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Tribuna
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Socioeconomía solidaria

Carlos Ballesteros García propone una socioeconomía que pivota sobre lo que considera el factor C: comunidad, cooperación y corazón, argumentando que esta alternativa es posible y rentable

Desde hace tiempo, nos vienen tratando de convencer de que la única manera que tenemos de participar en la economía es ir a la compra. Pero esto no es así.

Igual que las personas, que cuando estamos estresadas sacamos fuera angustias y agresividad, esta economía estresada que actualmente vivimos saca sus resultados en términos de desesperanza, concentración de la riqueza, pobreza y desigualdad, degradación del medio ambiente o guerras, sin darse cuenta de que lo importante no son los resultados sino los procesos.

Las propuestas de la socioeconomía solidaria, sin embargo, no buscan administrar o compensar esos resultados, sino desarrollar el polinomio producir-ahorrar-consumir desde las personas. Busca articular y vincular esferas sociales, políticas y económicas desde abajo y desde adentro para así construir un mundo diferente en base a los actos cotidianos.

La economía solidaria es un movimiento de transformación de la realidad socioeconómica, diverso en cuanto a su procedencia social, forma de organizarse y sector de actuación, pero que tiene en común una misma filosofía y esquema de valores. Desarrollar proyectos basados en las personas supone trabajar por la creación y estabilización de empleo; promocionar un modelo de empresa participativa, donde las personas puedan desarrollar sus capacidades; apostar por modelos de gestión democráticos, transparentes y equitativos; respetar el medio ambiente; favorecer relaciones comerciales justas o recuperar actividades productivas tradicionales.

No se trata tanto de una crítica al modelo de empresa tradicional como de materializar esta otra economía en soluciones concretas, a la búsqueda de un cambio social mucho más profundo. A esto, algunos, le han llamado movilizar el factor C: comunidad, cooperación y corazón. Comunidad porque se hace con la visión de que lo comunitario está delante de lo individual; cooperativo porque frente a la competitividad, si todos arrimamos el hombro, el resultado es bueno y el proceso para llegar a él es educativo y enriquecedor; corazón, porque queriéndonos más trabajaremos mejor.

Estos planteamientos suscitan así una serie de retos como son, para la economía privada, el desarrollo de códigos de conducta, desde su misión-visión y no como meros instrumentos de marketing. La sociedad demanda de las empresas, amén de productos y servicios vendidos a un precio justo, un compromiso con su entorno y una responsabilidad. Para la economía política, el atender y hacerse eco y hueco en su agenda de las peticiones de la sociedad civil: tasa Tobin, control de paraísos fiscales, cancelación de la deuda externa, garantía de una renta básica, etc. Para la propia economía solidaria, el contagiar esta solidaridad y hacer de correa de transmisión de una economía basada en el corazón. Y además convencer de que esta alternativa es posible, rentable y alcanzable.

Desde hace tiempo, nos vienen tratando de enseñar que participar en la economía es ir a la compra, pero yo estoy convencido que ¡otra economía es posible, si participamos!

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