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¿Rescatar a la CAM o dejarla caer?

Si la administración optó por rescatar entidades como CajaSur o Caja Castilla La Mancha, a estas alturas de la película no cabía esperar que hubiese optado por liquidar la Caja del Mediterráneo. Sin embargo, cada vez que un banco o caja es intervenido, surge la misma duda: ¿es mejor el rescate o la caída?

En Europa hay experiencias de los dos tipos: la mayor parte de los países ha optado por rescatar a sus entidades, sean grandes o pequeñas. Solamente Islandia (porque no podía) y Dinamarca han liquidado bancos. También lo ha hecho, y a buen ritmo, Estados Unidos.La solución es sencilla: se garantizan los depósitos, se valoran los activos para sacarlos a subasta (tanto créditos como participaciones empresariales, red de oficinas…) y con este dinero se pagan los pasivos, con el descuento que corresponda. Un descuento que en el caso de la CAM sería elevado, toda vez que a Bankia, una vez separados los activos de peor calidad, los inversores le han exigido para cotizar un descuento sobre el valor en libros superior al 70%...

La CAM costará al contribuyente, de momento, 2.800 millones. ¿Es el rescate mejor que la liquidación? En principio, la liquidación es neutral desde el punto de vista del Estado; en la medida en que la venta de los activos sea insuficiente para pagar los pasivos, la carga la suportan los tenedores de estos pasivos, no el contribuyente. Por otra parte, la garantía pública de los bonos de la banca ha sido lo que ha provocado la quiebra técnica del Estado irlandés, finalmente rescatado por la UE.

Pero, además de los costes directos, hay costes indirectos. Si el Estado liquida con descuento los bonos de la CAM, el mercado asumirá que esta política se aplicará al resto de cajas o entidades financieras, cerrando el grifo del dinero a prácticamente todo el sector financiero español. Aunque este grifo ya lleva meses cerrado, para España no es lo mismo que el mercado considere al sector financiero “sujeto por ayudas públicas” que “en proceso de liquidación”. En otras palabras, la cuestión con la CAM, como fue con CajaSur o CCM, o con Grecia, es el tail risk. Aunque el rescate sea costoso e injusto, existe el peligro de que la liquidación de la CAM provoque más problemas en el resto del sector, pues lamentablemente no fue la única caja que cabalgó sobre la ola inmobiliaria. Se puede derramar más y más tinta sobre la gestión de las cajas, la política del Gobierno o la situación de las autonomías, pero el gran problema económico de España es la resaca de una descomunal burbuja inmobiliaria.

Si se liquida la CAM, la entrada de capital privado en NovaCaixaGalicia, Unnim o Caixa Catalunya, con déficit de capital según los test de estrés, sería una harto complicada, salvo que se estableciese un esquema de protección de activos. Que no es sino inyectar capital público. Entonces, en buena lógica, estas tres entidades que suspenden los test de estrés, deberían ser liquidadas también…

Por lo demás, los 2.800 millones inyectados en la CAM son los primeros. El FROB probablemente amortice unas cuotas participativas cuyo valor de mercado es nulo y unas preferentes de similares características. Si el Estado quiere vender la caja en un momento dado, los potenciales inversores exigirán (como hizo BBK con CajaSur), un esquema que garantice posibles pérdidas en los activos. En el caso de CajaSur, el FROB ya ha dado por perdidos los 392 millones garantizados a BBK. El contribuyente saneará la caja, cuyos activos pasarán garantizados al comprador, y los tenedores de bonos se quedarán con el 100%. Si a la CAM se le aplica el mismo esquema (garantizar un deterioro del 7% de los activos), el Estado debería poner garantías de otros 3.380 millones para la CAM, más los 2.800 millones de recapitalización. Se van a dedicar casi 300 a amortizar las cuotas participativas. Y quizá tras la intervención del FROB haya que realizar nuevas provisiones o amortizaciones de activos (hasta ahora, el incentivo que tenía la caja para tomar estas decisiones era nulo)…

Obviamente, si al principio de la crisis las cajas hubiesen tomado medidas para mejorar su solvencia la situación no sería la actual. Pero Gobierno y supervisor enviaron la señal equivocada (el sector es solvente y no hay urgencia por reestructurarlo), y las cajas pasaron más de dos años negociando a cara de perro repartos de poder en aquellos engendros denominados SIP, casi siempre con el objetivo de complacer al gobierno autonómico correspondiente. Algo que a buen seguro no habrían hecho en caso de ver peligrar la existencia misma de la caja, o ante la amenaza de una intervención preventiva.

Pero eso es pasado. Hoy por hoy no hay solución buena. O se pone en riesgo una vez más la estabilidad del sistema o se suelta dinero público a manos llenas para solucionar un problema privado. Intervenida la CAM, el FROB entrará, con algo más o algo menos del 50% del capital, en las tres cajas antes citadas. Mejor antes que después. En este contexto, podría terminar el culebrón de las cajas sin ninguna entidad quebrada, a cambio de un fuerte desembolso de dinero público. Y con la mayor parte de las entidades más pendientes de sanear balance que de dar crédito. Convendría tener en cuenta cómo ha quedado el sector bancario cuando se propone, con cierta alegría, abrazar de nuevo el ladrillo como motor económico.

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