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Salvar al ingeniero Rey (incluso de sí mismo)

Capítulo XXXIII

Esto se acabó. Es cuanto por ahora podemos decir de las personas que parecen buenas y no lo son.

FIN DE DOÑA PERFECTA

Benito Pérez Galdós

Madrid, abril de 1876

Brevísimo capítulo final, de apenas dos líneas, de la novela de Benito Pérez Galdós Doña Perfecta, que a pesar de su concisión, puede ser el mejor resumen de todo lo que acontece en la obra.

La elección de los nombres de los personajes de las obras de Galdós, siempre es muy compleja[1]. El equívoco entre los nombres de los lugares y la realidad es motivo de sarcasmo por parte de Pepe Rey nada más empezar la obra (Capitulo II):

¡Cómo abundan los nombres poéticos en estos sitios tan feos! […]¿Eso que tenemos delante es el Cerrillo de los Lirios? ¿Pero dónde están esos lirios, hombre de Dios? Yo no veo más que piedras y hierba descolorida. Llamen a eso el Cerrillo de la Desolación y hablarán a derechas. Exceptuando Villahorrenda, que parece ha recibido al mismo tiempo el nombre y la hechura, todo aquí es ironía. Palabras hermosas realidad prosaica y miserable. Los ciegos serían felices en este país, que para la lengua es paraíso y para los ojos infierno.”

Lo que quizás nos anticipa es que Doña Perfecta no va a ser tan perfecta y Don Inocencio no tan inocente. Son los equívocos de la realidad, que esconden otras intenciones distintas a las que previamente anuncian.

Galdós con ésta novela social, quiso hacer una metáfora de la España (la imaginaria ciudad de Orbajosa) de su tiempo: localista, encerrada en sí misma, supersticiosa, atrasada social y tecnológicamente. Anticipa el fuerte anhelo reformista de un joven escritor que había visto como el proyecto liberal, que pretendía modernizar la España de su época (representado en la obra por el ingeniero Pepe Rey) fracasaba ante las fuerzas reaccionarias del establishment (Doña Perfecta y el cura Inocencio). Anticipa el anhelo de regeneración de nuestra vida política y social que caracterizó la literatura y la política veinte años más tarde, cuando el desastre del 98 puso en evidencia la inviabilidad del modelo de Doña Perfecta/Don Inocencio.

Doña Perfecta es una obra de lucha: Galdós concibió siempre su quehacer literario como una intervención en la realidad.

La obra comienza con la llegada al pueblo de Pepe Rey para cumplir el deseo de su padre y de Doña Perfecta de que sus hijos se casaran. El ingeniero Pepe Rey quiere conocer a Rosarito, la hija de Doña Perfecta, y en su caso, confirmar la celebración de la boda. Doña Perfecta esta ilusionada con la llegada de Pepe Rey pero, a medida que avanza la obra, se opondrá a la boda. Luego descubriremos que el cura Inocencio en realidad nunca estuvo de acuerdo con el enlace. Tenía otros planes para Rosarito. Sin embargo, esta y Pepe Rey se enamoran desde el primer momento.

Si bien en un principio, podemos encarnarnos en los anhelos de Pepe Rey (portador de valores ilustrados contrapuestos al dogma de los habitantes de Orbajosa) a medida que progresa la acción de la obra y aumenta el enfrentamiento entre Pepe Rey y Doña Perfecta/Inocencio no logramos distinguir entre quienes son víctimas y culpables (véase el Capítulo XXVIII. De Pepe Rey a Don Juan Rey). Pero a diferencia de los orbajonenses, Pepe Rey adquiere, en alguna manera, cierta grandeza en la obra ya que aprende a ver. No se engaña con la idea de que su comportamiento pueda justificarse y sabe que su padre nunca lo justificará. Al entender su situación, consigue la humildad que le permite aceptar la completa responsabilidad de sus acciones. Los de Orbajosa continuaran con su ceguera y por eso, aunque parecen ganar, en realidad pierden.

Como es fácil imaginar, Pepe Rey no debía ser una amenaza para los habitantes de Orbajosa, si éstos hubieran comprendido que realmente la intención del intruso no era más que poner los adelantos de la época al alcance de todos[2]. Con todo, en un pueblo hundido en lo más profundo de las tradiciones, el ingeniero de la Madrid se encuentra con un terreno estéril y opuesto al progreso. Orbajosa se dibuja así como un sitio ligado a la continuidad monótona de sus acciones cotidianas, con unos habitantes conformistas y obstinados en reprochar las ideas de fuera (de la modernidad). Los habitantes de Orbajosa se sentían ligados a su terruño y a sus formas tradicionales y no veían con buenos ojos que un forastero (venido además de un lugar que consideran hostil) tratara de cambiar su modo de vida, que aunque supieran que no fuera el más satisfactorio, no contemplaba ni la más remota posibilidad de cambio.

Orbajosa, bajo la influencia de Doña Perfecta y la complicidad del cura Inocencio, se resiste al cambio que representa Pepe Rey. Por ignorancia o necedad, por miedo o intransigencia, el resto del pueblo los secunda. Parte de ésta cobardía puede haber desaparecido en cuanto el desenlace de la obra no acaba tampoco provocando los resultados que ellos esperaban. En el capítulo XXVII María Remedios (sobrina de Don Inocencio) cambia totalmente de parecer en cuanto sabe que, a pesar que la anulación de la boda (por la oposición de Doña Perfecta y la labor de obstáculo de su tío) entre Pepe Rey con Rosarito, ésta última no contraerá matrimonio con su hijo, verdadero objetivo del sacerdote y por el cual ella aguantaba ésta situación de sumisión encubierta.

Pero de repente transformóse el rostro de aquella mujer,[…] levantóse del asiento, y no como una mujer, sino como una arpía, gritó de este modo:

—¡Yo me voy de aquí, yo me voy con mi hijo!... Nos iremos a Madrid; no quiero que mi hijo se pudra en este poblachón. Estoy cansada de ver que mi hijo, al amparo de la sotana, no es ni será nunca nada. ¿Lo oye usted, señor tío? ¡Mi hijo y yo nos vamos! ¡Usted no nos verá nunca más, nunca más; pero nunca más!

A través de las cartas de Don Cayetano Polentinos (cuñado de Doña Perfecta) al padre de Pepe Rey en Madrid conocemos el final trágico de los principales personajes. Nada queda igual, todos pierden. En una de ellas Don Cayetano le anuncia que María Remedios y su hijo emigrarán a Madrid en busca de un futuro mejor y le pide ayuda para que puedan establecerse en la antigua metrópolis hostil.

María Remedios y su hijo van ser los grandes perdedores de la obra. Esperando que la sumisión les depare algún beneficio se encuentran que ésta no les ha reportado más que pobreza, una enorme pérdida de tiempo y, encima ahora, la emigración. Es el destino de unas clases medias que no advertirá a tiempo la ventaja de la modernización y pretenden continuar amparándose en la estructura arcaica en la que están acostumbrados a vivir.

Pero no acaba todo aquí, el fracaso de la boda entre Pepe Rey y Rosarito acaba siendo también el fracaso del “status quo”. Oponerse a la modernización no evitará la quiebra del modelo arcaico actual, solo, y en el mejor de los casos, la pospondrá.

Desde el día 11 de octubre se representa en el teatro María Guerrero de Madrid la versión teatral de la novela adaptada por el propio autor y estrenada en Madrid 1896. Puede ser un buen momento para descubrir la obra y aprender algo sobre lo que puede estar volviendo a suceder. Pude serle útil verla con este esquema que a continuación le apunto:

NOTAS:

[1] Pepe Rey se llamó originariamente Pepe Novo; es decir el hombre nuevo. El apellido de Novo persiste, como en el caso de Tío Tardio (luego trasnformado en Tio Licurgo), durante muchas páginas en el manuscrito original, siempre tachado con el nuevo nombre añadido encima. No hay ningún titubeo con respecto al nombre de Doña Perfecta ni con el título de la novela que, desde el principio aparece escrito en la cabecera de la primera versión manuscrita.

[2] Sobre éste tema véase también el post de éste mismo blog titulado “Sapere Aude o la razón no se impone por la fuerza”.

[3] A pesar de tener el mismo apellido, no tienen relaciones de parentesco. Otro de los equívocos galdosianos a los cuales era aficionado.

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