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Internacional

Bush acaba con la política económica que propició la década de bonanza en EE UU

Corren tiempos de incertidumbre. La inestabilidad se extiende, incluso, a las bases de la política que hasta ahora marcaba el rumbo de la economía mundial, lo que supone un cambio tan radical sobre el escenario conocido que obligará a los responsables de política económica a asumir la nueva realidad.

En año y medio de gestión, el actual presidente de EE UU, George Bush, ha tirado por la borda los pilares de una política económica que propició la mayor época de bonanza económica de la historia del país. La consecución del superávit presupuestario, los programas de reducción del peso de la deuda pública sobre el PIB y la defensa de un dólar fuerte llevaron a EE UU a mantener 10 años de crecimiento ininterrumpido y a convertirse en el principal foco mundial de atracción de capital extranjero.

Sin duda, el 11 de septiembre supuso un giro radical en las prioridades presupuestarias de la primera potencia mundial, pero el cambio ya había empezado antes. Con las rebajas de impuestos aplicadas en el verano de 2001, los asesores de la Casa Blanca ya admitían a finales de agosto que el Gobierno Federal incurriría en déficit en 2002, lo que ponía fin al objetivo de superávit fiscal logrado desde 1998.

El paquete de estímulo fiscal aprobado en marzo, la históricamente baja recaudación de impuestos y, al mismo tiempo, el aumento de los gastos en defensa (20%), las ayudas al sector aéreo y a las empresas aseguradoras, principalmente, han acabado por echar por tierra las optimistas previsiones de la Administración.

Los analistas han ido aumentado sus cálculos sobre el déficit hasta los actuales 150.000 millones de dólares en este ejercicio (151.500 millones de euros). En su último informe sobre el país, el Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que el déficit supere con creces el 1% del PIB este año y advierte que las proyecciones del Gobierno de George Bush para volver al superávit en 2004 pueden ser muy optimistas.

'Las proyecciones fiscales se han deteriorado significativamente en el último año', dice el FMI. 'El actual nivel de gastos puede ser difícil de mantener (...) dada la erosión que muestra la tasa de ingresos en relación al PIB', sostiene el informe.

Este escenario es el que ha puesto al Gobierno Bush al borde de la suspensión de pagos y ha acabado, también, con la tendencia a la baja del peso de la deuda pública sobre el PIB. El presidente solicitó al Congreso en diciembre un aumento de 750.000 millones de dólares (757.500 millones de euros) del límite de endeudamiento de 5,95 billones anuales (seis billones de euros). Los republicanos se negaban a incrementar la carga de la deuda en año electoral, lo que llevó al Tesoro a efectuar cambios contables, aplazamientos de pagos y retrasos en las subastas de deuda programadas ante la falta de recursos. Moody's amenazó con rebajar la calificación de los bonos estadounidenses ante la posibilidad de default, lo que muestra las endebles bases de la nueva política.

Prácticas fraudulentas

La Cámara baja accedió a aumentar el techo en 450.000 millones de dólares (454.000 millones de euros), hasta un total de 6,4 billones (6,46 billones de euros) anuales. Pero el Tesoro ha advertido que ese límite será insuficiente para financiar los gastos de la guerra contra el terrorismo y será necesario volver a aumentarlo para evitar que el departamento lleve a cabo 'prácticas contables potencialmente fraudulentas' en palabras de su responsable, Paul O'Neill. Las proyecciones de reducción de la deuda a partir de 2005 son, por tanto, irreales. Todos estos factores han propiciado, entre otros, la intensa y rápida depreciación del dólar. Los analistas insisten en que una caída así no puede producirse sin el beneplácito tácito de la Administración estadounidense.

De hecho, y pese a su proclama pública en favor de la política del dólar fuerte, EE UU no ha planteado el tema en el seno del Grupo de los Siete países más industrializados. 'Llevábamos mucho tiempo diciendo que el dólar esta sobrevaluado', recuerda Charles Rainhard, economista de Lehman Brothers, al evaluar el estado de la divisa.

Rainhard, concede que el cambio de rumbo de la política económica es uno de los elementos que está afectando más al dólar. 'Es posible que a largo plazo, el incremento del gasto público y el mayor endeudamiento ayuden a la economía, pero no es bueno para el largo plazo y eso ya se refleja en la moneda que hasta ahora era un refugio', dice este economista.

Al ser recientemente preguntado por la evolución del dólar, O'Neill ha asegurado que en estos momentos EE UU Está 'digiriendo' una serie de noticias negativas como los sucesos del 11 de septiembre, la explosión de la burbuja tecnológica y 'los recientes abusos de autoridad de algunos empresarios'.

Bush y O'Neill aseguran que no se hará nada por el dólar. Rainhard aplaude esta decisión: 'No hacer nada es lo mejor. El mercado manda'. Otros economistas, en cambio, creen que si la actual depreciación frente al euro se amplía un 7% más, Bush deberá hacer de nuevo oídos sordos a su propio credo e intervenir.

El giro proteccionista y el cambio de prioridades estratégicas

 

 

La llegada de la Administración Bush a la Casa Blanca ha supuesto un brusco cambio de políticas y prioridades estratégicas que agudizan la incertidumbre de los mercados financieros.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Frente al consenso mundial en torno a la liberalización comercial, EE UU ha dado un giro profundamente proteccionista a sus prácticas comerciales, con la imposición de aranceles de hasta el 30% a las importaciones de acero y el aumento de los subsidios en 190.000 millones de dólares (191.900 millones de euros) recogido en la nueva Ley Agrícola.

 

 

 

 

 

 

 

Estas medidas han provocado un grave enfrentamiento comercial entre EE UU y sus socios, y amenazan con echar por tierra la ronda de apertura de mercados acordada en Doha.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Latinoamérica pierde

 

 

 

 

 

 

 

Las consecuencias también alcanzan, quizá con mayor dureza, a los países en desarrollo y, entre éstos, especialmente a Latinoamérica.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ni la gravedad de la crisis argentina ni su contagio a Brasil (la tercera economía latinoamericana) ni la inestabilidad cambiaria que golpea a las estables economías de México y Chile han decidido a EE UU a intervenir en favor de sus vecinos.

 

 

 

 

 

 

 

Por el contrario, Turquía se ha visto beneficiada, a través de los créditos concedidos por el Fondo Monetario Internacional (FMI), de su estratégica relación con Washington. No en vano, Turquía es el único país musulmán involucrado directamente en la guerra contra el terrorismo y tiene una posición geográfica estratégica para EE UU.

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