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Con voz propia
Columna
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¿Delego el poder o 'del ego' el poder?

Delegar el poder implica entregar la capacidad de decidir a personas más cercanas al cliente. Al hacerlo, mejoramos la satisfacción de todos los agentes: subordinados, clientes internos y externos. Solamente uno sufre con la medida: el ego. Si estamos en una lancha anclada en alta mar y vemos que se acerca una tormenta, sabemos que es hora de partir. Pero si aceleramos el motor, sin levantar el ancla, avanzaremos lentamente. De la misma manera, existen fuerzas en el mercado que impulsan a nuestra organización a moverse y aumentar su velocidad fomentando el empowerment; es decir, delegando el poder. Desgraciadamente, estas fuerzas se frenan por las anclas del ego de ejecutivos que impiden a las embarcaciones empresariales avanzar.

Imagine que ha trabajado arduamente una venta importante. Su cliente lo llama para cerrar el negocio, pero le solicita mejores descuentos y financiamiento. Usted no tiene poder para autorizar esas condiciones y pide unas horas para conseguirlo. Trata de ubicar a su jefe, pero está con el celular apagado. Usted sabe que a él le gusta ser el único que tome estas decisiones. Finalmente consigue la autorización al día siguiente y llama a su cliente, pero éste acaba de cerrar con su competidor. ¿Cómo se sentiría?

Este fracaso se pudo haber evitado si su jefe le ampliara su poder. Empowerment no significa permitir que todos hagan lo que les dé la gana. Significa darle a quien está más cerca al cliente un rango de acción más amplio para resolverle sus inquietudes sin consultar.

Existen fuerzas del entorno que estimulan la entrega de poder que muchas veces son frenadas por fuerzas internas del ego. El incremento de la competencia: como muestra el caso anterior, si las empresas no toman decisiones rápidas, pierden a sus clientes. Adicionalmente, las empresas le están dando cada vez más importancia al servicio al cliente. Delegar el poder permite dar respuestas inmediatas y mejorar la percepción del servicio. Pero esta fuerza está contrapesada con la necesidad del ego del jefe de ser consultado para sentirse importante a la hora de tomar decisiones.

La preocupación por maximizar la productividad y motivar al personal: indudablemente, al entregar poder motivamos al personal permitiéndoles decidir libremente su destino. Además, aceptar el poder exige que el personal desarrolle nuevas habilidades. Esto, a su vez, es una motivación, ya que a todos nos gusta crecer y ser mejores. Al delegar poder, creamos un clima de confianza comunicándole a nuestros subordinados que realmente confiamos en ellos. Pero esta fuerza está contrapesada por el deseo del ego del jefe de sentir que es él quien controla el destino y las vidas de su personal. Además, está la necesidad del jefe de ser el único que sabe hacer las cosas y sentirse indispensable.

¿Cómo ayudar a los jefes a vencer las fuerzas del ego? Esopo cuenta que el viento quería medir su poder con el sol. Al ver a una persona vestida con muchas prendas, decidió apostarle que podía quitarle su ropa más rápido. Así, el viento sopló con todas sus fuerzas, pero sólo conseguía que la persona se aferrara más a sus prendas. Cansado el viento, le dejó el turno al sol que empezó a brillar con todas sus fuerzas y, en segundos, la persona acalorada se sacó sus prendas y ganó el sol.

Si queremos desvestir a nuestros ejecutivos de sus deseos de ego obligándolos a delegar, a confiar y entrenar a sus subordinados, lo más probable es que se aferren al poder. No soltarán prenda como cuando el hombre se protegía del viento en la fábula. Si queremos que suelten el poder, debemos ayudarles a elevar su propia temperatura y luz interior, como el sol. Es decir, debemos ayudarlos a tomar conciencia de sus propias inseguridades, carencias y encaminarlos en un proceso de mejora interior. Sólo de esta forma verán que las prendas del poder no son indispensables para ser felices.

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