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Las Bolsas ponen a prueba los ascensos conseguidos desde el 21 de septiembre

Las Bolsas del mundo alcanzaron sus niveles más bajos el viernes 21 de septiembre, día de cierre de una semana de grandes convulsiones en Wall Street, al permanecer cerrada la anterior por los atentados terroristas. Desde entonces, la recuperación ha sido continuada.

Los movimientos de los bancos centrales la semana pasada confirmaron lo que los mercados ya sabían. O lo que es lo mismo, que las medidas ya estaban descontadas en los precios. Es más, las proyecciones de los futuros aventuran, pura apuesta, nuevos y contundentes recortes de los tipos de interés en los próximos meses, principalmente en Estados Unidos.

En términos de Bolsa los expertos consideran que nada ha cambiado en las últimas semanas. Los mercados estadounidenses siguen especialmente sobrevalorados tanto respecto a sus propios fundamentales, con cifras de PER, según sistemas de cálculo, en el entorno de las 30 veces y, claro está, frente a los promedios europeos.

Pese al empeño demostrado por propios y extraños, pese a los esfuerzos de transmisión manifestados por los grandes analistas internacionales en el sentido de procurar una mejora del flujo de fondos hacia Europa en detrimento de Estados Unidos, la realidad es la de siempre. Wall Street marca el ritmo a seguir y cualquier estornudo llega con aires de gripe a Europa y al revés.

Los resultados divulgados en las últimas semanas no son, precisamente, satisfactorios, aunque las Bolsas parecen haberse conformado con malos datos al esperarlos horribles. Cuestión, por tanto, de terminología, aunque no justifica por sí misma valoraciones estadounidenses tan excesivas.

Los mercados se enfrentan desde hace unos días a los niveles más altos alcanzados desde el 21 de septiembre. En el empeño de consolidación hay una advertencia negativa hecha por los analistas. Los bajos volúmenes de negocio constituyen el punto más débil del actual entramado bursátil.

La fuerte subida de la volatilidad en las últimas cuatro semanas está justificada, precisamente, por la ausencia de inversores finales, tanto privados como institucionales, y el aumento de las operaciones con derivados. Pura matemática que deja el mercado en tierra de nadie, porque los flujos de dinero para sostener tendencias no llegan, al menos por ahora.

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