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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El callejón político y fiscal de Francia tiene pocas salidas

La opción en apariencia menos mala para el país es que Bayrou gane tiempo con alguna cesión a los socialistas

CINCO DÍAS

Francia se ha convertido en el eslabón débil de la zona euro. Su estancamiento político y económico, que está afectando a la rentabilidad de su deuda soberana hasta el punto de colocar la prima de riesgo a un paso de la italiana, vive un nuevo episodio con la moción de confianza anunciada para septiembre por su primer ministro, François Bayrou. Ahora mismo las quinielas apuestan a que no superará el examen, lo que aboca a Emmanuel Macron, a nombrar otro líder débil (Bayrou sustituyó a Barnier a finales de 2024) o a convocar elecciones legislativas.

El innecesario adelanto de los comicios hace un año, una huida hacia adelante tras el revés de las elecciones europeas, dio lugar a un Parlamento muy dividido y con una mayoría imposible para aprobar las reformas propuestas desde el Elíseo y pactadas con Bruselas. Francia, como muchos otros endeudados países occidentales, es incapaz de abordar un antipático recorte del gasto público que, a tenor de los números, parece más urgente en el caso de la república.

Tanto extrema izquierda como extrema derecha han mostrado su total oposición a las medidas, pero tampoco los socialistas –que han sostenido hasta ahora al centrista Bayrou– quieren sumarse a los recortes en sanidad, empleo público o días festivos. En el mejor de los escenarios, para sacar adelante sus presupuestos el primer ministro tendría que suavizar los recortes. Los inversores no ven una salida fácil y están castigando a los bonos del país: como suelen apuntar los analistas, una cosa es el endeudamiento y otra, la senda de déficit. En este sentido, las perspectivas francesas son especialmente inquietantes.

La imposibilidad para sacar adelante unos presupuestos condiciona asimismo los esfuerzos para aumentar el gasto en defensa, destinados a cumplir con las exigencias de la OTAN y a reforzar las capacidades europeas. La fragilidad del Ejecutivo de uno de los dos grandes países de la UE es otra grieta más en la capacidad de esta para afrontar otros retos cruciales, como la guerra comercial o la propia arquitectura de la Unión.

Convocar elecciones, a decir de las encuestas, tampoco resolvería el problema creado de la misma forma por Macron. El sistema a doble vuelta ha impedido hasta ahora una presidencia o un Gobierno de los extremos, pero repetir comicios sería terreno inexplorado. La opción en apariencia menos mala para el país es que Bayrou gane tiempo con alguna cesión a los socialistas, mientras encuentra la manera para convencer a los franceses de que la tijera es inapelable, y mejor en sus manos que en las de otros.

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