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Tribuna
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La evolución de la población activa en España

En España, más que en otros países de la Unión Europea, existe un comportamiento paralelo, en cuanto a la tasa de variación interanual, entre el empleo y la población activa, debido a la importancia del efecto-incorporación al mercado de trabajo en las fases de fuerte crecimiento económico y del efecto-desánimo, que incide, sobre todo, en determinados colectivos de desempleados, como mujeres y jóvenes, en las fases de desaceleración económica.

Con datos de la encuesta de población activa (EPA) del INE, única estadística existente que obtiene estimaciones simultáneas de las tres variables relacionadas con el mercado de trabajo (empleo, actividad y paro), después de varios trimestres (desde mediados de 1999 a mediados de 2000) de un aumento muy acusado de la población activa, coincidente con una fuerte aceleración del empleo, se ha producido en el último año una intensa caída en el ritmo de crecimiento de la población activa, asimismo coincidente con una importante desaceleración del empleo (véase cuadro adjunto).

Este comportamiento paralelo de las dos magnitudes significa que las variaciones del empleo no se trasladan en la misma medida a variaciones del paro. En efecto, en los tres primeros trimestres para los que se dispone de resultados de la EPA del año 2001, el fuerte retroceso que tiene lugar en el crecimiento del empleo (al pasar la tasa interanual de variación del 5% en la media de los tres primeros trimestres de 2000 al 2,1% en el mismo periodo de 2001) sólo se refleja en una amortiguación de la caída del paro de menor intensidad (del -8,7% al -7,5%) como consecuencia de la fuerte desaceleración de la población activa que también tiene lugar en el mismo periodo (del 2,8% al 0,8%).

Este menor crecimiento de la población activa se ha manifestado igualmente, aunque de forma menos clara, en la evolución de la tasa de actividad (porcentaje de la población activa en relación con la población de 16 y más años), que ha aumentado sólo dos décimas los últimos 12 meses: del 51,6% en el tercer trimestre de 2000 al 51,8% un año después.

Dentro de la evolución reciente de la población activa, debe diferenciarse el caso de las mujeres del de los hombres, ya que en el conjunto de los tres primeros trimestres de 2001 se ha interrumpido la tendencia histórica a que el incremento relativo de la población activa femenina superase al de la población masculina. En ese periodo la tasa de variación interanual de los activos ha sido del 0,8%, y la de las activas, del 0,7%, mientras que en el conjunto de 2000 los aumentos fueron, respectivamente, del 1,8% y el 3,1%.

Tal situación ha sido fruto, por un lado, del mantenimiento en 2001 de un ritmo de crecimiento elevado de la población activa masculina (0,8%), en comparación con el de los años anteriores a 2000, en que se produjo un importante avance en la tasa de variación de esa población (al pasar del 0,1% en el año anterior al 1,8%), y, por otro lado, de un intenso proceso de desaceleración de la población activa femenina desde mediados del citado 2000 hasta alcanzar tasas inferiores al 1%, en contraste con los aumentos superiores al 2% o, incluso, al 3% que se habían venido produciendo desde 1985.

Teniendo en cuenta que la población activa es el producto de la tasa de actividad por la población en edad de trabajar, se pueden explicar las variaciones de la primera por el comportamiento de los otros dos componentes, como muestran los gráficos adjuntos para hombres y mujeres desde 1992.

En el caso de los hombres, la evolución de la población activa se justifica principalmente hasta 1997 por el componente poblacional, es decir, por el comportamiento de la población en edad de trabajar, ya que la tasa de actividad tuvo hasta ese año una incidencia negativa en la citada evolución. Por el contrario, a partir de ese año, y con la excepción de 2000, pasó a ser la tasa de actividad el factor fundamental en la explicación de la variación positiva de la población activa masculina, en contraste con el comportamiento negativo de la población en ese periodo. En 2000 se produjo una recuperación del componente poblacional, lo que, junto con el mantenimiento de una evolución positiva de la tasa de actividad, hace comprensible la aceleración que tuvo lugar en ese año en la población activa masculina.

En cambio, en las mujeres la evolución de la población activa en todo el periodo considerado se explica, casi exclusivamente, por la tasa de actividad, ya que el componente de la población en edad de trabajar tuvo un comportamiento estable e, incluso, decreciente en los últimos años. En concreto, desde el último trimestre de 1999 se explica prácticamente en su totalidad por la tasa de actividad tanto la intensa acentuación del ritmo de aumento de la población activa femenina que tiene lugar hasta mediados de 2000 como la amortiguación de dicho ritmo desde entonces.

Considerando ahora la evolución de la tasa de actividad (cuadro adjunto), en el caso de los hombres se observa un avance importante en los dos últimos años, después de que dicha tasa, que había tenido históricamente una fuerte tendencia descendente hasta 1995, se había mantenido prácticamente estable en los años siguientes (1996-1999), lo que puede estar suponiendo un cambio significativo en el mercado de trabajo español.

En lo que respecta a la tasa de actividad femenina, que había aumentado persistentemente desde 1982, sufrió un freno en esta tendencia expansiva a finales de 2000, que continuó en el transcurso del primer semestre de 2001, aunque el valor de dicha tasa ha acabado recuperándose en el tercer trimestre de ese último año.

La tasa de actividad femenina sigue, en cualquier caso, siendo muy inferior a la masculina. Con datos de la EPA relativos al tercer trimestre de 2001, la tasa de actividad femenina respecto a la población de 16 y más años (40,1%) es inferior en 24,3 puntos porcentuales a la masculina (64,4%).

Por último, si se comparan las tasas de actividad de España y del promedio de la Unión Europea (considerando la población en edad de trabajar a partir de los 15 años), según datos de Eurostat para el año 2000, la diferencia, que es de 2,9 puntos en el caso de los hombres (62,9% para España y 65,8% para la Unión Europea), se eleva a 7,7 puntos en el caso de las mujeres (39,2% y 46,9%, respectivamente), lo que significa que, a pesar de la tendencia creciente de los últimos 20 años, todavía es relativamente escasa la participación de la mujer en el mercado de trabajo español.

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