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TRIBUNA

<I>Cavallo pierde su magia </i>

Las opciones disponibles para atajar los problemas económicos de Argentina son muy limitadas.

El pasado fin de semana el Ministerio de Finanzas argentino avanzaba detalles sobre nuevas medidas económicas destinadas a incrementar la competitividad de su economía. El nuevo paquete trataba de estimular el sector productor de bienes comercializables y contenía algunas mejoras fiscales para empresas y familias.

El paquete fue acogido por los mercados financieros internacionales con aumento del riesgo país asignado a las emisiones argentinas. Otros mercados estrechamente vinculados con la situación argentina se hacían eco: la Bolsa española caía fuertemente, por las pérdidas en los valores con resultados más expuestos a la economía latinoamericana, mientras que el real brasileño se depreciaba hasta un nuevo valor mínimo en términos de dólares. En Argentina el lunes fue fiesta, pero la Bolsa de Buenos Aires caía el martes un 4,5%.

El punto más traumático de las nuevas medidas son las modificaciones que se introducen en el tratamiento de importaciones y exportaciones. El Gobierno establece una subvención a las exportaciones no energéticas y un arancel a las importaciones. Subvención y arancel variarán de acuerdo con la cotización del euro frente al dólar, y serán nulos cuando un euro valga un dólar.

Los analistas financieros lo interpretaron de manera diferente. Para ellos, los ingresos en dólares de los exportadores y los pagos de los importadores podrían cambiarse por pesos a un cambio depreciado respecto a la paridad (1 peso=1 dólar). El grado de depreciación del peso para exportadores e importadores estará asociado a la cotización del euro frente al dólar, alineándose los dos tipos de cam-bio (normal y para comercio exterior) cuando euro y dólar coticen a la par. En los mercados financieros la medida se valoró como un régimen de doble tipo de cambio.

Por supuesto, ambos instrumentos, doble tipo de cambio y combinación de arancel y subvención, son equivalentes en cuanto a efectos, pero, en lugar de haberse interpretado la medida como un estímulo al sector exterior, se ha interpretado como una devaluación encubierta. Un doble tipo de cambio no es sostenible, acaba en devaluación, pero un sistema de aranceles y subvenciones es la norma de las economías desarrolladas.

En este caso, las dotes de comunicación del equipo de Cavallo merecen un suspenso. De hecho, las intervenciones de los responsables económicos argentinos desde el lunes se han centrado en la explicación de la medida como puramente comercial, reiterando su compromiso con la convertibilidad del peso. El propio Domingo Cavallo se defendía de las críticas de los analistas mencionando que "no habían entendido nada". Excluidas las exportaciones energéticas, el coste de las subvenciones no puede ser elevado y puede ser financiado, por lo que podría recaudarse vía incremento de aranceles. El resto de medidas parece sensato desde los puntos de vista de la eficiencia y de la recaudación. Por tanto, el riesgo de impago de los activos soberanos argentinos no debería verse afectado por las medidas anunciadas el pasado fin de semana. Al contrario, por ejemplo, los especialistas en Latinoamérica de Moody's reconocieron su sensatez a medio plazo.

La respuesta de los mercados financieros, pese a todo, vuelve a poner en dificultades a Argentina. Desde la llegada de Cavallo, la confianza de los inversores en aquel país se había reforzado. Su mera presencia y su compromiso para cumplir los objetivos pactados con el Fondo Monetario Internacional (FMI) eran avales suficientes para los mercados financieros. Ello le permitió, recientemente, completar un canje de deuda cuyo principal objetivo consistía en aliviar a corto plazo los pagos asociados a su servicio, reduciendo significativamente las necesidades de financiación argentinas en los próximos dos años.

Pero la magia se agota con una economía en una fase de prolongada recesión, una elevada tasa de paro y noticias exteriores desfavorables (estancamiento del comercio mundial, caída del precio de las materias primas y depreciación del real). Además, las opciones disponibles para atajar los problemas económicos son muy limitadas. En lo concerniente a política cambiaria, nadie puede mantener que una ruptura de la convertibilidad sea una opción mejor que su mantenimiento, pues podría provocar quiebras generalizadas de los agentes argentinos endeudados en dólares: las familias, las empresas, los bancos y el Estado (es decir, todos).

La política fiscal está condicionada por los objetivos de déficit pactados con el FMI y por el elevado endeudamiento del Estado argentino. Los estímulos financieros no llegan, ni siquiera con la Reserva Federal bajando tipos vertiginosamente, ante la desconfianza de los inversores, que se traduce en el mantenimiento de elevados tipos de interés y restricciones en la concesión de nuevos créditos. Con el valor del real brasileño en dólares cayendo otro 24% en 2001, la única opción es la protección del sector exterior argentino.

Queda por ver si es efectiva, porque no quedan más conejos en la chistera de Cavallo.

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