La crisis de Japón agudiza las tensiones en los mercados internacionales
La crisis económica enquistada en Japón vuelve a primera línea. Como en tantas ocasiones en la última década, los problemas financieros en Extremo Oriente son un foco de preocupación para los mercados internacionales. De nuevo azotan la morosidad, el estancamiento y la falta de liderazgo político.
El pasado jueves, Japón parcheaba las vías de agua que amenazan con hundir su sistema financiero. Tres bancos se ponían de acuerdo para pro-visionar créditos dudosos mientras desde medios políticos se filtraba la idea de utilizar fondos públicos para sostener la Bolsa.
Se intenta evitar que el país caiga en otra espiral de crisis bancaria, caída de los mercados y recesión. En los últimos días, Fitch rebajó la calificación de 19 bancos y el ministro de Finanzas, Kiichi Miyazawa, admitió la gravedad de la crisis.
Pero el mercado ha agradecido las últimas medidas y el Nikkei ha subido en las últimas tres sesiones. Pero siguen sin llegar los cambios profundos y necesarios para que Japón deje de ser una bomba de relojería en el sistema financiero mundial. Sobre todo ahora que Estados Unidos se aboca a una recesión y ya no puede absorber más turbulencias.
El efecto dominó que con tanta eficacia funcionó en 1997 y 1998 podría repetirse. Un nuevo revés en el sistema financiero (la bancarrota de un banco de mediano tamaño, la dimisión de Mori, una revisión del riesgo crediticio) puede abrir la caja de los truenos y expandir la crisis por todo el mundo. Es por eso que los analistas tienen un ojo en el Nasdaq y otro en Japón. Y si mañana Alan Greenspan decide bajar los tipos tres cuartos de punto, posiblemente no piense exclusivamente en la cartera del americano medio.
En el mejor de los casos, Japón ni bajará tipos ni aumentará el gasto fiscal (no tiene margen de maniobra apenas), sino que pondrá en marcha la máquina de imprimir billetes y sostendrá como pueda el Nikkei. Con ello podría capear la crisis actual y evitar un contagio del pánico a otras regiones del mundo. La falta de liderazgo político, la excesiva interdependencia de finanzas e industria y la nula confianza del consumidor son más difíciles de solucionar.
Pero si los rumores de más impagados derrumban el sector bancario, el mínimo del Nikkei ya no será de 16 años, sino de alguno más. Y Tokio volverá a ser el epicentro de un terremoto financiero mundial. Pánico, como en 1998 con el LTCM.
Algo más que una debacle económica
Tulipanes, valores tecnológicos y oficinas en el centro de Tokio. Desde siempre la conducta humana ha creado burbujas especulativas y ha inflado el precio de las cosas. No obstante, las comparaciones de la crisis actual de la nueva economía con la debacle japonesa son, hoy por hoy, infundadas. Porque la catástrofe nipona es tanto o más cultural que económica.
Fue la caída de un modelo en la que los funcionarios y los políticos, los banqueros y los industriales eran familias. En la que un empleo era para toda la vida. Fue, en fin, la crisis de un sistema por sus contradicciones con un entorno internacional abierto. Para poder comparar la crisis de EE UU con la de Japón tendría que venirse abajo no sólo el Nasdaq, sino el modo de vida americano en su totalidad.
Los excesos han deteriorado el sistema financiero estadounidense. El crédito se ha desmandado y los activos han perdido calidad. Pero estos problemas son minucias comparados con el Japón de 1990.
China, preocupada por el riesgo de burbuja financiera
En estos tiempos de crisis financiera, quedan rincones donde nacen burbujas y se habla de exuberancia irracional. Portavoces de la Bolsa de Shangai advirtieron la semana pasada del riesgo de una fuerte caída de los mercados de renta variable chinos.
Desde que el 19 de febrero el Gobierno chino eliminase las barreras para que los inversores nacionales compren títulos de acciones denominadas en divisa fuerte (dólar hongkonés, yen o dólar EE UU, por lo general), los índices de este tipo de títulos (acciones B) han duplicado su valor.
"El mercado puede estallar en cualquier momento", declaró Liu Xiaodong, vicepresidente de la Bolsa de Shangai, "y nosotros no tenemos mecanismos de protección". La burbuja financiera china surgida de la voracidad inversora de más de 50 millones de inversores que apenas cuentan con oportunidades de inversión.
La creación en la costa china de las zonas económicas especiales y la integración de Hong Kong han desatado en China una verdadera euforia capitalista popular. Si no se corrigen los desequilibrios, el gigante oriental también vivirá la parte menos agradable de la apertura al mercado.