Agroalimentación, una cesta de la compra tan asequible como saludable

La innovación gana enteros y crece la demanda de productos con valor añadido

El precio de la carne de cerdo también evolucionó al alza a lo largo de 2023.Maria Graziani (Getty Images)

Desde hace un par de años, el encarecimiento del carro de la compra ha conseguido que, por desgracia y también por salud, lo que comemos y bebemos recupere protagonismo y centre nuestro interés. La industria alimentaria está en constante evolución por un sinfín de factores, como son el crecimiento de la población –la ONU calcula que en 2050 la producción de alimentos deberá aumentar un 70%–, la concentración urbana y los cambios en los hábitos de consumo, entre otros.

Y hablamos del primer sector industrial en España, pues, aunque en 2023 la producción ha bajado un 2,6%, su valor añadido bruto se ha elevado un 8% y ha logrado una aportación fiscal de 53.000 millones de euros y una contribución al PIB del 2,5%. Tan fuerte como resiliente, si bien sensible a todo, y a veces demasiadas cosas a un tiempo: desglobalización, geopolítica y conflictos bélicos, malestar en el sector primario (UE), climatología, y suma y sigue.

Favoritos

Los productos españoles con más demanda internacional son, entre otros, los cárnicos, las conservas hortofrutícolas, los pescados y mariscos, el aceite de oliva y el vino, por este orden. 

Así que la tendencia inflacionista acaba colándose en las despensas y, sobre todo, en los bolsillos, como se ha comprobado desde hace meses. El máximo ejemplo de esta escalada es el aceite de oliva, que, aunque ya ha visto descender su precio un 2,1% en mayo, como indica el INE, llegó a alcanzar los 13,45 euros por litro, encabezando las subidas interanuales de alimentos en torno a un 73%, según Facua (Consumidores en Acción).

Al margen de este caso excepcional, cuya causa primera radica en la sequía sufrida, “vivimos un momento de cierto relax y moderación de precios. Sin embargo, la incertidumbre y el riesgo siempre están latentes”, declara José María Bonmatí, presidente de la asociación Aecoc, la única que incluye toda la cadena de valor de la agroalimentación. “Lo bueno es que, dada la competencia, cada vez encontramos más productos a buen precio al revitalizarse lo promocional. Pero al consumidor no le vale cualquier oferta”, incide.

Y es que se aprecia un auge en la demanda de alimentos “con un valor añadido, aunque estos cuesten algo más. Incluso puede primar lo emocional a la hora de comprar”, sostiene Bonmatí. Por eso, “la innovación pasa a ser más importante que nunca, si se quiere estar cerca de los deseos y hábitos del cliente”, opina. Y no solo en lo que respecta al avance tecnológico, también con los dos puntales esenciales que suponen la automatización, por agilizar y ajustar costes de suministro, y la inteligencia artificial, que ayuda a optimizar las rutas de transporte y resulta crucial tanto en temas de seguridad alimentaria (sistemas de monitoreo que minimizan la insalubridad) como en materia de desperdicio alimentario.

shorrocks (Getty Images)

Sobre las preferencias de consumo, Bonmatí también considera reseñables la apuesta por productos saludables y los de conveniencia (de ensamblaje y preparación fácil). Otra tendencia que ha ido a más es “el downtrading, que ante artículos con la misma función prima al de menor precio; por ejemplo, más venta de pollo que de ternera”, indica Ignacio García Magarzo, director de Asedas.

Todo este nuevo paisaje agroalimentario responde a un cambio de paradigma. “La alimentación del futuro debe ir de la mano de lo sostenible para seguir siendo competitivos y mantener la diversidad. Hablamos de un sector económico, pero también muy social; trabaja por los intereses de la sociedad”, manifiesta Mauricio García de Quevedo, director de la Federación de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB), quien reconoce que hay “ilusión con la estrategia puesta en marcha por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación”. Entre las dificultades, coincide con Bonmatí al señalar el problema del exceso de regulación y la exigencia normativa a la que debe hacer frente esta industria. “Habría que hacer más fácil la adaptación de medidas trascendentes como todas las relativas al reciclaje de envases. La economía circular debe regir nuestra actividad”, comenta el directivo.

Músculo exportador y un 96% de pymes para la revolución que viene

El talante exportador del sector agroalimentario de España es de diez, mientras que, si hablamos de lo relacionado con recursos humanos, no aprueba. “Llevamos 16 años consecutivos con superávit comercial”, subraya Mauricio García de Quevedo, director de FIAB. En concreto, las ventas al exterior han subido hasta los 47.620 millones de euros en 2023, un 3,4% de incremento en valor, aunque en volumen reflejen un descenso del 6,6%. 

Los conflictos internacionales actuales más los episodios de sequía prolongada sufridos han sido las razones de la caída. Lógico, cuando las consecuencias directas se han traducido en mayores costes productivos y también en encarecimiento de la energía y el transporte. 
La Unión Europea es el principal socio comercial de nuestros alimentos y bebidas (58% del total), especialmente aceite de oliva, vino, frutas y hortalizas. Francia, Portugal, Italia y Alemania lideran la clasificación de compradores y aportan 7.207 millones de euros, 5.572 millones, 5.507 millones y 2.985 millones, respectivamente.

En la otra cara de la moneda está “la falta de capacitación laboral y la necesidad de tener empresas más grandes para afrontar la revolución que viene”, destacan en FIAB. Hoy, el 96% son pymes con menos de 50 empleados y predominan las microempresas, cuya plantilla no supera la decena. Las más de 30.260 compañías que componen el sector dan empleo a medio millón de trabajadores. 
Cada vez más, los temas de salud pública y su impacto ambiental ponen en cuestión el modelo actual de producción, por lo que la agroecología, la pesca sostenible y la agricultura sostenible se van imponiendo.

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