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TRIBUNA
Columna
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¿Ha ganado la presión política?

En el recorte de tipos de interés aprobado por el Banco Central Europeo han ganado más las presiones que el sentido común.

Carlos Sebastián

La reducción del tipo de intervención en 25 puntos básicos decidida ayer por el Banco Central Europeo (BCE) satisface, al menos como gesto, las presiones que la clase política europea estaba ejerciendo sobre el bisoño BCE. Para algunos analistas, sin embargo, esta decisión debía tomarse con independencia de la presión de los políticos, en función de los datos de la coyuntura europea. ¿Han gana-do los políticos o había razones suficientes para tomar una decisión de este tipo?

Veamos los datos. El primero que hay que recordar es que el objetivo primordial del BCE es la estabilidad de los precios y que el objetivo de inflación el propio banco lo situó en el 2,0%.

La inflación en la zona euro estaba en marzo en el 2,6% y los datos preliminares de abril (que se confirmarán hoy viernes) indican la probabilidad de un repunte (en Alemania, según el dato provisional, la inflación se ha situado en abril en el 2,8%, desde el 2,5% de marzo).

Por otro lado, la demanda interna de los países de la zona se está desacelerando. De forma muy notable en Alemania y en España y de forma moderada en Francia y en Italia (por citar los cuatro países más importantes). La desaceleración de la demanda interna española no es una mala noticia para el responsable de la política monetaria, pues ve-nía registrando un crecimiento excesivo que se había traducido en tensiones inflacionistas. El debilitamien-to de la demanda interna alemana es otra cuestión.

En ese país el consumo privado está realmente débil, la inversión en construcción lleva varios trimestres cayendo (con tasas negativas) y la inversión en equipos se está desacelerando. Y se tiene la (justificada) impresión de que lo que pasa en aquel país es importante para el conjunto de la UE. La demanda interna en Francia y en Italia mantiene un crecimiento sano (mayor en el primero que en el segundo), ligeramente inferior al de los últimos años.

Con todos estos datos, una decisión de relajar la política monetaria tendría que ser muy explicada, para no ahondar en la sensación de que el nuevo Banco Central es tan sensible a presiones políticas como lo es el resto de las instituciones europeas. ¿Cómo se podría argumentar? Podría esgrimirse que los factores que han determinado que la inflación esté por encima del 2% son más de oferta que de demanda (precios energéticos, precios cárnicos, etcétera). Y que la política monetaria opera, en su control de la inflación, por el lado de la demanda y ésta no es la causa del repunte inflacionario. Esto, junto al buen comportamiento del objetivo intermedio de la política monetaria, la evolución de la M3, permitiría justificar el cambio de política emprendido por el BCE, del mismo signo que el acometido por la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra.

¿Resulta convincente este argumento? Sólo a medias. Efectivamente, la política monetaria opera sobre todo por la demanda, pero la traslación de los aumentos de costes a los precios no es independiente del contexto monetario y de las expectativas de los agentes sobre la inflación. Y estas expectativas no son independientes de la percepción que tengan los agentes sobre el rigor de la autoridad monetaria. Y el rigor del BCE está por demostrarse. Si se sospecha que la relajación monetaria, cuando la inflación está claramente por encima del objetivo, es el resultado de presiones para que el banco se proponga otros objetivos distintos de la estabilidad de precios, la credibilidad de la nueva autoridad monetaria resulta dañada.

Todo ello me lleva a contestar que han ganado más las presiones que el sentido común. Y ha sido, además, una victoria pírrica. Puestos a contribuir a la débil demanda interna alemana (la de los otros países de la Unión no necesitan ayudas), 25 puntos básicos menos suponen una ayuda casi despreciable. Puestos, podían haber bajado 50 o 75 puntos. Los beneficios de un recorte de sólo un cuartillo no parecen justificar los costes en pérdida de credibilidad que ha podido tener la medida... (Una victoria pírrica alemana que resultará inútil, ¿a qué me recuerda esto?)

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