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Columna
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Qué hemos aprendido en esta recesión

Alejandro Inurrieta afirma que la crisis de EE UU ha mostrado que la flexibilidad microeconómica es tan importante como las actuaciones macroeconómicas. En su opinión, la política monetaria ya ha dado sus frutos

Las últimas cifras macroeconómicas de EE UU, sujetas, eso sí, a sustanciales revisiones, apuntan que la economía podría haber alcanzado el punto de inflexión, dejando atrás un periodo de estancamiento que ha durado aproximadamente 12 meses, aunque todavía no hay evidencia de que no se pueda producir una recaída en el corto plazo.

Las variables más comúnmente utilizadas para el diagnóstico de una economía, producción industrial, empleo, ventas reales, dan muestras de mejoría, habiéndose roto en febrero con la tónica de destrucción de empleo, retrocesos en la producción, ajustes en inventarios y caída en la demanda de productos, a pesar de que ésta no ha retrocedido en exceso durante el periodo recesivo, salvando a la economía (junto con la construcción) de una contracción más profunda.

Aquí conviene recordar que no conoceremos exactamente la verdadera magnitud de la misma hasta que revisen toda la Contabilidad Nacional, algo que suelen hacer a finales de cada ejercicio.

El anticipo del punto de inflexión, casi un trimestre en la mayoría de previsiones, y la aparente levedad de la recesión (a pesar de que la reducción de la producción industrial, grado de utilización de la capacidad y ajuste de inventarios sí merezcan el calificativo de históricas), requiere una reflexión, porque a finales de 2001 pocos anticipábamos este resultado.

En primer lugar, la política monetaria ha terminado por dar sus frutos, aliviando la carga financiera de hogares y familias, inyectando suficiente liquidez para hacer frente a la reducción de la calidad del crédito. La visión de las autoridades monetarias merece un aplauso, aunque los problemas que puede generar en la asunción de riesgos privados permanecen sin corregir.

En segundo lugar, el éxito de las políticas microeconómicas ha sido plausible. La rapidez en el ajuste de precios por las empresas de EE UU no tiene precedente, lo que se ha traducido en una liquidación de inventarios mucho mayor de la esperada, favoreciendo la incipiente recuperación de la inversión, con el consiguiente estrechamiento de los márgenes. De igual forma, las plantillas se han visto recortadas rápida e intensamente para hacer frente a la contracción de la demanda, necesitándose la intervención pública para aliviar la corta duración del subsidio de desempleo, aunque su cobertura es similar a la existente, por ejemplo, en España.

La reducción de salarios y la eliminación de retribuciones variables (bonos u otras contrapartidas salariales) es otro factor que ha contribuido a mitigar los efectos de la crisis. Una de las consecuencias de este conjunto de factores de ajuste ha sido el crecimiento de la productividad por hora trabajada, muy superior a otras fases recesivas, aunque en este punto existen muchas dudas sobre la bondad de su medición.

En tercer lugar, merece reflexión aparte el apartado estadístico. La calidad y cantidad de información estadística de los organismos norteamericanos son dignas de elogio, destacando la metodología, grado de explicación y transparencia, amén de rapidez. Sin embargo, las continuas y significativas revisiones de las cifras principales entorpecen el trabajo de previsión y seguimiento, algo que incluso Greenspan ha apuntado recientemente. Esto puede estar asociado a la fase del ciclo, a pesar de que no hay evidencia empírica que lo avale. En este punto conviene comparar las herramientas de trabajo con las que cuenta un investigador o analista de coyuntura en Europa o en EE UU. Es muy triste, y preocupante, leer en documentos oficiales del BCE que la calidad de las estadísticas que se utilizan para su elaboración es tan deficiente que los resultados no son excesivamente fiables. En general, la transparencia y el trabajo metodológico de Eurostat no están a la altura de la importancia económica de la UE.

Si este problema lo extrapolamos a España, es aún más grave. La forma de presentación del nuevo IPC ha sido muy deficiente, todavía se sigue comparando el nuevo IPC con la base anterior y no se publican las series corregidas, la ausencia de datos actualizados sobre recaudación fiscal desagregada, o el retraso, y a veces el libre albedrío, en la publicación de indicadores del sector exterior o paro registrado, entorpecen el trabajo de muchas personas, y no permiten conocer a su debido tiempo la realidad macroeconómica del país.

Por último, la política fiscal expansiva ha sido clave en EE UU para sostener la demanda interna. Las críticas en este apartado, salvadas a última hora, se refieren al objetivo inicial de reducir impuestos de forma masiva a los tramos de renta más elevados con carácter permanente.

En cambio, parecen más sensatas las medidas finalmente acordadas, especialmente las referidas a la extensión del subsidio de desempleo y sobre todo al carácter coyuntural de las rebajas de impuestos finalmente aprobadas.

En resumen, esta recesión en EE UU, aunque extendida globalmente a la UEM y Japón, deja algunos elementos claros. La política monetaria funciona, con sus debidos retardos (salvo en Japón por otros motivos), la flexibilidad microeconómica es tan importante como las actuaciones macroeconómicas, es imprescindible contar con un buen aparato estadístico, claro, transparente y actualizado y, finalmente, la política fiscal es necesaria para mitigar los efectos de una perturbación económica desfavorable. En la mayoría de estas facetas, la UE se ha quedado atrás. Esperemos que aprendamos la lección y no nos pille en la próxima.

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