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Tribuna
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Estadísticas y territorio

Siguiendo los criterios ilustrados del siglo XIX, la Comisión de Estadística General del Reino, existente desde 1856, se integró con el Instituto Geográfico en una sola dirección, dada la 'estrecha relación que tienen' ambas disciplinas, según se decía textualmente en el decreto de 12 de marzo de 1873 por el que se creó.

La Segunda República todavía dio un paso más y, en enero de 1931, 'para aunar iniciativas y esfuerzos', creó el Instituto Geográfico, Catastral y de Estadística. En diciembre de 1945, la Ley de Estadística desvinculó esta tarea de las cartográficas y catastrales y sólo el esfuerzo de los profesionales de estas disciplinas, sobre todo en los últimos años, está consiguiendo aproximarlas de nuevo, como comienza a ocurrir con los datos del censo de 2001.

En efecto, junto con sus primeros resultados, se ofrecen en la página web del INE dos mapas, correspondientes a este censo y al de 1981, de densidades de población en los más de 8.000 municipios que se distribuyen por el territorio nacional. A pesar de que sólo han transcurrido 20 años entre dichos censos, al comparar ambos mapas, se aprecian cambios significativos en la distribución geográfica de la población.

Lo que más destaca es el fenómeno que se produce en algunas áreas metropolitanas, sobre todo las de Madrid y Barcelona, donde la mancha más oscura de una densidad superior a los 1.000 habitantes por kilómetro cuadrado se extiende en esos 20 años, como si de una explosión se tratara.

El término explosión, que ya ha sido muy usado en demografía para referirse al efecto del crecimiento exponencial de la población, en este caso, también, se ajusta perfectamente al efecto que produce la visión sucesiva de las dos imágenes citadas, expresivas de que las personas, como si se hubiera roto bruscamente la envoltura que les mantenía en los límites de sus respectivas ciudades, en los últimos 20 años se han expandido bruscamente hacia municipios circundantes que, en el caso de Madrid, alcanzan al norte de Toledo y oeste de Guadalajara y, en el de Barcelona, a zonas limítrofes de las provincias de Gerona y Tarragona.

En realidad, si agrupáramos suficiente número de mapas de densidades de población a niveles municipales, su visión sucesiva nos proporcionaría una imagen cinematográfica de los desplazamientos internos de población y de los movimientos migratorios. La sucesión de instantáneas desde 1900 resultaría sorprendente y permitiría apreciar la concentración de la población en la gran mayoría de las ciudades y en algunos puntos de influencia comarcal, el abandono de la España interior, con la sola excepción de Andalucía, y con efectos devastadores en Castilla y León, parte de Castilla-La Mancha, Aragón y La Rioja y, por último, un espectacular desplazamiento de población hacia todo el litoral mediterráneo.

La visualización de acontecimientos, en este caso relativos a población, sobre el territorio en el que se producen permite localizar problemas e interpretarlos de un modo más sencillo que a través de las habituales tablas de resultados estadísticos.

Además, la posibilidad de elaborar mapas sobre otras materias permitiría explicar las razones que han impulsado, y pueden seguir haciéndolo, los grandes movimientos de población, tales como disponibilidad de agua (el trasvase del Ebro va a contribuir aún más a la concentración de población en el área mediterránea), localización industrial, mecanización del campo, tipos de cultivo, infraestructura de transportes, precios de la vivienda, etcétera.

Pero, a pesar de que, como decía, estas ventajas de la exposición cartográfica son conocidas, falta mucho terreno por recorrer y, por ejemplo, la identificación de variables mediante coordenadas geográficas fijas, ideal para la elaboración de atlas, no se ha afrontado todavía y los datos estadísticos han de seguirse localizando a través de identificaciones administrativas como municipio, entidad, distrito, sección, calle u otras similares, que no permiten la perfecta asignación del dato estadístico al espacio físico en el que se produce.

Sin embargo, el proceso de regresar a las etapas ilustradas en las que se procuraba tener visiones integrales de la realidad está abierto y es imparable.

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