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El PIB per cápita de España supone ya el 83% de la renta comunitaria

Una vez lograda la estabilidad macroeconómica, la principal asignatura pendiente de la economía española es su acercamiento a los niveles de renta de los países más avanzados de la UE. Es la llamada convergencia real y el principal indicador que la mide es el PIB per cápita. El pasado año el correspondiente a España se situó en el 83% del PIB comunitario, un 51,6% más que el que tenía en 1986, fecha de su entrada en la UE.

Este proceso de mejora de la renta española no ha sido uniforme a lo largo de los últimos 40 años de los que se dispone de información, ni en su intensidad ni en la identificación de los factores que han propiciado este cambio.

Hace 40 años el producto interior bruto (PIB) per cápita español representaba el 58% del comunitario y aunque inició una constante senda de acercamiento, ésta se vio interrumpida por las crisis energéticas de los años 1975 y 1985.

A partir del ingreso de España en la Comunidad Económica Europea (CEE), en 1986, el avance de la convergencia real registró un decisivo impulso. Según sostiene el Banco de España en el informe de coyuntura correspondiente a julio y agosto, a lo largo de los últimos 15 años el PIB per cápita español ha aumentado en tasa acumulada un 51,6%, lo que supone unos 18 puntos porcentuales más que el aumento del PIB comunitario. Este ostensible recorte en las diferencias de bienestar económico con los principales países de la Unión Europea (UE) se ha producido fundamentalmente por la mayor intensidad en la creación de empleo en España y también por un comportamiento más expansivo de la población en edad de trabajar.

Sin embargo, la evolución de esta segunda variable, el volumen total de la población activa en España, está reflejando en la actualidad la drástica caída de la tasa de natalidad, que comenzó a producirse ya en la década de los ochenta.

Tasa de ocupación

Por este motivo, desde hace algunos años los expertos no dejan de aconsejar la puesta en marcha de medidas que palien ese bajo índice de nacimientos, ya que en el futuro repercutirá en la población activa; de forma que sólo con la inmigración podrá solucionarse la más que probable falta de mano de obra en numerosos sectores productivos.

Por su parte, España también ha asistido en los últimos años a una auténtica revolución en la tasa de ocupación, que ha venido marcada por las sucesivas reformas del mercado laboral, tendentes a aumentar la capacidad de la economía española para generar empleo. Los avances producidos en la ocupación española, que tradicionalmente ha sido anormalmente baja respecto a la media comunitaria, no se han traducido en recortes de la tasa de paro igual de espectaculares, debido sobre todo a la importante incorporación de la mujer al mercado laboral.

El crecimiento de la productividad del trabajo ha sido más moderado e inferior en casi todos los años que analiza el Banco de España al registrado en el promedio de la UE, lo que ha venido determinado porque el diferencial en la generación de empleo ha sido superior al del crecimiento real.

Otro de los aspectos, además del empleo, que explica este acercamiento del PIB español al comunitario es la dotación de infraestructuras y de capital tecnológico y humano. Respecto a esta última variable, en el transcurso de los últimos años se ha apreciado una sensible elevación de los niveles de formación y cualificación. Así, el porcentaje de población con educación secundaria y superior representó en 2000 el 73% de la población ocupada.

Por contra, como indicador pesimista, el informe constata un cierto agotamiento en la actividad inversora, que atribuye al ajuste del gasto público. No obstante, todavía restan importantes proyectos de construcción de grandes obras de infraestructuras en cartera, que estarán sustentados en gran medida por el capital privado.

Según concluye el Banco de España, el desfase que todavía existe y que se cifra en el 17% de la renta per cápita comunitaria está determinado por las diferencias en las tasas de ocupación, que en España representa el 88% del promedio de la UE y en la productividad del trabajo, que asciende al 92% del nivel comunitario.

Para seguir progresando en la convergencia real es necesario, según el informe, promover la capitalización de las empresas y el aumento de la productividad total.

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