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Fondos
Tribuna
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Legislación y rotación

Juan Ignacio Crespo

La nueva legislación fiscal va a permitir cambiar de un fondo de inversión a otro sin que haya que tributar por las plusvalías. Y esto, aparentemente, va a permitir a los partícipes rotar sus posiciones cuando piensen que su fondo de inversión no ofrece muy buenas expectativas. La gestión activa de las cestas de fondos podría ser, por tanto, un buen negocio en los próximos tiempos, siempre y cuando se cuente con el asesoramiento adecuado. ¿Habrá buenas oportunidades para hacerla?

A juzgar por lo que los fondos y las Bolsas han estado haciendo recientemente, sí. Los últimos indicadores publicados sobre la economía norteamericana apuntan en una dirección bastante optimista: tras haber crecido un 5,8% entre enero y marzo, la producción industrial continúa recuperándose (0,4% de subida en el mes de abril); las ventas al por menor experimentan un impulso claro (1,2% de incremento, también en abril) y el nivel de existencias cae en marzo un 0,3%, lo que deja a las industrias en una buena posición para comenzar a elevar su producción en cuanto las expectativas permitan ser más optimistas. Pero con todo lo anterior, ¿qué más hace falta para que las expectativas mejoren? Simplemente, que ese buen tono de la actividad económica se traslade a las cuentas de resultados de las empresas.

De hecho, mientras los datos macroeconómicos que han ido dando a conocer las autoridades norteamericanas han sido bastante buenos, la publicación en paralelo de los beneficios de las empresas ha sido muy decepcionante.

La rotación de inversiones en los fondos ofrece la oportunidad de generar ingresos mientras las Bolsas y los tipos de interés sigan fluctuando

Las causas de esta situación hay que buscarlas, como es bien sabido, en la orgía inversora de finales de los años noventa y en el exceso de capacidad a que ello ha dado origen; en la amortización de inversiones que nunca se podrán rentabilizar; en la caída de la demanda que esa sobrecapacidad provoca, y en la desaparición durante las recesiones del poder que tienen las empresas para subir los precios.

Lo cierto es que las cotizaciones bursátiles (que lo que reflejan es el valor al que estamos dispuestos a comprar hoy los beneficios empresariales futuros) no acaban de entonarse, por causa de ese desfase entre lo que hace la economía por un lado y los resultados empresariales por otro. Lo que nos está conduciendo a una situación complicada.

Desde que los índices de las Bolsas mundiales alcanzaron en marzo de 2000 los máximos de toda su historia, han pasado ya dos años y dos meses. Estamos, pues, en el periodo de crisis bursátil más largo desde 1982. Y también en uno de los más largos desde 1946, que es cuando arranca el actual periodo de prosperidad de las economías occidentales.

En realidad, en todo este largo periodo de 56 años, sólo ha habido tres momentos en los que la mala situación de las Bolsas haya durado más que en la actualidad: en 1969-1972; en 1946-1950 y en 1974-1982.

¿Estamos corriendo el riesgo de una cronificación de la situación actual por un periodo tan largo como los citados, de tres, cuatro o hasta ocho años? No existe una respuesta clara. Lo que sí parece estarlo es que, por unos meses, incluso por un año o año y medio más, las Bolsas y los tipos de interés de largo plazo van a seguir fluctuando, y con ellos el valor liquidativo de los fondos. En tal situación, las únicas oportunidades de generar nuevos ingresos las ofrece una rotación de las inversiones. Que es algo muy difícil de hacer bien, pero que la nueva legislación fiscal de los fondos hará, al menos, posible.

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