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Columna
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Sorpresa en la inflación de enero

El Instituto Nacional de Estadística (INE) ha publicado el índice de precios al consumo (IPC) del mes de enero y la sorpresa ha sido mayúscula: una bajada del 0,1% con respecto a diciembre de 2001, cuando todo el mundo esperaba un aumento entre el 0,8% y un punto, a consecuencia de las subidas de los impuestos sobre gasolinas y gasóleos, alcohol y tabaco y de los precios de determinados servicios como transportes, autopistas de peaje, teléfono, luz y butano.

La opinión pública es muy sensible a lo que ocurre en el citado índice, ya que su evolución va a tener influencia a fin de año en el reajuste por inflación de los salarios y de las pensiones; de aquí la inquietud por saber lo que ha pasado. Al comparar los precios de enero de 2002 con los de diciembre de 2001, se estaban comparando cosas no homogéneas, ya que los cálculos están realizados con metodologías diferentes, y por tanto no tiene sentido la variación de -0,1% habida.

Quizá no se explicó a tiempo que era necesario modificar la metodología que desde hacía 10 años se venía empleando para calcular el IPC a consecuencia del cambio en los hábitos de consumo de los españoles, acercándonos a la cesta de la compra de bienes y servicios que realmente utilizamos hoy.

Aproximará además nuestra metodología a la que utilizan la mayor parte de los países de la Unión Europea. Un ejemplo claro está en tener en cuenta en los precios las rebajas que en determinadas épocas del año se producen en los productos que adquirimos. Ello dará lugar a que determinados meses el índice de precios al consumo, en tasa intermensual, tenga fuertes oscilaciones, pero ello no tendrá influencia en la tasa de inflación anual.

Los cambios de criterio se dan no sólo en la elaboración del IPC. En las empresas se da a veces el cambio de criterio contable para que los resultados del ejercicio respondan mejor a la realidad de la actividad económica. Pero cuando esto sucede se exige a la empresa que explique de manera razonada la necesidad del cambio de criterio y que manifieste cuál sería el resultado si no se hubiera modificado el criterio contable.

Si esto ocurre en el sector empresarial, donde el mercado castiga, a través de la quiebra comportamientos no correctos, en el sector público, que es una economía de no mercado, la absoluta transparencia debe sustituir al mercado.

Creemos por ello que si bien el Instituto Nacional de Estadística no debe publicar oficialmente más IPC que el de la nueva metodología, debería sin embargo haber informado, y sólo como información, cuál hubiera sido el IPC de enero con la antigua metodología, para evitar toda sospecha y dar absoluta transparencia a los resultados.

De esta forma el INE hubiera actuado con el mismo rasero que se le exige a la empresa, para lo cual sólo tiene validez legal la cuenta de resultados elaborada con los nuevos criterios aplicados; el resultado con los antiguos criterios sólo tiene valor informativo.

El INE ha facilitado coeficientes de enlace entre las series de evolución del índice de precios al consumo en 2001, con y sin rebajas, que permitan efectuar estimaciones para 2002. Aplicando dichos coeficientes ha aparecido en la prensa información sobre lo que hubiera sido el IPC de enero 2002 sin rebajas, el 0,4% en lugar del -0,1% que ha resultado teniendo en cuenta las rebajas.

Los meses sucesivos pondrán de manifiesto el efecto estadístico que este último índice lleva aparejado.

En la Unión Europea la inflación ha subido en enero de 2002 sobre diciembre de 2001 el 0,3% y en la zona euro el 0,5%, que se atribuye en gran parte a la mala situación de las redes de transporte de algunos países a causa de los hielos; el impacto en la inflación a consecuencia de la introducción del euro se considera mínimo.

En tasa interanual, el IPC subió en España del 2,7% de diciembre de 2001 al 3,1% en enero de 2002, lo cual supone una mala noticia, a pesar de que el IPC de enero se ha calculado con precios rebajados, que no han sido suficientes para compensar las subidas de precios y de impuestos reseñados con anterioridad. La media del índice de precios de consumo armonizado de enero 2002 de la Unión Europea ha sido del 2,5% en tasa anual, y el de la Unión Monetaria, el 2,7% (ambos sin incluir Irlanda), lo que supone que España se encuentra por encima de las medias de inflación en 0,6 puntos con respecto a la Unión Europea y en 0,4 puntos con relación a la Unión Monetaria.

Desde el ingreso de España en la Unión Monetaria, el diferencial de inflación con respecto a los países de la Unión Europea no cesó de aumentar en el primer año y de mantenerse en los siguientes. En junio de 1998 era sólo dos décimas superior al de la media europea, un año después, mayo de 1999, el diferencial era de un punto; a finales de mayo de 2001 seguía prácticamente con el mismo diferencial (1,1 puntos), y en diciembre de 2001 fue de 0,9 puntos (no tenemos en cuenta lo sucedido en el mes de enero del corriente año, por los hechos conocidos que hemos enumerado, que se corregirán en el transcurso del año).

Llevamos tres años en los que nuestro diferencial de inflación con respecto a la media de los países de la Unión es de un punto, con la pérdida consiguiente de competitividad, como muestra el saldo de la balanza de pagos por cuenta corriente, que ha pasado de ser excedentaria en 1997 en el 0,5% del PIB a los déficit habidos en los años posteriores en cuantía importante.

Sólo un crecimiento de la productividad podría haber evitado el deterioro de la balanza de pagos, pero esto no ha sucedido, pues España se encuentra situada en el pelotón de cola de la Unión Europea en productividad, junto a Suecia, Portugal y Grecia; inclusive, en los últimos años se ha alejado de la media de productividad de los países de la Unión.

Sin reformas estructurales y sin aumentar nuestro gasto en investigación, desarrollo e innovación, en el que estamos a la mitad de la media europea, no será posible recuperar la competitividad. Y sin ella, nuestra actividad seguirá cayendo y la sombra de aumento del paro aparecerá de nuevo.

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