El banquero central debe saber decir que no
Llegará el momento en el que el nuevo presidente de la Fed tendrá que elegir entre hacer su trabajo u obedecer al jefe


Buena parte de la labor de los bancos centrales, en particular en una economía tan financiera como la actual, es el manejo de las expectativas. Tan importante como las propias decisiones, y habitualmente más, es la percepción del futuro. Nada nuevo en una economía de mercado: de la decisión de compra de los consumidores o inversores dependen los patrones de consumo o inversión y, a la postre, el comportamiento de las variables económicas. En este sentido, la independencia de un banco central no tiene tanto que ver con el proceso político (en todas las grandes economías el nombramiento pasa por el poder ejecutivo), sino por el ejercicio del cargo.
Las amenazas de Donald Trump a la independencia de la Reserva Federal no vienen de que sea él quien nombre al relevo de Jerome Powell (fue Trump quien le colocó en la presidencia), sino porque, aparentemente, la Casa Blanca parece no concebir un banco central que piense por sí mismo. Si Powell sigue en el cargo es porque el Tribunal Supremo vetó su despido. Trump ya ha elegido relevo, y el mercado ve como claro favorito a Kevin Hassett. Su cargo actual como asesor presidencial no es óbice para hacer una buena labor (lo ocupaba Ben Bernanke, Nobel de Economía 2022, cuando fue nombrado por George W. Bush en 2006). Sus primeros mensajes apuntan, no obstante, a ser un escudero con fidelidad a prueba de balas: el domingo ya lanzó el mensaje de que el presidente quiere a alguien que mantenga los costes de financiación bajos (objetivo que no está en el mandato de la Reserva Federal).
Tan preocupante o más que el perfil de Hassett son los intentos de Trump por controlar el consejo de la entidad a través del despido (ahora judicializado) de Lisa Cook. Del consejo dependen los nombramientos de los gobernadores regionales y la gestión de la Fed, desde la supervisión de los bancos a las estadísticas o las decisiones de personal o legales. Un banco central hecho a medida de Trump y su particular pensamiento económico añade varias capas de riesgo (Stephen Miran, ahora en la Fed, contempló provocar un default de la deuda estadounidense). La inquietud por la Reserva Federal ya tensó los mercados en primavera, aunque ahora se han adaptado a la nueva normalidad. Los cambios que se avecinan para 2026 serán otra prueba de fuego; llegará el momento en el que su nuevo presidente tendrá que elegir, ante la estrecha vigilancia del mercado, entre hacer su trabajo u obedecer al jefe. La experiencia no deja en buen lugar a los bien mandados.

