Tal vez sí esté en crisis el turismo
Aunque situado en un segundo plano debido a la inevitable preeminencia de otras cuestiones, como los asesinatos de ETA y la ilegalización de Batasuna (que, por cierto, sólo el tiempo dirá si va a ser útil o contraproducente), la crisis del turismo es uno de los temas recurrentes de este verano. Por desgracia, se suele hablar tan sólo de la coyuntura, de la caída en las pernoctaciones y los ingresos por turismo con relación al año anterior y, como mucho, de las causas de esta caída. Como casi siempre cuando de turismo se trata, los análisis son superficiales y las cifras imprecisas cuando no contradictorias. Todo ello bajo el signo del habitual optimismo voluntarista que cuando las cosas van bien se transforma en un desmesurado triunfalismo y cuando van menos bien lo atribuye exclusivamente a variables externas.
En el otro extremo, el habitual sonsonete catastrofista resucitando el tópico de matar la gallina de los huevos de oro. No, tampoco es eso, la gallina está, afortunadamente, viva.
Ciertamente, la caída actual tiene su origen en la coyuntura. Haciendo un brevísimo y simplificador resumen, se debe a la probable entrada en un ciclo bajo y, sobre todo, a una gran incertidumbre que deprime el consumo. Parece que con mayor afectación sobre los destinos, insulares o lejanos, que requieren transporte aéreo. Pero este análisis, siendo básicamente correcto, es susceptible de ser leído a la inversa ya que el turismo en España, sin desmerecer ni cuestionar las cualidades de la oferta, ha vivido en los últimos 16 o 17 años instalado, casi sin interrupción, en una larga serie de coyunturas extraordinariamente favorables configuradas por un ciclo económico alto inusitadamente prolongado y generador de un crecimiento de la demanda global superior al de la oferta, irrupción de nuevos mercados de demanda imprevisibles antes de la caída del muro, parte de la competencia en el Mediterráneo prácticamente cerrada por problemas bélicos o de inseguridad, una relativa estabilidad de precios, etcétera. Si en este escenario las cosas no nos hubieran ido bien... ¡ya me contarán!
Cualquier momento es bueno para ampliar la reflexión sobre el turismo a aspectos que vayan algo más allá de la coyuntura. Para tomar conciencia de las propias debilidades y carencias, para corregirlas y reorientar aquello que convenga, para debatir e implementar nuevas estrategias de futuro, para trocar la autocomplacencia en la innovación y el rigor que el turismo, como cualquier otro sector, requiere de forma permanente. Para prevenir, en definitiva, las eventuales crisis de matriz estructural y no coyuntural. Tal vez la actual preocupación sea una buena oportunidad. Los ámbitos potenciales de reflexión son muchos. Me limitaré a enunciar, formulando algunas preguntas, algunos significativos.
No hay un solo turismo. Hay muchos turismos. La crisis, ¿afecta por igual al turismo que hemos convenido en llamar de sol y playa que a los turismos rural, cultural, urbano, de negocios, de congresos y similares? Si no es así, ¿por qué?, ¿es distinta la elasticidad de la demanda ante las variables más evidentes? , ¿aconsejan estas diferencias, si existen, cambios de estrategia y de énfasis en los distintos segmentos?
Abundando en la anterior reflexión y teniendo en cuenta que en los países poco desarrollados los costes de producción son inferiores y el dinero de bolsillo de los turistas cunde más, ¿podremos seguir compitiendo en el segmento de turismo masivo estandarizado los países desarrollados como España?, ¿cómo? ¿con qué tipo de valor añadido diferencial?
Si la respuesta a la última pregunta es la habitual: con calidad y sostenibilidad, ¿basta con la banalización retórica dominante?, ¿no habría que medir más y mejor ambas variables para convertirlas realmente en valor añadido identificable y cotizable?
Contra lo que se cree, no es el turismo el que ocupa territorio con exceso, es más bien la segunda residencia. ¿No estamos confundiendo turismo con construcción?, ¿son ambos complementarios o adversarios? Si el ladrillo deja de ser refugio del ahorro y del dinero negro, ¿no descubrirán con pavor algunas de nuestras poblaciones turísticas que estaban viviendo de la construcción y no tanto, como ingenuamente pensaban, del turismo?
¿Por qué no disponemos de una información estadística y analítica de base comparable, cuando menos, a la de todos los demás sectores? Un ejemplo, ¿son todos los turismos rentables, económica y socialmente, para el territorio que los recibe? Hace años que en Venecia han descubierto que no. Si no lo fuera o por si no lo fuera, ¿cómo se analiza y se mide, cómo se discrimina, cómo se selecciona?, ¿no estaremos subvencionando las vacaciones de algunos turistas?, ¿cómo evitarlo?
En fin, que convendría tomar el turismo en serio. Desde siempre. Ahora, más.