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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Nadie se quiere quedar fuera del dinero digital, sea cual sea

Es la propia incertidumbre lo que lleva a los actores a trabajar en varios frentes a la vez

Los caminos de los criptoactivos, los bancos centrales y los sistemas privados de pagos llevan unos pocos años entrelazados, consciente el sector financiero de que muchas de las operaciones monetarias que haremos en nuestro día a día de 2030 nada tendrán que ver con las que hacíamos en 2015. Esta transición, que se antojaba paulatina, ha tornado en una carrera por colocarse al frente de la parrilla de salida. El detonante ha sido un elemento exógeno, el auge de las stablecoins (criptoactivos ligados a una moneda tradicional) estadounidenses, que tienen soplando tras sus velas al mismísimo presidente. La explosión de este mercado ha despertado recelos en el BCE ante el riesgo de que los europeos usen monedas que nada tengan que ver con el euro (de hecho, la autoridad monetaria trabaja en el euro digital desde que Facebook propusiera Libra, la stablecoin primigenia). El giro geopolítico de EE UU también ha puesto en alerta a un continente consciente de que los sistemas de pagos europeos dependan de empresas estadounidenses.

La solución del euro digital ha espoleado asimismo las propuestas de los bancos relacionadas con los pagos. En España, Bizum demuestra cómo no es necesario importar soluciones tecnológicas de EE UU para que sean aceptadas de forma masiva, si se desarrollan bien. Plataformas de pagos similares, con el aval de los bancos, están planteando sistemas a nivel europeo.

Ello no es óbice, tampoco, para que los departamentos tecnológicos de los bancos (y de las autoridades financieras) trabajen de forma paralela en aspectos como la tokenización del dinero tradicional. Y, si una pieza faltaba en el puzle, era la versión europea de las stablecoins. Las divisas estables vinculadas al dólar suponen más del 99% del total tanto en valor de mercado como en volumen de movimientos. La alianza de CaixaBank con otras ocho entidades dará pie, ya en 2026, a una stablecoin europea con el respaldo de los grandes bancos (en EE UU las empresas cripto han tomado la delantera a Wall Street).

No sabemos si en el futuro usaremos dinero tradicional con propiedades cripto, dinero cripto con la estabilidad del tradicional, euros digitales o una versión muy avanzada de los que usamos día a día. O una mezcla de todo un poco. La profliferación de iniciativas no es una paradoja ni un sinsentido; es la propia incertidumbre sobre cuál será la próxima configuración de la arquitectura de los pagos en Europ lo que lleva a los actores a trabajar en varios frentes a la vez. Nadie quiere ser el que se queda fuera.

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