Tesis y oportunidades
Al compás de la presentación académica de su tesis doctoral, el presidente de Aniel ha dado a la luz su contenido bajo la rúbrica de La nueva economía española. En la que se resaltan, con el entusiasmo y la visión positiva casi obligada por la dedicación profesional del autor, algunos de los múltiples impactos que las tecnologías de la información y las telecomunicaciones producen actualmente en cualquier tejido socioeconómico. Y de los que se derivan crecimientos en la productividad, variaciones en los empleos y desarrollo de infraestructuras paradójicamente intangibles, a partir de las cuales las manufacturas y los servicios ya no serán lo que fueron en la economía industrial.
Y es que en las nuevas economías no sólo cambian los modos de producción y comercialización, sino que se transforman mercados y los comportamientos y expectativas de sus protagonistas.
Por ello, detrás de las innumerables cifras y referencias a las que hay que aludir siempre que se quiera intentar comprender con rigor los nuevos hechos económicos, o las transformaciones que se aprecian en la ciencia económica, no hay que olvidar que eso propicia la aparición de realidades que desbordan, sin embargo, lo que se ha dado en llamar el hipersector de las telecomunicaciones.
Pues si bien éstas, al facilitar la conectividad y la movilidad, son el factor estratégico alrededor del cual se mueve cualquier negocio de la economía actual, no agotan en sí mismas todo lo que habría que incorporar al hipersector para entender lo que está ocurriendo. Ya que no se puede orillar lo que significa el universo de los medios, o los sistemas mediante los que las sociedades avanzadas crean ciencia, la difunden, aplican sus resultados y generan oportunidades impensables sin las capacidades de proceso y comunicación de las nuevas redes y equipamientos.
De ahí, también, que detrás de la mayor o menor disponibilidad de esas nuevas infraestructuras digitales llega un cambio de civilización ante el que lo que cabe hacer es atisbar las consecuencias sociales, culturales y organizativas que generará. Y que hacen que la nueva era virtual poco tenga que ver con los modelos de la era industrial.
Lo que obliga a repensar los modelos directivos y a desarrollar liderazgos organizativos para unos tejidos empresariales en continua transformación. Y en los que no será posible gobernar las organizaciones apelando a culturas corporativas estables o creyendo que las empresas son entes delimitados y singulares. Cuando en cualquier sector las necesidades del negocio aconsejan desarrollar empresas difusas y aprovechar las ventajas que da el saber gestionar también conocimientos ajenos.
Este cambio de civilización, que se empieza a percibir a medida que se van transformando las maneras de hacer de la economía anterior, no ha hecho, sin embargo, nada más que empezar. Pues hasta ahora sus aplicaciones sólo se han hecho notar en la gestión de las actividades administrativas y transaccionales , con la mejora en la eficiencia que ello conlleva, pero no estaban incidiendo todavía en lo que van a ser los negocios posiblemente nucleares de la economía que llega.
Y que van a girar alrededor de las ciencias de la vida, las nuevas energías y las nuevas químicas. De forma que en el futuro se empiecen a rentabilizar estos primeros pasos que ahora se visualizan alrededor de la genómica, la proteómica o la bioinformática.
Por no hablar de lo que supondrá la aplicación de nuevos materiales o futuristas procesos energéticos que ahora se están experimentando. Que cuando empiecen a ser viables empresarialmente hará que ya no toque hablar de ese hipersector que ahora se trata de delimitar. Sino de otras infraestructuras y actividades virtuales que determinarán las competitividades futuras.
Por eso no estaría de más que junto a los informes sobre si la economía española está ya dentro de la era virtual, o sobre las ventajas que los empresarios y directivos aprecian en las facilidades que supone la incorporación de Internet como herramienta corporativa, se empezase a hablar de si será posible estar en esa era virtual sin dedicar atención y recursos a cómo se hace ciencia, cómo se aplican sus resultados o cómo se va a poder seguir siendo competitivo sin contar con esas aplicaciones que permiten que florezcan los nuevos sectores antes aludidos u otros ahora inimaginables.
Aunque haya, para lograrlo, que dejar de mirar el retrovisor para constatar de si se parte de tener esos hipersectores decisivos y afanarse en aguzar la visión hacia delante intentando concretar las actividades determinantes de la nueva competitividad. Que son, en definitiva, las que permitirán que las nuevas economías de las que hoy se habla sigan siendo nuevas también mañana.