, el más golpeado de todos los índices bursátiles, ha caído un 71% desde el techo de marzo de 2000. Esa cifra, como recuerda Isaac Cohen, analista internacional con sede en Washington, se aproxima peligrosamente al 76% que perdió Japón a finales de los ochenta, cuando estalló la burbuja especulativa que derivó, años más tarde, en una espiral deflacionista de la que la economía aún no se ha librado. A mediados de los noventa, los precios en Japón ya habían caído por debajo de cero y el margen de la política monetaria (1,5%) era escaso. En el caso estadounidense, los tipos de interés, tras la acelerada rebaja llevada a cabo en 2001, se encuentran en el 1,75%, en el 1,25% para el dinero que se presta a los bancos, el nivel más bajo en más de 40 años.
La inflación en junio fue del 1,1%, la menor tasa desde 1964, salvo la coincidencia en diciembre de 1986. El dato de julio (1,5%) no es comparable, porque el Gobierno no ofreció los datos desestacionalizados.
Los economistas de la Reserva recomiendan que, cuando los tipos y los precios se aproximan a cero, como es el caso, la política monetaria debe responder 'no sólo a las previsiones futuras de actividad y precios, sino también a la tendencia más pesimista, incluida la deflación, que contienen esas previsiones'.
Proteccionismo
El secretario del Tesoro, Paul O'Neill, aseguró la semana pasada que el PIB crecerá a finales de año a un ritmo del 3% 'con una inflación cero', sin aparentemente reconocer la amenaza que encierran esas previsiones.
Es cierto que la economía estadounidense presenta tensiones inflacionistas precisamente en los sectores que el presidente George Bush ha protegido de la competencia exterior (acero, papel y madera). Pero algunos fabricantes, como Metaldyne en Detroit, ya han anunciado que el próximo año trasladarán entre un 15% y un 25% de su producción fuera del país, lo que acentuará el proceso. Pese al incremento de los costes derivado de los aranceles al acero, los fabricantes de automóviles intentan reanimar las ventas, con éxito, con planes de financiación a tipo cero. Los fabricantes de ropa, como Polo Ralph Lauren, se han lanzado a una agresiva campaña de rebajas ante la caída de la demanda.
Muchos economistas rechazan el paralelismo entre Japón y EE UU, apelando, como Goldman Sachs, al 'precio moderado de la vivienda, el saneamiento y transparencia de bancos y empresas, el crecimiento de la productividad' y, precisamente, 'la capacidad de análisis de las autoridades monetarias'. Lo cierto es que la Reserva Federal está alerta.