La Bolsa no encuentra suelo firme a pesar de las opas y fusiones
Las cosas, no obstante, han cambiado de manera sustancial en las Bolsas y cualquier referencia del pasado no tiene escenificación alguna en la coyuntura actual. La rapidez domina el quehacer de los mercados y el aplauso o silbido a esta o aquella operación se produce de manera automática.
El impacto de las operaciones empresariales, aunque sean de gran calado, no supera las 24 horas. La razón está en la ampliación de los márgenes de fluctuación de los valores.
Las operaciones, así, se miden y valoran en un día. Las 24 horas siguientes sólo sirven para reflexionar sobre los excesos o defectos de lo sucedido la víspera. En cualquier caso, la gran reacción se produce y cotiza al instante.
La Bolsa española estrenó el año con opa en valores de pequeña capitalización (Enaco). Siguió con rumores de fusión y absorción en la banca pequeña (Banco Zaragozano). Continuó con operaciones especiales en el sector de la construcción (Dragados). Se han hecho buenos los pronósticos de fusión de las plataformas digitales y mantiene expectante a la parroquia un número alto de operaciones por cuajar. Por ejemplo, en el sector inmobiliario.
En esta situación convive, además, un movimiento de reorientación de estrategias de inversión. Hay gestores que venden BBVA y compran SCH, y al revés. Cajas de ahorros que salen de Repsol y entran en Zeltia, junto con la ex mujer del dueño de Zara, que ha tomado el 5% de la biotecnológica.
La Bolsa, vistas así las cosas, parece estar más viva que nunca. Pero es sólo un espejismo. El mercado español, en línea con el resto de los principales del mundo, sigue metido de lleno en el fango, arenas movedizas que le impiden dar un paso con cierta soltura.
Las opas, fusiones, absorciones y reorientación de carteras de inversión institucionales no pueden por sí mismas, al menos por ahora, estabilizar la situación. Los índices no encuentran suelo firme, porque hoy, como ayer, los resultados de las empresas que más pesan en los índices, como las telecos, no justifican sus elevadas valoraciones.
Tampoco las cifras sobre el estado de salud de la economía son categóricas. El desempleo es ahora una mala referencia.
Invertir a largo, un término en desuso
La historia de la Bolsa está llena de anécdotas de inversores a largo plazo, que son siempre los que más dinero ganaron. Sentarse en los valores fue durante muchos años la recomendación que daban los bolsistas vascos más avezados. Era una forma de invertir como otra cualquiera.
Claro está que entonces se cortaba el cupón, pequeños dividendos al año, que se sumaban con ampliaciones de capital. La acumulación constante de estos rendimientos y el aguante de ciclos malos procuraba, al final, sabrosos resultados, hasta convertir la Bolsa en la mejor de las fórmulas de inversión.
Los tiempos, empero, han cambiado y la inversión a largo plazo ha desaparecido por dos hechos incontestables. Primero, por la ampliación de márgenes de fluctuación. Valores como Telefónica, que antaño se movían a golpes de más o menos 0,5% hoy lo hacen con volatilidades superiores al 10% en una sola jornada.
La proliferación de productos derivados, que permiten altos apalancamientos y elevados porcentajes de subida o baja, es la segunda razón de peso.