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Viajes

Entre jubileos y rebajas

Los veranos londinenses son especiales. El pulso no se ralentiza, sino que cobra un ritmo frenético y a los actos culturales se suma este año el jubileo

Los fastos del jubileo (real) van a salpicar, como gotas refrescantes, el calendario veraniego. Empiezan, además, las rebajas (relativas, por aquello de la fortaleza de la libra y la verdad irrebatible de que Londres debe de ser la capital más cara de Europa). Pero pasarse por la sección para hombres de Selfridges es un must para cualquier ejecutivo y utilizar las escaleras egipcias de Harrod's proporciona el mismo grado de autoestima que un desayuno con diamantes. Londres está que se sale. Cursos y actividades culturales más intensas que en plena temporada, afterhours gratis en los museos, conciertos hasta en la sopa (literalmente: a la hora del lunch, cada día, en puntos varios). Y es que se vive una especie de fiebre que dura ya bastante: una fiebre milenaria.

La celebración del milenio va quedando paliada por las nuevas celebraciones (jubilares), y es hora de hacer balance. Hay cosas que resisten y otras que se hunden. Nadie habla estos días de la gran carpa circense a orillas del Támesis (¿qué hacer con ella?). En cambio, el London Eye, como llaman a esa noria de feria plantada frente al Parlamento, tiene un éxito arrollador. Parece que fuera obligatorio alabar ese estafermo. Pues no. Es un horror. Londres no se merece eso. Dicen sus partidarios que tampoco gustó la Torre Eiffel en su día; bueno, dentro de 100 años hablamos. No creo, además, que contribuya a la animación de la South Bank o ribera meridional del Támesis. Esa sí que merece una ovación.

Lo que antes era un barrio portuario y sórdido se ha convertido en el sitio de moda. No hay más que dejarse arrastrar por las multitudes que transitan el paseo zigzagueante entre muelles, jardines y reclamos poderosos. El más poderoso de todos, la Modern Tate. Aquello, que era una central eléctrica, tiene por fuera el empaque de un palacio babilónico. El mérito, de sir Giles Gilbert Scott; los arquitectos modernos Herzog & Meurons han hecho una apropiación minimalista y dramática a la vez para convertir aquello en un museo esencial. Y muy activo, este verano habrá más jaleo allí que en una verbena. De su puerta parte el Puente del Milenio, otro de los inventos exitosos, un hormiguero continuo (¿será que quieren comprobar si todavía se mueve?).

El South Bank es, definitivamente, el nuevo/todo Londres. En el Gabriel's Wharf lo que antes era un muelle banal es ágora de gente maja y alternativa, lleno de chiringuitos y restaurantes, tiendas artesanas, músicos espontáneos. Se juntan por allí muchas cosas: la Filmoteca, el Teatro Nacional, el mercadillo de libros del puente Waterloo, por no hablar del Royal Festival Hall, la Modern Tate y la reconstrucción de The Globe, el corral de comedias de Shakespeare (otro de los éxitos recientes, esta vez de crítica y público). Más hacia el puente de la Torre, y gracias a esa bendita vocación saturnal de Londres de reciclar sus propias tripas, la orilla sur del Támesis es un cordón de terrazas y tabernas (incluido el elegante centro Vinopolis), se ha apañado un palacio normando, la catedral del Southwark, un museo de Historia Viva... Al forastero que se plante ahora en Londres preguntando por el Soho, en vez de por el South Bank, le van a mirar como si tuviera cara de dinosaurio.

No todo está en el South Bank, claro. La remodelación que Norman Foster ha hecho en el British Museum es un portento. Al Royal Albert Hall le están volviendo los forros. Los entornos de la Torre de Londres son otro de los polos de moda, muy bien recuperado lo que fueran eriales y almacenes. St. Katherine Docks, al lado mismo de la Torre y del puente de la Torre, ha quedado convertido en uno de los rincones más bucólicos y apetecibles de Londres. Si este rincón brilla de día, Covent Garden lo hace de noche: en torno al viejo mercado, los soportales, la âpera y el espacio ganado para el ocio, palpita esa Londres eterna de los teatros, de los museos, de las tiendas deslumbrantes, de los edificios de todo pelaje que serán acertados o no, pero nunca vulgares. Londres parece dispuesta a seguir siendo la capital del mundo.

Localización

 

Cómo ir. British Airways (913 769 666) vuela diariamente a Londres desde Madrid y Barcelona; en estos momentos tiene una oferta por la que se puede volar desde ambas ciudades a partir de 169 euros ida/vuelta más tasas. Desde Heathrow hasta el centro de Londres se puede tomar el Heathrow Express, entre 12 y 20 libras.

 

 

 

 

 

 

Dormir. Un hotel muy recomendable y céntrico es el Churchill Inter-Continental, especialmente adecuado para hombres de negocios, está en 30 Portman Square, tel.: +44 (0)20 7486 5800, habitaciones desde 563 euros, pero tienen promociones desde 265 euros.

 

 

 

 

 

 

Comer. La última fiebre es lo oriental. Una cadena de sushi muy recomendable es la que tiene sucursal en los almacenes Selfridges, en Oxford Street. Otra manía creciente es comer en los museos: se puede hacer en el British, en la Modern Tate, etc. Un rincón delicioso: el Dickens Inn, en St. Katherine Docks. Al otro lado del río, en la South Bank, el Gabriel's Wharf es otro espacio de moda, con numerosos restaurantes.

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