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Tribuna
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¿Se frenarán en Barcelona los planes de Lisboa?

Antonio Gutiérrez Vegara sostiene que en los planes de la Cumbre de Barcelona, que comienza mañana, hay un repliegue defensivo en el campo laboral. En su opinión, no existe ni una propuesta concreta sobre calidad del empleo

Antonio Gutiérrez Vegara

Los debates del Consejo Europeo que mañana comienza en Barcelona arrancarán de un documento básico de apoyo, la Comunicación de la Comisión (COM 2002, 14), titulado: La estrategia de Lisboa, hacer realidad los cambios.

Pero, cuando se antepone un pretendido realismo a proyectos anteriormente diseñados, suele ser para rebajar el alcance de los cambios. Y no porque se pecase de un exceso de voluntarismo al proponérselos, sino por la falta de voluntad política para realizarlos cuando llega el momento de la verdad.

Paradójicamente, es el documento preparatorio de la cumbre el que adolece de muy escasas referencias a la realidad actual de menor crecimiento económico y en consecuencia se eluden también las propuestas necesarias para coordinar las políticas económicas a fin de avanzar en la estrategia europea de empleo. Cuando en lugar del 3% de crecimiento sostenido previsto en Lisboa para alcanzar el pleno empleo en 2010, nos encontramos con una previsión del 1,3% de aumento del PIB comunitario en el presente año y un crecimiento del empleo de tan sólo el 0,2% -lo que va a suponer un nuevo repunte del paro-, no se proponen nuevos instrumentos de política económica que complementen el papel del Banco Central Europeo (BCE) ni menos aún el reforzamiento de la capacidad de actuación del presupuesto comunitario. Tampoco se plantea la necesidad de caminar hacia la mayor armonización fiscal.

Lo que van a discutir los jefes de Gobierno europeos en Barcelona es la reducción de impuestos en un 1% del PIB en el horizonte del año 2005, con la correspondiente contracción del gasto público. Es el dato que sustancia la recurrente sugerencia de acometer nuevas reformas estructurales, las que casi siempre empiezan por la fiscalidad de las rentas de capital y la de los contribuyentes de mayores ingresos, para continuar con las que afectan a los sistemas de protección social y a la desregulación del mercado de trabajo. Orientación especialmente inquietante para España, donde hemos visto cómo las reformas impositivas se han saldado con mayor presión fiscal derivada hacia los impuestos indirectos y el estancamiento en el penúltimo lugar de la UE en protección social, a la que se dedica el 20% frente al 27,6% de media comunitaria.

En relación al empleo se observa un repliegue defensivo en el enfoque que se lleva a la Cumbre de Barcelona. En Luxemburgo se propugnaban la políticas activas para las personas desempleadas, acuñando el concepto de 'empleabilidad' y la adopción de medidas para prevenir el paro; en Lisboa se impulsó el desarrollo de la Sociedad de la Información y del Conocimiento, apostando por la creación de nuevos puestos de trabajo, ahora se pone el acento en la activación individual de las personas desempleadas (aceptación de cualquier empleo o prolongación de la vida laboral de los mayores) frente a la empleabilidad, para aterrizar de nuevo en los que consideran obstáculos para el empleo: la fiscalidad, las prestaciones sociales y la conformación de los salarios, dando un paso más hacia su individualización atendiendo a la fragmentación sectorial y territorial de los mercados laborales.

Mas allá de las referencias genéricas no hay ni una sola propuesta concreta sobre la calidad del empleo, desperdiciando el trabajo realizado para establecer indicadores cualitativos (igualdad salarial entre hombres y mujeres, siniestralidad laboral, formación profesional permanente, etcétera).

Con estas carencias e inflexiones estratégicas, las sugerencias más estimulantes que se llevan a la reunión de Barcelona pueden quedar en agua de borrajas. Proponerse para 2010 la reducción a la mitad del número de personas en riesgo de pobreza, considerar el impacto del envejecimiento de la población en la sanidad y en los servicios sociales, fijarse nuevos objetivos para mejorar los servicios públicos y privados de guarderías o instar a los países miembros a trazarse planes de acción contra las barreras existentes en el mercado de trabajo (mayor conexión con los sistemas educativos, el reconocimiento de las cualificaciones a escala europea, la tarjeta sanitaria, etcétera) son loables empeños, pero sin el respaldo financiero necesario ni la credibilidad política imprescindible para generar mejores expectativas entre la ciudadanía.

Más endeble todavía tras las recientes declaraciones de Tony Blair y Silvio Berlusconi en Roma (asumidas de inmediato por José María Aznar) tratando de influir en la Cumbre de Barcelona para que en ella se dé prioridad a los objetivos de liberalización, competitividad y flexibilización del mercado laboral, pasando a segundo plano los de pleno empleo y cohesión social.

Así las cosas, el empuje más decidido para lograr Más Europa es el que con éste eslogan darán los miles de trabajadores europeos que hoy se manifestarán pacíficamente por las calles de Barcelona, convocados por la Confederación Europea de Sindicatos.

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