_
_
_
_
Deuda

La crisis económica destroza la estructura social de Argentina

Los datos sobre la situación laboral del mes de mayo, revelados por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censo (Indec), supusieron un mazazo sobre la ya deteriorada moral de los argentinos.

En comparación con el mismo mes del año pasado, el número de nuevos desempleados creció en 750.000. Con esta cifra, el número total de personas con problemas laborales -sin trabajo o con tareas a tiempo parcial- asciende a cinco millones. Sobre una población activa de 12 millones, esto supone el 34,2% del total. Un porcentaje que empeora cualquier otro indicador de anteriores crisis. Por ejemplo, durante la fuerte recesión provocada por el efecto tequila en 1995, el número de parados era de dos millones, mientras que ahora es de tres millones. Si se compara con la situación social durante la hiperinflación de 1989-1990, el resultado es aún peor. En aquella coyuntura, la tasa de paro era de apenas el 6%. En 1995, tras el proceso de privatizaciones y de desregulación económica que llevó a cabo el Gobierno del entonces presidente Carlos Menem, esa tasa ascendía al 18,4%.

Ni siquiera en la gran crisis de la década de los treinta, que golpeó duramente a Argentina por su dependencia del comercio internacional de cereales, se llegó a una situación como la actual. La depresión de esa época, que quedó en los anales de la historia nacional e internacional como un paradigma de la destrucción del tejido social, provocó una tasa de paro de entre el 20% y el 25%. Pero, en cualquier caso, se trataba de un país con una proporción de población rural superior a la de los centros urbanos, un fenómeno que se invirtió completamente en las siguientes décadas. Actualmente, el 90% de los argentinos viven en las ciudades.

Más información
Encuesta: '¿Cree que es buen momento para invertir en valores españoles con presencia en Argentina?'

Crisis y delincuencia

De allí que las calles de Buenos Aires y de las otras dos grandes urbes argentinas, Córdoba y Rosario, exhiban cada vez más un panorama desolador de pobreza y de auge delictivo.

Sólo en la capital, otrora un modelo de seguridad sin parangón en América Latina, se registra cada día entre uno y tres secuestros con la finalidad de obtener un rescate bajo y rápido. Una modalidad que se denomina secuestro-express por la velocidad de la operación, sea a través de familiares o del uso de la tarjeta de débito bancario del secuestrado.

Otro síntoma de la degradación y de la decadencia son los 3.500 mendigos dispersos por toda la capital y que se agrupan principalmente en el centro de la ciudad, como ocurre desde hace décadas en las grandes ciudades de América Latina.

Este completo cambio en el paisaje urbano de Argentina, que comenzó a percibirse a mediados de los noventa y se precipitó en el último año y medio, tiene una expresión directa en las cifras del Indec. En Córdoba y Rosario, centros industriales tradicionales, el paro supera el 24%. El 57% de los trabajadores ocupados, unas 4,4 millones de personas, tienen empleos precarios: asalariados sin planes de pensión, subocupados (ingresos menores a 200 pesos, 55 euros) mensuales, temporeros, vendedores ambulantes y empleadas de servicio doméstico. Esto les confiere la categoría técnica de indigentes, ya que no pueden adquirir los alimentos básicos que necesita una persona adulta. Estos trabajadores precarizados suben al 69,5% en provincias del noreste y en la capital del país suponen el 42,4%.

Por otra parte, los ingresos nominales de los asalariados se redujeron significativamente en el último año, con una caída promedio del 8% en el Gran Buenos Aires. Pero la caída del poder adquisitivo es mucho mayor. Tras la devaluación del peso en enero, el dólar ha pasado a cotizar de 1 a 3,70 pesos. Los precios de los productos de primera necesidad siguieron al dólar. El poder adquisitivo se ha reducido en un 40%. De esta manera, el mercado se desintegra con la consiguiente desaparición de gran parte del pequeño comercio, medianas y grandes industrias, lo que repercute en la existencia del propio Estado, cuya recaudación de impuestos no cesa de caer como producto del retroceso del PIB, que, este año, podría retroceder hasta un 15%, de acuerdo con estimaciones privadas.

El declive histórico se mide también en la proliferación del trueque, que abarca a decenas de miles de personas que fabrican y comercian con bienes de todo tipo, sólo para poder subsistir.

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Más información

Archivado En

_
_