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Columna
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El refugio dorado

Miguel Ángel Fernández Ordoñez

La espectacular subida del precio del oro, que esta semana ha alcanzado los 320 dólares la onza, se debe a un aumento extraordinario de las compras durante el primer trimestre de este año, que han duplicado en exceso las del mismo periodo del año pasado.

¿Por qué los inversores buscan como refugio la 'bárbara reliquia' a la que se refería Keynes? Sólo una perspectiva de estancamiento con inflación para la economía mundial podría justificar que el ahorro intentara refugiarse en el oro, pero no parece que la inflación sea hoy un peligro para la economía mundial.

Dado que la mayoría de las compras proceden de Japón, podrían buscarse explicaciones en los cambios en la regulación bancaria en aquel país, según los cuales el Gobierno dejará de garantizar la totalidad de los depósitos bancarios. Pero aun así no se explica por qué los inversores no buscan otras alternativas distintas del oro. Probablemente el agravamiento de conflictos como el que enfrenta a India con Pakistán o el de Oriente Próximo pueden explicar también el miedo de los ahorradores.

A este conjunto de causas habría que añadir el hecho de que los cambios en la política económica que hemos observado en el mundo a lo largo del último año no han servido para mejorar las expectativas económicas.

Hay que mencionar, en primer lugar, el giro preocupante de la política económica americana, porque su ejemplo es determinante para el resto de los países del mundo. En efecto, la expansión económica de los últimos años debe bastante a la ortodoxia de la política económica aplicada durante la presidencia de Clinton con un Congreso republicano.

Por una parte, la política económica estadounidense de los años noventa se esforzó en la liberalización comercial y tuvo en el Tratado de Libre Comercio con México su éxito más claro.

Por otra parte, en el interior, la política fiscal restrictiva permitió a la Reserva Federal mantener tipos bajos sin riesgos inflacionarios. Además, Clinton se benefició también del dividendo de la paz que aportó el final de la guerra fría, de tal forma que el gasto militar improductivo se redujo sustancialmente durante su mandato.

La presidencia de Bush con un Senado demócrata ha alterado radicalmente la orientación de la política económica norteamericana. Estamos asistiendo a un aumento del gasto militar improductivo que tendrá consecuencias en la reducción de la tasa potencial de crecimiento de la economía, y ha vuelto a aparecer el déficit público, de tal forma que Estados Unidos ha vuelto a la etapa de los déficit gemelos del final de la Administración Reagan.

El establecimiento de aranceles en el acero y el incremento espectacular de los subsidios a la agricultura, por otra parte, no han pasado inadvertidos para el resto de los países del mundo. Las represalias de la Unión Europea, Japón, China y México están ya en marcha.

Lo grave es que el mal ejemplo de Bush se está extendiendo a todos los países del mundo. En la Unión Europea se discutió esta semana si se debería tener o no una actitud más contemporizadora con los subsidios a la industria y parece que Monti, el comisario de Competencia, podría perder esta batalla.

Aunque menos importante para el rumbo de la economía mundial, pero que sirve también como un signo del cambio en la orientación de las políticas económicas en el mundo, se puede observar igualmente en América Latina la puesta en cuestión de los efectos beneficiosos de la política de liberalización y ortodoxia fiscal que se intentó aplicar en la región en la última década del siglo XX.

Si pensamos en el largo plazo, es posible que el oro sea un mal refugio para los inversores, pero los recientes movimientos de sus precios pueden ser un buen indicador de que en el corto plazo las cosas -económicas- del globo no están nada claras.

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