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EE UU

La caída del dólar refleja los crecientes desequilibrios de EE UU

El crecimiento del PIB de EE UU a un ritmo anual del 5,8% en el primer trimestre del año no parece convencer a quienes temen por los desequilibrios que presenta la mayor economía del mundo. La caída del dólar en los últimos días es un síntoma de la preocupación por el persistente déficit corriente, agravado ahora por el regreso a una posición deficitaria de las cuentas fiscales.

Por primera vez en seis meses, el dólar ha caído a sus niveles más bajos respecto del euro, que ha superado los 0,91 céntimos por unidad de la divisa verde. Y también ha caído frente al yen a su menor cotización en dos meses. La debilidad de la moneda estadounidense podría estar anticipando un mayor reflujo de los capitales invertidos en activos en dólares.

El Departamento del Tesoro informó la semana pasada que el flujo neto de capitales externos a EE UU totalizó 14.200 millones de dólares (15.260 millones de euros) en enero y 15.000 millones de dólares (16.350 millones de euros) en febrero. El promedio mensual a lo largo del año pasado fue de 42.000 millones de dólares (45.780 millones de euros). De confirmarse esta tendencia bajista, una crisis del sector externo estaría en camino.

De hecho, desde hace más de dos décadas nunca han cesado las voces de alarma sobre una inminente crisis del abultado déficit comercial y de la balanza de pagos de EE UU. Y, desde 1995, cuando el dólar comenzó a a sobrevalorarse, las mismas voces pronostican su inevitable derrumbe. Nada de esto ha ocurrido hasta ahora, lo cual puede ser explicado, en última instancia, por el hecho de que el dólar no sólo es la moneda nacional estadounidense, sino también la divisa y la reserva de valor a escala mundial.

Esta peculiaridad, junto a su papel central en el sistema financiero internacional, permite que EE UU pueda absorber una descomunal cantidad de capitales de todo el mundo que afluyen a comprar activos del país. De esa forma, a través de un endeudamiento cada vez mayor, ha podido mantener la brecha creciente en la cuenta corriente.

Las declaraciones del secretario del Tesoro, Paul O'Neill, ante el Comité de Banca del Senado, expresan su seguridad en que todo permanecerá igual. A su juicio, no debería haber motivos de preocupación ni por el elevado déficit externo ni por el valor del dólar. Pero algunos elementos indican que la situación está cambiando.

Déficit combinados

En primer lugar, la desaceleración del año pasado no impidió que el déficit corriente siguiera aumentando. Mientras las exportaciones del cuarto trimestre de 2001 cayeron a una tasa anual del 12%, las importaciones retrocedieron apenas 3%. Una clara evidencia de que los consumidores, merced a la bajada de tipos de interés del 6,5% al 1,75%, alentaron el ingreso de bienes importados, al tiempo que impidieron la recesión tan temida.

Pero el déficit corriente de 2001 fue de 417.000 millones de dólares (454.530 millones de euros), o el 4% del PIB. Los pronósticos indican que, a este ritmo, alcanzaría el 5% en 2002 y el 6% en 2003. En este punto, sino antes, la desconfianza de los inversores podría comenzar a traducirse en salida de capitales. Principalmente de los inversores japoneses, quienes en enero pasado vendieron bonos por valor de 24.000 millones de dólares (26.160 millones de euros). Un camino inverso al de las necesidades de un déficit que, para financiarse, necesita ingresar 660.000 millones de dólares (719.400 millones de euros) anuales. Algo así como 2.000 millones por día.

Pero un nuevo y negativo elemento complica aún más este panorama. El crecimiento del gasto en armamentos (un 20% más este año), el recorte de impuestos aprobado el año pasado y, fundamentalmente, el pinchazo de la burbuja financiera, han terminado con el superávit fiscal logrado por la anterior Administración a partir de 1998. Para 2002 se prevé que el déficit presupuestario supere los 150.000 millones de dólares (163.500 millones de euros).

El Gobierno de George Bush ha pedido al Congreso que eleve en 750.000 millones de dólares (817.500 millones de euros) la autorización para emitir deuda. Como en la balanza corriente se integran los ahorros netos de los sectores público y privado, el déficit fiscal eleva el externo.

En esta situación, se agrava el peligro de un reflujo del capital externo, combinado con la caída de las importaciones y una mayor caída del dólar.

Un obligado ajuste de las cuentas externas enfriaría la economía, la Bolsa y el sector financiero, aunque alentaría las exportaciones por la depreciación del dólar. Pero las menores importaciones de EE UU golpearían la economía global. Y una mayor agresividad de sus exportaciones agravaría la depresión del comercio internacional.

No por casualidad el FMI ha advertido recientemente sobre el peligro que se cierne sobre la economía mundial si esta potencial crisis no es atajada a tiempo.

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