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Tribuna
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La apuesta latinoamericana

Jordi de Juan i Casadevall repasa las relaciones de la UE con América Latina y el Caribe. El autor asegura que, a pesar del escollo que supone la política agrícola europea, se impone una potenciación de éstas liderada por España

El pasado fin de semana tuvo lugar en Madrid la Cumbre Unión Europea-América Latina. De la cumbre salió una importante declaración política y se rubricó un no menos importante, e inédito, acuerdo comercial con Chile.

España juega un papel de puente entre América y Europa en la construcción de una asociación estratégica birregional. Entre ambas regiones existe una comunidad de historia y cultura, de valores y principios, que es especialmente intensa con España. Históricamente, algunas zonas de Iberoamérica se han beneficiado de la cooperación europea especialmente vinculada a los procesos de pacificación, consolidación democrática y lucha contra el narcotráfico.

Junto a la cooperación política, parece necesario impulsar las relaciones económicas. En 2001, el Parlamento Europeo propuso el fortalecimiento de las relaciones UE-América Latina y el Caribe. Elementos como la puesta en marcha de una asociación política y de seguridad, cooperación en el desarrollo o creación de una zona euro-latinoamericana de libre comercio en 2010 son elementos de una agenda global común.

Desde el punto de vista de la UE, la importancia relativa del comercio con Latinoamérica es muy limitada y el principal escollo para la apertura recíproca de mercados a ambos lados del Atlántico sigue siendo la política agraria común (PAC). Pero lo cierto y verdad es que, pese a las dificultades que ensombrecen los acuerdos comerciales bilaterales, se han adoptado importantes acuerdos -México y, tras la cumbre, Chile- y el nivel de inversión europea en la zona se ha incrementado vertiginosamente.

Durante la década de los noventa, las empresas europeas tuvieron un gran protagonismo en la inversión extranjera directa, sobre todo, en las fusiones y adquisiciones y los procesos de privatizaciones en economías emergentes. La compra de activos se convirtió, para el inversor europeo, en la estrategia de acceso a los mercados latinoamericanos. Entre 1995 y 1999, España fue el principal inversor europeo con una aportación del 43,3% de la inversión extranjera directa, seguida, a considerable distancia, de Países Bajos (11,7%).

Parece que en este escenario se impone una potenciación de las relaciones comerciales que España, por su posición estratégica e histórica, puede liderar en el seno de la UE. Y eso es precisamente lo que ha ocurrido con Chile. En el marco de la presidencia española de la UE ha culminado con éxito el Acuerdo de Asociación UE-Chile.

Probablemente, sea el acuerdo más ambicioso e innovador hasta la fecha celebrado por la UE. De hecho, es la primera vez que la UE cierra un acuerdo que cubre todas las áreas de las relaciones comerciales mutuas. Su resultado material es la creación de una zona de libre comercio para mercancías de todos los sectores que abre importantes oportunidades de inversión en una de las economías más saneadas y estables de la región. Su consecución en la Cumbre de Madrid supone un éxito para la presidencia española.

En el mismo capítulo, habría que situar a México. Aunque con una liberalización comercial más limitada, el Acuerdo Global firmado en 1997 constituyó la primera zona de libre comercio con América Latina. Supone un desarme arancelario bilateral de carácter progresivo para los productos industriales de ambas zonas y deja fuera de su ámbito de aplicación, productos lácteos y cárnicos que habrán de ser objeto de una futura regulación.

Capítulo aparte merecen otras áreas regionales, como la Comunidad Andina de Naciones, América Central o Mercosur. Cada una tiene su propia especificidad y peculiaridad, pero no por ello debe quedar al margen de la necesidad de impulsar un proceso de aproximación política y comercial como ha quedado claro tras la Cumbre de Madrid.

En Mercosur, el ritmo de negociación ha sido más lento y enfrenta su propia problemática como es la crisis argentina. Sin embargo, la negociación está abierta, la UE presentó su propia oferta arancelaria que fue considerada restrictiva por Mercosur.

El escollo es el de siempre, el difícil acceso al mercado de los productos agrícolas por las propias limitaciones de la PAC. No en balde, el mercado de productos agrícolas y la organización común de mercado fue siempre uno de los elementos más controvertidos en la construcción de la PAC en Europa y, por ende, uno de los elementos más sensibles para la negociación con terceros países.

En cuanto a la Comunidad Andina de Naciones, el marco de relaciones con la UE viene marcado por el Principio de Responsabilidad Compartida en la lucha contra el tráfico de drogas ilícitas. La voluntad europea de contribuir al desarrollo de sus economías ha quedado patente en el régimen especial de preferencias andinas, que posibilita que la mayor parte de sus productos industriales y una lista de productos agrícolas y pesqueros ingresen en los mercados europeos sin tropezar con una barrera arancelaria. Solución similar a la que se ha adoptado con América Central, que se beneficia también de un sistema general de preferencias.

Con la Cumbre de Madrid se ha dado un paso más en la proyección transatlántica de la UE en la que España, por razones históricas y culturales, tendrá un protagonismo asegurado como puente natural hacia las Américas.

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