'Fue un error suprimir el Ministerio de Industria'
Nacido en Llodio (Álava) hace 62 años, Jaime Carvajal Urquijo es una de las voces más autorizadas dentro del mundo económico español para hablar con conocimiento de causa sobre el papel que han de jugar los consejos de administración en la vida de las empresas modernas
Presidente de Ford España, de Ericsson España, de Dresdner Kleinwort Capital o de Anfac, vicepresidente de Ferrovial, consejero de Plus Ultra o de Lafarge-Asland y miembro de la Comisión Trilateral. æpermil;stos son sólo algunos de los cargos que en la actualidad desempeña Jaime Carvajal. Echando un poco la vista atrás, se le podrían sumar la presidencia del Banco Urquijo, del Hispano Industrial o la pertenencia a consejos de empresas como Telefónica, Repsol o Banco Hispano Americano. Una brillante trayectoria que se convierte en una atalaya de lujo para analizar con perspectiva y profundidad el devenir no sólo de la política económica nacional, sino también de las grandes corrientes y acontecimientos mundiales.
Pregunta. ¿Detecta síntomas de recuperación en la economía estadounidense?
Respuesta. Existen datos que indican que la recuperación de la economía estadounidense, clave para el resto del mundo, se ha iniciado ya, pero mi preocupación es que no sea ni muy rápida ni muy uniforme. Veo factores negativos, como el elevado endeudamiento de las familias y de las empresas. Se están pagando todavía los excesos de los años noventa, entre los que se encuentra la enorme inversión realizada por el sector industrial, que aún no ha sido absorbida. Con esta situación, con las familias endeudadas y las empresas en posición no inversora, no se sabe muy bien cómo se puede producir una recuperación fuerte. Además, hay datos preocupantes en la economía estadounidense, como el elevado déficit por cuenta corriente. No parece que vaya a haber una recuperación muy rápida.
P. ¿Por qué hay tanto desequilibrio entre la UE y EE UU? ¿Por qué el euro sigue tan bajo respecto al dólar?
R. Porque la economía americana ha demostrado una capacidad de crecimiento superior a la de la Unión Europea. Mientras que la UE ha crecido a un ritmo medio del 1,9% en 10 años, la economía americana lo ha hecho al 3,6%. Y ha sido así porque es una economía mucho más flexible, más dinámica y que invierte mucho más en educación (7,2% del PIB frente al 5,2% en Europa) o en I+D (2,8% del PIB frente a 1,8%). Todo ello atrae grandes masas de capitales, porque hay mejores perspectivas de rentabilidad. Creo, por todo ello, que no vamos a ver una recuperación del euro a corto plazo. Al menos hasta que la economía europea no demuestre una capacidad mayor de crecimiento. Y eso pasa por acometer reformas estructurales.
P. ¿De qué tipo?
R. Liberalizar los mercados energéticos, los financieros, los de telecomunicaciones, etcétera, así como reformar el mercado laboral o lograr una mayor armonización fiscal. La idea debe ser perseguir que la UE funcione como un mercado único real. La economía europea ha perdido competitividad incluso con el euro bajo. En la última década, Europa ha visto disminuir su cuota de mercado del comercio mundial casi dos puntos, mientras que la americana, a pesar de la fortaleza del dólar, ha aumentado su participación en dicho mercado.
P. ¿Le ha sorprendido el rápido proceso de implantación del euro?
R. En general, es para estar muy satisfecho. Ha habido una aceptación total por parte de la población. Por lo que se refiere a las empresas, éstas venían utilizándolo antes, por lo que el cambio no ha sido tan súbito. Para España, estar en el euro es fundamental, nos da una protección que antes no existía y ello tiene enormes ventajas para todos, consumidores y empresas. La contrapartida es que exige cierta disciplina. Pero España está haciendo los deberes bien en inflación, sector público, control del déficit, etc.
P. La gran sombra es Argentina
R. Se trata de una crisis anunciada hace tiempo, una crisis que no es puramente económica. Aquí me gustaría recordar una frase de Octavio Paz: 'Las crisis económicas son crisis morales'. En la gravísima situación que atraviesa Argentina hay un trasfondo político y ético fortísimo. No hay un clase política de recambio en Argentina, puesto que desapareció, prácticamente aniquilada. Además, hay una falta de confianza de los propios argentinos en su país. Es increíble que tengan 150.000 millones de dólares fuera de su país, y que a los españoles, que han invertido unos 40.000 millones de dólares en los últimos años, se les quiera presentar como los responsables de la crisis. Por último, se han cometido grandes errores en la política económica, como haber mantenido a ultranza la paridad con el dólar, lo cual hizo que perdiera competitividad hasta la carne argentina.
P. ¿Qué salida puede tener esta crisis?
R. Pienso que la salida tiene que pasar por una política económica creíble, ortodoxa, que genere la confianza de los grandes inversores, de los mercados de capitales y de las instituciones internacionales. Y es fundamental que cuente con un sistema financiero que funcione, que sea fuerte. Las últimas medidas adoptadas parecen ir por mejor camino.
P. ¿Qué opinión le merece el papel que han jugado las instituciones internacionales en esta crisis?
R. El Banco Mundial en el ejercicio fiscal que terminó en junio de 1999 dio a Argentina 3.000 millones de dólares en créditos. Hubiera sido mejor exigir a Argentina más rigor en su política económica, pero no se hizo. Lo que resulta asombroso y preocupante es que esa cifra es la misma que dio el Banco Mundial a todo el continente africano ese año. Creo que las instituciones financieras internacionales han sido excesivamente blandas con Argentina.
P. Desde Japón tampoco llegan buenos augurios.
R. Japón lleva muchos años en una situación de paralización, de recesión económica. No se ve ninguna salida a esta situación, porque mantiene tres cosas muy negativas. Los japoneses ahorran mucho, pero también se endeudan mucho, su ratio es del 132% de su renta, superior a EE UU, Reino Unido, etcétera. La deuda pública está en el 140% del PIB. Y ello condiciona la inversión pública y el consumo. Un tercer factor muy grave es que el sistema financiero japonés no ha sido saneado todavía. Yo soy muy pesimista. No veo salida clara a su situación.
P. ¿El futuro se concentrará en un pulso entre Europa y EE UU o saldrá un tercer polo económico?
R. El peso de Japón está disminuyendo, pero no el de Asia. Lo normal es que haya tres grandes polos. El nuevo gran poder emergente será China, que está creciendo a una tasa del 8% al 10% anual. China es, por ejemplo, el primer mercado de Ericsson. Aunque tiene una gran prueba pendiente, que es el cambio político. Es imposible que China se convierta en un país moderno y dinámico y que pase a jugar un papel fundamental en el concierto internacional sin una transformación profunda de su sistema político.
P. ¿Le preocupa que en las últimas semanas se hayan producido crisis del calado de la de Argentina o de la de Enron?
R. En efecto, es preocupante, aunque son dos casos totalmente distintos. En ambos ha habido fallos de los mercados financieros, porque han permitido que en las dos situaciones se hayan alcanzado niveles de endeudamiento fortísimos. En el caso de Enron ha fallado todo, el mercado de capitales, la dirección, el consejo, los órganos de control y, por supuesto, un mínimo sentido de integridad y de responsabilidad. En definitiva, un verdadero desastre que puede tener consecuencias muy graves sobre la confianza de los inversores.
P. ¿Qué balance hace de la situación económica española?
R. Creo que hay que estar satisfecho. Insisto en que España ha hecho bien sus deberes, sobre todo en el control del gasto público. A largo plazo, sin embargo, hay cosas preocupantes. Hay un déficit tremendo en el área de I+D. Estamos llegando al 1% del PIB de inversión, muy inferior a las cifras de Estados Unidos o Europa. También veo problemas en el sistema educativo, que tiene mucho que mejorar todavía. Además, creo que la reforma laboral se ha quedado a medias.
P. ¿Qué trabas observa en el mercado laboral?
R. En España hay un sistema dual, un mercado laboral tradicional muy inflexible y otro muy flexible al que están acogidos los trabajadores más jóvenes. Ello crea una situación que es injusta para trabajadores y empresas. Se han hecho cosas, pero la reforma laboral está sin terminar.
P. ¿Y en la política industrial?
R. Se echa en falta una visión más a largo plazo. Haber suprimido el Ministerio de Industria es un error. Es cierto que en Estados Unidos no lo hay, pero España no es EE UU. Yo no concibo un Ministerio de Industria intervencionista. Lo que pienso es que es fundamental que alguien en el Gobierno tenga una visión a largo plazo de los problemas industriales, de manera que cuando se quiera tomar una medida haya alguien que sea capaz de darse cuenta de las implicaciones que puede tener esa decisión para la industria. Ahora se piensa mucho más en la competencia que en la competitividad. A largo plazo, lo importante es la competitividad. Todo esto resulta aun más importante ahora, en un momento en el que el riesgo de perder industrias es mayor, porque uno de los efectos de la globalización es que las empresas no tienen que estar presentes en todos los países. De hecho, están reagrupando plantas industriales para conseguir una mayor eficacia y exportar desde unos pocos países al resto de los mercados.
P. ¿Qué panorama prevé para el sector del automóvil?
R. El mercado se sigue comportando bien, pero nosotros nos tememos que puede haber una pequeña contracción este año, que iría ligada a una cierta desaceleración del crecimiento económico. Nos preocupa mucho más el largo plazo, puesto que hay un exceso de capacidad muy importante en Europa. Va a haber cierres de fábricas, y lo que tenemos que intentar es que España salga bien parada de esta situación. Pero tiene dos factores en contra. Primero, que las decisiones de nuevas inversiones no se toman en España, porque los centros de poder se encuentran fuera. Y el segundo es que geográficamente tenemos una posición marginal, lo cual implica un coste logístico adicional, que pesa. Tenemos que hacer todo lo posible para compensar estos factores. En el pasado lo hemos conseguido con una productividad muy alta, con una calidad muy buena, con un mercado interior que se ha desarrollado de forma atractiva. Y ello ha hecho que España haya llegado a ser el tercer fabricante europeo, una posición que no ocupa en otros sectores. Hemos de tener un cuidado especial con la industria del automóvil y, sobre todo, se ha de evitar la toma de medidas que puedan disminuir la competitividad del sector.
P. ¿Está cercano el fin de la crisis de las telecos?
R. No se explica muy bien la crisis de las telecomunicaciones, pues es un sector que sigue creciendo. El mercado final al que sirven las compañías operadoras está aumentando a tasas del 10% o el 12% anual, que es un ritmo de crecimiento muy alto, aunque se esté desacelerando algo. La causa fundamental de la crisis hay que buscarla en relación a lo que ha ocurrido con el móvil de tercera generación. Ahí la responsabilidad es un poco de todos, de los operadores, de los Gobiernos y de las empresas fabricantes de equipos. Lo que ha pasado es que el éxito de la telefonía móvil de segunda generación ha sido de tal magnitud que cuando se anunció la introducción de la nueva tecnología UMTS se crearon unas expectativas que han resultado falsas. Esas expectativas llevaron a los Gobiernos a establecer unos sistemas de subastas en las que los operadores terminaron pagando por anticipado una buena parte del valor que se esperaba de las nuevas tecnologías y eso les produjo unos niveles de endeudamiento fortísimos, que les obligan a reducir su inversión en otros campos. Además, la nueva tecnología se está retrasando.
P. ¿Cuándo habrá UMTS en España?
R. Mi impresión es que en España va a haber redes disponibles de tercera generación con carácter experimental este año y que se va a tardar algo más de un año en disponer de un servicio comercial real. Vamos a tener UMTS en verano de 2003 y estoy convencido de que, una vez que empiece, va a experimentar un desarrollo rápido.
Pregunta. ¿Para qué sirve un consejo?
Respuesta. En una multinacional o en una empresa puramente familiar, los consejeros suelen actuar más bien como meros asesores. Lo importante es el papel de los consejeros de empresas cotizadas donde existen muchos accionistas y donde el consejo tiene una responsabilidad fundamental.
P. ¿Cuáles son las funciones de un consejo ideal?
R. Hay cuatro funciones clave. En primer lugar, controlar la dirección, asegurarse de que hace una gestión rigurosa y certera. En segundo, para mí la más importante, sustituir al primer ejecutivo cuando se plantee el recambio. Un consejo que acierta en la sustitución del primer ejecutivo ha acertado en el 80% de lo que tiene que hacer. En tercer lugar, el consejo debe compartir con el primer ejecutivo las decisiones clave de la empresa, como nuevas inversiones, adquisiciones, desinversiones, política de dividendo, nivel de endeudamiento. La cuarta función del consejo es proteger los intereses de los accionistas cuando puedan estar amenazados, por ejemplo, frente a núcleos duros o en momentos clave de fusiones y opas.
P. ¿Cómo se puede salvaguardar esa figura del consejero independiente?
R. Los consejeros independientes son esenciales para el buen funcionamiento del consejo, pero, para que sean eficaces, deben reunir dos condiciones. La primera es que sean personas de calidad, con experiencia y con criterio propio. Hace falta además que sean personas con carácter y realmente independientes, dispuestas en todo momento a decir lo que piensan aunque ello les lleve a discrepar en un momento determinado de la dirección. También es importante el sistema de nombramientos, cuanto más institucional y menos personal, mejor, y por supuesto el nivel de remuneración. Ni demasiado baja; porque si no, no se atrae a personas de valía, ni demasiado alta, para evitar que el consejero esté pensando en que un enfrentamiento con la dirección pueda restarle una parte importante de sus ingresos. El consejero tiene que estar siempre dispuesto a arriesgar su puesto.
P. ¿Qué consejos pondría como ejemplo de buen funcionamiento?
R. Los intentos más serios que yo he vivido como consejero han sido el de Repsol en época de âscar Fanjul, del de ahora no puedo hablar, y el actual de Ferrovial.