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Tribuna
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Nuevo protocolo en Internet

La Red de Redes actual se nos queda pequeña. Lo que nació como una herramienta de comunicación en el mundo de la investigación y la defensa es hoy un mosaico de usos y servicios, donde proliferan los equipos destinados a conectarnos con Internet en cualquier momento y desde cualquier lugar.

Cada uno de esos equipos necesita para poder comunicarse una dirección IP, una especie de matrícula que habilita el uso de la Red a los ordenadores personales, a los teléfonos móviles y a cualquier aparato que pretenda intercambiar información a través de ella, como electrodomésticos, automóviles, máquinas expendedoras, parquímetros y un largo etcétera.

En Internet todos los usuarios y servidores están identificados por una de esas direcciones IP, encapsulada en 32 bits y escrita en formato decimal. Esto permite un parque de 4.294 millones direcciones, una cifra que parece enorme, pero que es insuficiente.

Creciendo con ritmos exponenciales desde principios de la década pasada, en Internet empiezan a faltar direcciones IP libres. El problema se ha visto agravado por el caos y la desorganización que ha imperado en su asignación y por las escasas posibilidades de recuperar las direcciones que están fuera de uso, y eso sucedía al tiempo que la introducción de nuevos equipos, servicios y aplicaciones multiplicaba la demanda.

El Día del Juicio Final, en el que se agoten todas las direcciones IP, será una fecha entre los años 2004 y 2008, en Europa y Asia. Al margen quedará EE UU, donde se asignaron tantas direcciones que la Universidad de Stanford y el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) disponen de más que toda la República China.

Las direcciones actuales se sustentan sobre el sistema operativo denominado IPv4, creado a mediados de la década de los setenta con un diseño tan flexible y poderoso que le ha permitido llegar hasta nuestros días, aunque parcheado para aumentar sus capacidades y evitar algunos problemas. El IPv4 es un récord de supervivencia en el mundo de la informática, pero cuando empiecen a faltar direcciones libres ya no habrá parches posibles para que siga flotando.

Una solución sería renumerar y reasignar las actuales direcciones, pero esto requiere un esfuerzo de coordinación a escala mundial que parece imposible de ejecutar, y por ello se ha optado por diseñar un nuevo modelo operativo.

La solución es una nueva versión del protocolo IP, denominada IPv6, que dispone para las direcciones de un espacio expandido de 128 bits, con lo que el número deja de ser un problema, pues pasan a ser 340 sextillones, un número inaprensible (son 340.282.366.920.938.463.463.374.607.431.768.211.456 direcciones). Por eso dicen en Bruselas que el IPv6 permitiría que cada grano de arena existente en las playas de nuestro planeta pudiera tener una dirección de Internet.

Desde los años setenta, en que se desarrolló el IPv4, se han producido muchos cambios. Hoy los ordenadores son mil veces más rápidos, su capacidad de almacenamiento es cinco mil veces mayor y hay unos ocho millones de servidores en Internet. Pero la versión IPv4, aunque creada para las redes de hace tres décadas, con pocos usuarios y sin problemas de seguridad, ha hecho posible el gran desarrollo de Internet y su diseño es tan acertado que la nueva IPv6 sigue muchos de sus criterios y, por supuesto, es totalmente compatible.

El diseño del nuevo protocolo IPv6 empezó en 1992 y en marzo de 1995 se emitió la primera señal de una conexión, aunque su implantación se retrasó por el hallazgo de algunos mecanismos que permitieron al IPv4 generar espacio de direcciones.

Pero el proceso de adaptación ya está en marcha y los fabricantes de equipos de telecomunicaciones incluyen soporte para IPv6 en sus productos, además de ser el protocolo obligatorio en Europa para prestar servicios multimedia en redes de telefonía móvil de la tercera generación (UMTS).

El IPv6 supera algunos problemas de su predecesor. Además de superar la falta de direcciones, mejora el nivel de seguridad y la calidad de servicio, permite gestionar mejor los ordenadores móviles e incorpora ventajas adicionales en multidifusión de datos y en enrutamiento de red.

Además, la migración progresiva desde IPv4 es tecnológicamente sencilla. Otra cosa es el aspecto económico, pues hay billones de euros en hardware y software que desarrollan el protocolo IPv4 y habrá que invertir mucho dinero en redes, por lo que la transición a la nueva generación durará, como poco, una década. Durante ese plazo ambos protocolos tendrán que coexistir.

El IPv6 es un elemento primordial de la estrategia europea en Internet y su disponibilidad ya fue requerida en la cumbre de Estocolmo. Ahora, en la recién concluida cumbre de Sevilla, los primeros ministros, además de respaldar el Plan de Acción e-Europe 2005 destinado a crear una economía basada en el conocimiento, han vuelto a encontrarse con el IPv6, pues sin él la red Internet se degradará y se frenarán algunas innovaciones críticas para la competitividad europea, como son las tecnologías sin hilos y la terceras generación de telefonía móvil.

Lograr conexiones continuas y mayor seguridad contra los piratas informáticos aconseja también acelerar los trabajos tendentes a la implantación del nuevo protocolo.

La cumbre celebrada en Sevilla ha tenido un temario tan extenso que los temas tecnológicos apenas se han considerado y, por lo que se sabe, no hay medidas concretas para acelerar los planes de implantación del IPv6. En Sevilla se podría haber impuesto que los proveedores de servicios ofrecieran servicios IPv6 a finales de 2003, como muy tarde, y que los operadores de telecomunicaciones concluyeran la conversión de sistemas para finales del año 2005, fecha en que la conectividad IPv6 también debería ser obligatoria en todos los nuevos dispositivos electrónicos de consumo.

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