_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Colapso gravitatorio

El lema de CNN+ 'está pasando, lo estás viendo', responde a una concepción newtoniana de la instantaneidad en conflicto directo con la teoría especial de la relatividad de Einstein, la cual establece la barrera de la velocidad de la luz como límite para el traslado de un efecto físico cualquiera de un punto a otro del espacio. Un segundo problema aparece en la definición misma de observador inercial, un observador que por definición nunca estaría sometido a ninguna fuerza, pero cuya existencia es cuestionable, habida cuenta de que nos encontramos con una fuerza que actúa siempre y en todas partes y que aunque ejerza una influencia minúscula es imposible eliminarla o dejarla fuera de determinado ámbito.

Hablamos de la fuerza de la gravedad, porque el universo real no conoce el vacío, contiene materia y radiación y ambos ejercen una fuerza gravitatoria sobre cualquier observador, cualquiera que sea la posición en que se encuentre. Porque si bien puede concebirse, por ejemplo, un espacio exento, inaccesible a las fuerzas de la electricidad o el magnetismo, es imposible un blindaje que impida el acceso de las fuerzas de la gravedad, las cuales acceden siempre a todas partes y constituyen una propiedad permanente del espacio y el tiempo.

Por aquí deberíamos avanzar en la consideración del efecto de la materia sobre la geometría del espacio-tiempo, poner a prueba el sistema solar como hizo Karl Scharzschild, por donde llegaríamos a preferir la adopción del método einsteniano para describir el fenómeno de la gravedad y a la aceptación de que habitamos en un espacio-tiempo curvado. La intuición sugiere que los efectos de la gravedad se manifiestan de manera proporcional a la concentración de materia y energía que exista en un punto. Pero, en seguida, se plantea la cuestión de cómo pueden llegar a formarse esas grandes concentraciones para lo cual deberemos dotarnos de un método que nos permita saber cuál es la intensidad o la debilidad de la fuerza gravitatoria que actúa en determinada región.

La introducción del concepto de velocidad de escape resulta de gran utilidad, porque revela la intensidad de la fuerza de la gravedad en el lugar de que se trate. Así, por ejemplo, la velocidad de escape de la Tierra, es decir, la velocidad límite a partir de la cual un cuerpo se irá alejando y alejando de la Tierra para no regresar jamás, resulta ser de unos 11,2 kilómetros por segundo, o sea, de unos 40.000 kilómetros por hora. En definitiva, la velocidad de escape de un lugar revela, por tanto, la intensidad de la fuerza de la gravedad en ese lugar. Nuestra tecnología espacial ha permitido escapar de la Tierra y hasta el lanzamiento de sondas espaciales como la Voyager I y II, que han franqueado los confines del sistema solar.

También hemos sabido que la velocidad de escape desde la superficie de la Luna es de tan sólo 3,4 kilómetros por segundo y por eso resultó tan sencillo que los astronautas despegaran desde allí mediante el uso de los pequeños cohetes incorporados al módulo lunar, sin necesidad de instalaciones como las que les habían permitido despegar de la base de Cabo Cañaveral.

Otros valores a considerar son los de la velocidad de escape sobre Júpiter, de unos 60,8 kilómetros por segundo, 10 veces menor que desde el Sol, mientras que en la superficie de una estrella de neutrones puede ascender hasta 160.000 kilómetros por segundo. Es decir, que habitando en la Tierra soportamos un ambiente gravitatorio moderado en comparación con otros escenarios cósmicos donde pueden darse gravedades de intensidad aquí inimaginables.

Sirva lo anterior, en especial cuanto se refiere a la inexistencia de observadores inerciales, a la fuerza de la gravedad y a la velocidad de escape como sistema indicador de intensidad para ayudarnos a comprender los fenómenos que presenciamos a partir de que se hiciera pública la actividad de Privanza en la Isla de Jersey, las cuentas opacas del BBV y los fondos de pensiones dotados para algunos de sus consejeros por iniciativa, según se ha dicho, del anterior presidente, Emilio Ybarra, que luego de la fusión con Argentaria acompañó a Francisco González en la copresidencia. Cuánta injusticia sobrevenida hacia Emilio Ybarra, bajo cuyo mandato, el de más éxito desde 1860, iniciado de manera azarosa tras el arbitraje del gobernador Mariano Rubio, se ha multiplicado el valor del banco por 23. Si en términos domésticos se dice que dos mudanzas equivalen a un incendio, ¿a qué equivalen dos fusiones para un banco como el BB, primero con el V, y luego con el A? ¿A qué tanta extrañeza porque esas antiguas cuentas que venían de antes de tantas guerras no fueran ventiladas cuando la última fusión? Ya se sabe que los acuerdos en la cúspide mientras se disparan los flashes luego deben permear hacia abajo por toda una inmensa estructura y tampoco todos los asuntos del banco que regentaba Francisco González se colocaron en las vitrinas al día siguiente. A nadie extrañó, por ejemplo, que la operación Chamartín, la de más calado, aportada por Argentaria, quedara fuera de la división inmobiliaria del grupo.

Archivado En

_
_