La purga de los intermediarios en la Red
La revolución digital nos ofrece la posibilidad de obtener cualquier información, comunicarnos o efectuar transacciones desde cualquier lugar del mundo, de forma casi instantánea y en el formato que deseemos. Si las transacciones se realizan con productos virtuales, como son casi todos los financieros, el éxito estaba asegurado, según dijeron los promotores de bancos y sociedades de valores digitales antes de que erraran en la mayoría de sus previsiones.
Internet no ha fracasado como soporte financiero: el fracaso es de quienes se empeñaron en vaticinarle un desarrollo tan espectacular como irreal, apostando por que en pocos años la Red sería el soporte único. El pasado 5 de marzo escribí en Cinco Días sobre como la realidad, siempre dura, está obligando a reinventar la banca en Internet. Hoy le toca el turno a los brokers online.
Las ventajas que la Red brinda a la banca y a sus usuarios son muy similares a las que aporta a las sociedades de valores y a los inversores, y ello repite el mismo cuento de la lechera. En España no llegan al 2% los internautas que hacen operaciones de Bolsa en la Red (unos 200.000), pero se nos ha dicho que en 2003 serán un millón, y uno de nuestros bancos.com hasta vaticinó que superarían el millón y medio. Unas cifras imposibles.
La recepción de órdenes a cualquier hora del día, la inmediatez de su ejecución en Bolsas de todo el mundo, las recomendaciones de carteras por expertos y una abundante información, incluidas cotizaciones en tiempo real, o como mucho con 15 minutos de demora, son ventajas ciertas que avalan el futuro de los brokers online, pero que en ningún caso aseguran que haya negocio para todos en breve. Por eso el proceso darwinista, la selección de las especies, ha empezado, poniendo a todos en su sitio y a muchos en proceso de extinción.
Además, una competencia excesiva acelera la selección de los más fuertes o de los que mejor saben adaptarse, pues en la Red tiene lugar, igual que en el mundo real, una pugna a muerte por el negocio de la intermediación bursátil entre bancos y cajas, por un lado, y las firmas de corretaje, los brokers, por otro. Los primeros parten con la ventaja de su amplia clientela y los segundos intentan compensarlo ofreciendo mejores servicios y comisiones.
Reducir las comisiones es un reto ya asumido por muchos de los bancos que operan online, y lo han hecho cuando los mercados de acciones viven, desde marzo de 2000, una de las crisis más profundas de su historia, sólo superada por las de 1929 y 1973. Con menor volumen de transacciones y unas comisiones más bajas, la mayoría de las empresas que están en el negocio de la intermediación bursátil online pierden hoy dinero, y así van a seguir.
Los proyectos deslumbrantes de hace sólo dos años se han quedado en nada, y lo que eran inversiones multimillonarias para ganar clientes (hay quien anunció y pagó 600 euros a los particulares que le transvasaran su cartera de valores) se han transformado en reducción de gastos, una estrategia que hay que complementar con lo siguiente: incorporando a la oferta nuevos productos y servicios, lo que ya está en marcha; realizando fusiones para ganar dimensión y aprovechar sinergias, como hacen en EE UU, pero no en Europa, y, por último, terminando con las guerras suicidas de precios, lo que está por ver, pero no es imposible, ya que los inversores operan en Internet por comodidad, velocidad e información, y no sólo por precio.
Esos ajustes ya han dejado más de un cadáver, en el mundo real y en el de las ideas. Ya es un cadáver el objetivo de constituir brokers online paneuropeos, una novia que tuvo muchos pretendientes y por la que hoy nadie suspira. Evolvebank, la apuesta bancaria paneuropea del británico Lloyds, se entierra sin ni siquiera lanzar su intermediadora, mientras que el broker alemán Consors, otro proyecto paneuropeo líder hace poco más de dos años, cuando compró la española Siaga, está en venta y cambió de manos tras la crisis de su matriz.
En paralelo, se multiplican las retiradas. Comdirect (Commerzbank) cierra en Francia e Italia; otro alemán, DAB, líder tras su fusión con el francés Self Trade, lo hace en Italia, y Fimatex (Société Générale) se retira del Reino Unido y de España, donde ha traspasado sus clientes a la errática Patagon.
Se está produciendo un cambio de prioridades. El crecimiento se ha sometido a la rentabilidad y, en consecuencia, los proyectos paneuropeos se retiran a sus mercados nacionales, conocedores de que se necesita una masa crítica de al menos un millón de clientes transfronterizos para acceder al marchamo euro. Pero el futuro, con ese millón de clientes, existe, aunque éste no sea su momento y sólo esté al alcance de los que supieron adaptarse y atravesaron el desierto.