El Protocolo de Kioto, un proyecto en suspenso
En cuatro años, sólo Rumania ha ratificado el compromiso mundial más importante para el medio ambiente. Faltan 54 firmas más para que el proyecto se convierta en realidad.
En juego están la supervivencia de la Tierra y unos intereses de más de 20.000 millones de dólares. Una delegación de la UE se entrevista hoy con los responsables de Medio Ambiente estadounidenses para negociar las condiciones en las que EE UU volvería a apoyar el Protocolo de Kioto, sobre la reducción de emisiones de gases contaminantes. El presidente estadounidense, George Bush, rechazó el protocolo la semana pasada porque "es perjudicial para los intereses económicos de EE UU", el país que representa el 25% de la contaminación mundial.
El Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, en sus siglas en inglés), creado por la ONU en 1988 para vigilar la evolución medioambiental, se reu-nirá del miércoles al viernes en Nairobi (Kenia) para estudiar la nueva situación.
El protocolo, firmado en 1997, tiene como objetivo combatir la contaminación atmosférica. Para ello, 39 países industrializados se comprometieron a una reducción drástica en la emisión de los seis principales gases causantes del efecto invernadero. El plazo termina en 2012 y el compromiso requiere un recorte medio del 5,2% de las emisiones respecto a los niveles de 1990.
El reparto fue desigual. El objetivo de EE UU era reducir el 7%; el de Japón, un 6%, y la UE debía recortar sus emisiones un 8%, pero con diferencias muy amplias. Mientras que Alemania debe reducir sus emisiones un 21%, España y Grecia tienen permiso para aumentar las emisiones, un 15% la primera y un 25% la segunda.
Para que el compromiso por el medio ambiente tuviese una incidencia real, el protocolo estableció que tenía que ser ratificado por, al menos, 55 países, que además debían representar un mínimo del 55% del total de las emisiones de gases contaminantes. Cuatro años después, solamente Rumania ha ratificado el acuerdo.
Venta de la contaminación
Uno de los principales puntos de desencuentro entre EE UU y la UE es el conocido como comercio de emisiones. Un acuerdo que impuso EE UU en el acuerdo de Kioto, dentro de las llamadas medidas de flexibilización, pensadas para facilitar los compromisos ecológicos a los países más industrializados.
El comercio de emisiones establece que, si un país contamina menos de lo que tiene fijado por el protocolo, otros países pueden comprar la parte sobrante de su cuota. Un negocio que puede mover de 20.000 a 30.000 millones de dólares al año (entre 3,7 y 5,5 billones de pesetas) a partir de 2010. El Banco Mundial eleva la cifra del negocio a 40.000 millones de dólares (aproximadamente, 7,4 billones de pesetas).
El segundo mecanismo previsto por el protocolo es la cuota de los sumideros. Un sumidero es un ecosistema capaz de absorber más CO2 del que emite, actuando como trampa para el dióxido de carbono, principal causante del efecto invernadero.
Los sumideros naturales son el mar y la vegetación. EE UU pretende incluir, además de sus bosques, la gestión de pastos y tierras de cultivo como medio para descontarse emisiones, además de cualquier plantación que haga en otros países. En este sentido, la Administración estadounidense estudiaba planes de reforestación en México, unas propuestas que le permitirían ahorrarse más de 50 millones de toneladas de CO2.
Otra de las concesiones hechas en Kioto es la de los "mecanismos de desarrollo limpio". Un procedimiento por el cual los países comprometidos obtendrían descuentos si ayudan económicamente a los países en vías de desarrollo a crear industrias que respeten el medio ambiente. La UE y EE UU pretenden utilizar este recurso para instalar centrales nucleares en los países del Tercer Mundo.
Mientras EE UU y la UE negocian un acuerdo "económicamente viable", según la comisaria de Medio Ambiente, Margot Wallstrom, el calentamiento de la Tierra prosigue. El último informe del IPCC prevé para este siglo un aumento de la temperatura de entre 1,4º y 5,8º, "sin precedente en los últimos 10.000 años". Consecuencias: meteorología extrema, aumento de las sequías, ciclones y deshielo de los polos. El nivel del mar puede subir entre 9 y 88 centímetros y tragarse así varias islas de Oceanía, pobladas, por supuesto.
La retirada de Bush se veía venir
La retirada del nuevo presidente de EE UU del Protocolo de Kioto no ha supuesto una gran sorpresa. El cambio de Administración ya alertó a algunos de los negociadores en la cumbre de La Haya, cuando la UE, dividida, rechazó la última propuesta de EE UU. "En lugar de trabajar para proteger el planeta", se quejaron entonces las organizaciones no gubernamentales estadounidenses, "los europeos se echaron para atrás ante una oportunidad crucial". También el subsecretario de Asuntos Internacionales de Bill Clinton, Frank E. Loy, advirtió que EE UU había apurado sus límites de flexibilidad y pronosticó que con la nueva Administración republicana sería imposible ratificar un acuerdo similar. "Algunos parecen guiarse más por dogmatismo que por pragmatismo", lamentó entonces Loy.
Reino Unido fue uno de los países que apoyó la propuesta estadounidense temiendo que Bush radicalizará más su postura. John Prescott, viceprimer ministro británico declaró antes del relevo en la Casa Blanca: "Con toda probabilidad, la maquinaria negociadora cambiará con la llegada de George Bush, por lo que debemos aprovechar este tiempo". Por lo visto, el nuevo presidente no defraudó.