Los futuros ganan la partida
La pérdida de fuerza relativa de la Bolsa desde mediados de diciembre y el aumento de los índices de volatilidad hacen buena la tesis de los más pesimistas. No es frecuente que los indicadores pasen de ganar un 2% a perderlo en cuestión de minutos. Al mercado, ante todo, le perjudica la incertidumbre, máxime en situaciones en que, como ahora, se duda de la contabilidad de las empresas.
Hay, con todo, un guardián, el Gran Hermano, que lo vigila todo. Que el Dow Jones haya vuelto de nuevo a la zona de los 10.000 puntos no es baladí. Hay como un consenso orquestado entre los grandes bancos de inversiones para que la Bolsa más importante del mundo no se desmorone. Otra cosa es el tecnológico Nasdaq.
El mantenimiento del buen tono aparente de Wall Street ha servido para que el resto de los mercados recuperen el aliento, aunque sea de manera coyuntural. Este fenómeno está soportado por la operativa con derivados debido a la ausencia del inversor final y a la mayor aversión al riesgo bursátil por parte de los grandes gestores de fondos. El trasiego operativo con derivados explica el incremento de las volatilidades y, también, deja más resbaladizo el suelo por donde deben pasar los participantes en Bolsa.
En las últimas horas cunde la sensación entre los expertos de que la proximidad del cierre de febrero, ya a menos de una semana vista, será una excusa inmejorable para que los expertos se empleen a fondo en el lavado de la fachada. Las subidas escaparate pueden generalizarse en los próximos días si Wall Street niega la mayor, que es lo mismo que decir que exporta sus propios males al resto del mundo.
Los operadores más dinámicos coinciden en esta apreciación, porque son ya dos meses seguidos de acumulación de pérdidas. Los especuladores a corto toman posiciones.