_
_
_
_
TRIBUNA

<I>El efecto Miranda</I>

Miguel Ángel Aguilar critica los argumentos que emplea en sus comparecencias públicas el delegado del Gobierno para la Inmigración y la Extranjería, Enrique Fernández-Miranda.

Después de una interesante y apasionada charla seguida de cena e intensa sobremesa con Chen Shuxum, director del departamento de enlace con el Press Club de la All China Journalists Association, y con Lin Hai, la subdirectora, ya de regreso al hotel Beijing Internacional, he paseado hasta la cercana plaza de Tiananmen y, cuando estaba dispuesto a escribir sobre mis impresiones chinas de estos días, la consulta de la prensa española por Internet me obliga a aplazar ese propósito inicial para ocuparme con la urgencia requerida de las declaraciones de Fernández-Miranda, esa joya que Aznar ha puesto al cargo de materia tan sensible como los inmigrantes.

Según un despacho de la agencia Efe, a la que en los últimos años no se le conoce desviacionismo alguno respecto al gran timonel y a toda su tripulación, el delegado del Gobierno ha asegurado que los derechos que la nueva Ley de Extranjería niega a los indocumentados no son fundamentales sino sociales. Enseguida se parapeta detrás de los informes sobre la citada ley que hicieron en su día el Consejo General del Poder Judicial y el Consejo de Estado.

Cuánto mejor y más guapo está Fernández-Miranda calladito. Quién le mandará entrar en disquisiciones sobre la naturaleza de los derechos. Sus apreciaciones recuerdan las que hizo en su día el llorado Martín Artajo, ministro de Asuntos Exteriores, para defender al régimen de Franco al que servía cuando le acusaban de falta de respeto a las libertades. Dijo entonces el ministro, poniéndose muy escolástico, que era necesario distinguir entre libertades sustanciales y accidentales, que el régimen de Franco respetaba las libertades sustanciales, que eran las propias y distintivas de los seres humanos, entre las que mencionaba las de nacer, crecer, formar una familia, etcétera, y que las libertades de prensa o de partidos políticos o de sindicación o de huelga eran pura accidentalidad ajena a la naturaleza humana, cuyo reconocimiento quedaba condicionado a las circunstancias. Desde los micrófonos londinenses de la BBC Salvador de Madariaga le dio entonces al ministro franquista una réplica festiva, recogida en el volumen General, márchese usted, donde se compilaron sus celebradas charlas ante esos micrófonos. Decía Madariaga que, en efecto, de todos es sabido lo que defiende el ministro y que fundar asociaciones o partidos, crear periódicos o sindicatos y convocar huelgas son actividades ajenas a los humanos y a la que viene mostrando mucha propensión el ganado vacuno y la cabaña ovina.

Más de 50 años después aparece Fernández-Miranda, desertor de otras disciplinas, y se lanza a discriminar entre derechos para relegar nada menos que los de asociación, manifestación y huelga, como si fueran martingalas o adornos superficiales de los que se pueda despojar a los inmigrantes sin papeles por mera aplicación del derecho administrativo. Por si semejante insolencia fuera insuficiente, Fernández-Miranda, dispuesto a todo en una visita a la Ciudad Condal, abandona la distinción entre derechos fundamentales y sociales y busca refugio en la física de Newton para ensayar, en un alarde de incompetencia, la justificación de la continua llegada de inmigrantes indiferentes al cambio de una legislación a la que los del PP quisieron atribuir unas consecuencias prodigiosas, que han resultado inapreciables en la práctica. Quantité negligeable, que dirían los franceses. Empeñado en que el pasado le dé la razón, aduce que en 1999 vinieron en pateras 3.500 y que en 2000 ese transbordo lo hicieron 15.000, y achaca el crecimiento a la ley que el PP derogó, pero el muy cuco se abstiene de aportar cifras de 2001 y nos quedamos sin saber los efectos de su particular bálsamo de Fierabrás.

Fernández-Miranda, que habló en su día del efecto llamada de la ley anterior, como si los subsaharianos estuvieran suscritos al Boletín Oficial del Estado, se ha sacado ahora de la manga un nuevo efecto, el efecto péndulo. Y dice que "los péndulos no se paran en seco sino que tienen una serie de inercias en la oscilación".

Ahí le esperaba yo al delegado Nacional para la Inmigración. Primero, los péndulos pueden pararse de muchas maneras, también en seco. Segundo, otro caso es si se les deja que continúen en movimiento libremente, entonces el tiempo que tardarán en detenerse dependerá del coeficiente de rozamiento en el punto de suspensión. Tercero, los péndulos no "tienen una serie de inercias en la oscilación", oscilan por una combinación de las fuerzas de inercia y de la gravedad. Cuarto, en el caso de la inmigración está clara la fuerza de la inercia y el gradiente insoportable carencia-prosperidad a uno y otro lado del estrecho de Gibraltar, pero la acción del Gobierno sigue siendo un despropósito, como las declaraciones de su delegado Nacional Fernández-Miranda.

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_