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Columna
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Inflación y competitividad

Jordi de Juan i Casadevall subraya que el principal problema de la economía española es la inflación. El autor, sin embargo, resta importancia al daño real que el actual nivel de los precios tiene sobre la competitividad

Los principales analistas sostienen que la recesión sincronizada que ha afectado a las principales áreas económicas ha tocado fondo y que se vislumbran ya indicios, más o menos sólidos, de recuperación económica. España no es una excepción, máxime si analizamos el diferencial de crecimiento que registra nuestra economía en relación a la media comunitaria. Diferencial que nos permite arañar prosperidad relativa a nuestros vecinos y seguir avanzando en el proceso de convergencia real con Europa en términos de renta y de empleo.

El principal problema que tiene planteada nuestra economía es la inflación. El IPC de mayo arrojó un mal dato: los precios crecieron un 0,4% y la tasa anual se situó en el 3,6%. El mal dato obedece al comportamiento de los alimentos y a la fuerte subida en servicios que ha compensado las bajadas en energía. El diagnóstico y la terapia del que hoy es el principal nubarrón de nuestra economía parece una necesidad inexcusable, sobre todo si puede gangrenar nuestra competitividad.

Lo primero que hay que decir es que el propio Banco Central Europeo (BCE) acaba de revisar al alza su previsión de inflación para la eurozona situándola en una horquilla de entre el 2,1% y el 2,5%. Con ello no pretendo recurrir al mal de muchos… Sino constatar un hecho y recordar que la administración de la medicina monetaria esta en manos del BCE. La realización de la unión monetaria ha supuesto una transferencia de soberanía monetaria a instancias europeas y, por consiguiente, los Gobiernos nacionales carecen del principal instrumento de política monetaria.

En este sentido, algunos expertos han visto en alguna reciente declaración del instituto emisor un anuncio encubierto de subida de tipos. ¿Esto significa que los Gobiernos nacionales pueden permanecer impasibles? Obviamente, no. Deben hacer los deberes y, eso es precisamente lo que ha hecho el Gobierno español, impulsando reformas estructurales y procesos de liberalización en sectores económicos estratégicos que han permitido bajar los precios de la energía y las telecomunicaciones.

Ydentro de los deberes hay que situar, también, el intenso proceso de consolidación presupuestaria al que se ha sometido nuestro país, que ha permitido pasar de un déficit público de siete puntos del PIB al déficit cero.

Por lo demás, en nuestro país se está produciendo un proceso de fuerte expansión del crédito. La actividad crediticia creció el mes de abril en España un 14% respecto al mismo periodo del año anterior, mientras que en la zona euro creció un 5,6%. Es decir, en la eurozona hay una contracción de los agregados monetarios y en España se incrementan.

Pero sin duda la mayor inflación de España se debe a nuestro mayor crecimiento. Según datos de Eurostat, en la eurozona se ha producido un crecimiento interanual del PIB del 0,1% en el primer trimestre. En España, el crecimiento interanual del PIB se ha situado en el 2%, según datos de la Contabilidad Nacional. Es un importante diferencial de crecimiento que arrastra un diferencial de inflación.

Una economía como la española que debe avanzar en el proceso de convergencia real y crece, en términos relativos, más que sus socios, es lógico que presente un desajuste en el diferencial de inflación. Lo cual no significa que debamos resignarnos a ello, sino que debemos mantener más que nunca la política de estabilidad presupuestaria y continuar avanzando en el proceso de reformas estructurales.

El diferencial de inflación no ha supuesto una merma de poder adquisitivo. La masa salarial ha crecido y la reforma fiscal de 1998 ha generado un importante incremento de la renta familiar disponible.

Ahora bien, el actual nivel de inflación ¿daña nuestra competitividad? Probablemente no, si la medimos por el índice de precios industriales aunque ello sea difícil en una economía fuertemente indexada al IPC como la nuestra. Y probablemente tampoco si partimos de un análisis global que comprenda elementos tales como la calidad de la producción, la estabilidad macroeconómica, la capacidad de introducir nuevos productos, aspectos organizativos, etcétera. En este sentido, en cuanto a la capacidad de penetración de nuestros productos en los mercados, desde 1996, España ha mantenido su cuota de mercado mientras que Alemania ha perdido un 8%, Francia un 8,8% e Italia un 17%. En 2001 ha aumentado el peso de nuestras exportaciones a nivel global y a nivel regional en la UE y en la OCDE. El volumen de nuestras exportaciones se ha incrementado notablemente en países clave para nuestro comercio exterior como Francia, Italia o Reino Unido. Desde 1993, España ha ganado cuota de mercado en la UE, destinataria de más del 70% de nuestras exportaciones.

En definitiva, sin los instrumentos de política monetaria, habrá que mantener más que nunca la política de equilibrio presupuestario y seguir avanzando en las políticas de oferta y de reformas estructurales.

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