El 'efecto enero' lleva en volandas un mercado muy penalizado en 2000
Ciclos cortos, pero muy intensos. Es el signo de la Bolsa en los tres últimos años. Las predicciones que hacen los analistas cambian de manera radical en cuestión de horas. Son capaces de pronosticar una recesión hoy y asegurar al día siguiente que la economía del mundo ha entrado en una fase de crecimiento acelerado.
Los mercados de acciones se han mostrado incapaces de desvincular sus movimientos de los pronósticos alarmistas de los agitadores. La industria de la intermediación financiera ha cambiado las reglas de juego.
Proyectar inversiones a medio y largo plazo, amén de no servir para nada, puede conducir a errores insalvables. El corto plazo domina y dominará, dicen los observadores, el escenario operativo de los mercados de acciones.
A finales de diciembre, es decir, hace tan sólo tres semanas, nadie quería hablar de la Bolsa. Era la gran apestada. Tres semanas después, los inversores se agolpan a las puertas del mercado y entran en tropel. Llevan en volandas a un mercado que, eso sí, fue penalizado al máximo en 2000.
A estas alturas de mes aún hay analistas que no se creen que la Bolsa haya subido de manera súbita. Política de avestruz. Estos mismos analistas, a tenor de lo observado en los últimos años, aconsejarán la entrada cuando ya sea tarde. Quizá, como sucedió a finales de septiembre, cuando los índices se aproximen a los máximos.
El efecto enero ha cogido por sorpresa a propios y extraños. Tanta era la depresión de las Bolsas hace tres semanas, que incluso los más optimistas se olvidaron de la historia, la que indica que el primer mes del año suele marcar tendencia para el conjunto del ejercicio, según sean sus movimientos.
Situaciones técnicas aparte, los analistas más fríos consideran que el verdadero peligro del mercado se encuentra en la zona de los 11.000 puntos, porque está mucho dinero ahí atrapado.