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Para pensar
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Patriotas por Europa, al servicio de Elon Musk

Los tecnoautoritarios están controlando los Estados, redefiniendo las soberanías nacionales, rompiendo la democracia gracias a sus algoritmos de vigilancia

A ver si resulta que Marx tenía razón. Al menos, a la hora de señalar los intereses económicos como motor y explicación de las actitudes y comportamientos políticos en las sociedades capitalistas marcadas por la maximización del beneficio privado. No los ideales, las creencias, los valores, sino el vil metal, por lo que solo los poderosos pueden imponer sus intereses económicos al resto de la sociedad a través del Estado.

Me llevó a pensar todo esto la lectura de unas declaraciones de la diplomática científica española Marga Gual sobre que “hay un desplazamiento histórico del poder político al tecnológico”, entre otras cosas, porque la innovación va más rápido en la ciencia que en la política, por lo que, cada vez más, son las empresas tecnológicas las que van definiendo el futuro de la humanidad. Vayamos por partes.

La Unión Europea es el único de los poderes políticos mundiales que ha optado por regular las nuevas tecnologías exactamente igual que, en una sociedad civilizada, se regula la industria agroalimentaria, la construcción o los riders. En un intento por defender los derechos digitales de los ciudadanos, igual que se defienden los derechos llamémosles analógicos, ha elaborado una Ley de Inteligencia Artificial, el primer marco regulatorio del mundo de dicho fenómeno; aprobó el Reglamento General de Protección de Datos y la Ley de Datos, las más estrictas regulaciones sobre protección de datos personales, considerados como derecho fundamental; o un Reglamento sobre la identidad digital y otro sobre chips, entre otras normas que hacen de la UE la vanguardia de quienes aspiran a enmarcar las nuevas tecnologías bajo unas normas democráticas, evitando los abusos detectados en los otros dos modelos globales de gestión de las nuevas tecnologías: el chino, donde la tecnología se pone bajo el control político del partido comunista, o el americano, donde mandan los beneficios de las empresas tecnológicas, que los obtienen, a menudo, vulnerando el derecho a la intimidad o rompiendo -con base en el control de datos que tienen y el uso de las redes sociales, los bulos, las realidades alternativas y el odio- espacios comunes de convivencia imprescindible para la existencia de la democracia o, simplemente, facilitando nuevos modelos de publicidad selectiva y subliminal que controlan nuestras decisiones cotidianas.

En uso de esas atribuciones, la Unión Europea ha impuesto una multa de 120 millones de euros (el 0,5% de su facturación) a la plataforma X porque sus usos de venta de verificaciones y su política de publicidad vulneran la normativa europea, facilitando desde estafas financieras hasta identidades falsas, pasando por publicidad problemática, sobre todo, en campañas electorales. Esta decisión va en línea, por ejemplo, de la multa de casi 3.000 millones de euros que le impuso a Google por abuso de posición dominante y prácticas anticompetitivas en el mercado de la publicidad, o la que impuso a Amazon por 750 millones por infringir las normas de protección de datos de la UE. Apple y Meta también han sido objeto de sanción europea por abuso de posición dominante, falta de transparencia o/y utilización inadecuada de datos personales.

La mayoría de las empresas afectadas han recurrido las sanciones por el procedimiento reglamentario establecido. Pero el estrafalario Elon Musk ha reaccionado, recordando sin dudas las semanas de poder político absolutista de que disfrutó en la Casa Blanca de la mano de su amigo Trump, pidiendo “la abolición de la UE” para que “la soberanía pueda ser devuelta a los países individuales”, de modo que los Gobiernos nacionales “representen mejor a su gente” y, de paso, al parecer, divididos, sean más débiles ante su poder empresarial y pueda imponer sus intereses sobre los derechos de los europeos que, unidos, son demasiado fuertes para ello.

Todo esto no pasaría de ser una rareza más del personaje si no fuera por tres consideraciones adicionales: primera, el secretario de Estado de EE UU, Marco Rubio ha considerado dicha multa un “ataque a Washington y al pueblo estadounidense” por parte de Gobiernos extranjeros. Ojo. Y deja clara su postura: “Se acabaron los días de censura” a las empresas estadounidenses en internet, que, al parecer, tienen derecho a hacer lo que les dé la gana, sin rendir cuentas ante nadie y por encima de cualquier otro sector económico muy regulado, incluso en USA.

Segunda consideración: en su reciente Estrategia de Seguridad Nacional, la Administración Trump ataca a la Unión Europea de forma inmisericorde. Desde dejar de considerarla un aliado y hacerla pasar a engrosar la lista de “carga estratégica” por su elevada dependencia de USA, sobre todo militar, hasta anticipar un “borrado de la civilización europea” por su excesiva regulación, que le lleva al declive económico, y sus políticas migratorias, que alteran su identidad y caminan hacia lo que algunos llaman “el gran reemplazo”. Y, para terminar, recoge que la política estadounidense debe priorizar “cultivar la resistencia a la trayectoria actual de Europa dentro de las naciones europeas”. Es decir, consagra la injerencia de USA en los asuntos internos de los países europeos. Y, con ello, pasamos a la tercera consideración: el auge de una extrema derecha europea, agrupada bajo el nombre de Patriotas, que, oh, casualidad, defiende poner fin a la Unión Europea y regresar a la Europa de las Naciones. Es decir, una Europa que se pliegue a los nuevos intereses estratégicos americanos y, sobre todo, de sus poderosas empresas tecnológicas.

El mundo se mueve hoy en torno a la información. Así, han surgido empresas tecnológicas que han acumulado una enorme cantidad de poder y de dinero a base de apropiarse de un recurso que no les pertenece, nuestros datos, para construir con base en ellos algoritmos que van condicionando nuestras decisiones, incluso políticas. Por eso, no quieren regulaciones. Los tecnoautoritarios están controlando los Estados, redefiniendo las soberanías nacionales, rompiendo la democracia gracias a sus algoritmos de vigilancia. Su cuenta de resultados por delante de los derechos ciudadanos. Y algunos “patriotas” les hacen de tontos útiles. Allí y aquí.

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