Gestores ‘quality growth’: misma exigencia, menos fe ciega, más lectura del ciclo
Algunos están ampliando su radar hacia áreas con viento de cola estructural, pero aún no saturadas

Durante más de una década, invertir en compañías con altos retornos sobre el capital, balances sólidos, márgenes elevados, bajo o cero endeudamiento y ventajas competitivas duraderas fue casi garantía de éxito. Bajo el paraguas de quality growth, un puñado de fondos icónicos acumuló rentabilidades superiores y una base leal de inversores.
Pero, desde 2022, ese guion parece haber cambiado. ¿Significa esto que el enfoque que tanto dio que hablar está ya obsoleto? No lo creo. Pero sí que exige una lectura distinta del entorno y una actitud más dinámica por parte de los gestores.
En los últimos tres años, varios fondos emblemáticos de esta filosofía han quedado por detrás del MSCI World. Vivimos desde 2022 en un entorno de inflación persistente, tipos de interés elevados y un entorno geopolítico volátil que han mermado al consumidor. El bajo rendimiento de los fondos tradicionales de quality growth desde ese punto de inflexión ha puesto a prueba la paciencia de los inversores en estos fondos. Muchos se han refugiado en productos pasivos o han optado por diversificar hacia estrategias más amplias. Sin embargo, hay una nueva generación de gestores que demuestra que el quality growth sigue vivo, aunque con otros códigos.
Estos otros gestores no cuestionan la validez del análisis fundamental, ni abandonan su exigencia de calidad. Pero sí entienden que ya no basta con comprar y mantener las supuestas mejores empresas del mundo. Las valoraciones importan. La dirección de los beneficios importa. Y sobre todo, el momento del ciclo importa.
Lo que marca la diferencia hoy es la capacidad de adaptar la cartera a los nuevos vientos de mercado. Donde antes bastaba con identificar negocios sólidos y esperar, ahora es clave saber cuándo rotar posiciones. Hay compañías que brillaron con los tipos a cero, pero que ahora afrontan vientos de cara. Y hay otras que, en sectores menos saturados, empiezan a ofrecer una mejor combinación de crecimiento, rentabilidad y precio.
Esta aproximación más activa –sin caer en el cortoplacismo ni en la especulación– recuerda en parte a la mentalidad de los hedge funds: cuestionar continuamente el coste de oportunidad de cada posición, reevaluar las tesis de inversión cada trimestre y no aferrarse a nombres por nostalgia o prestigio pasado. En este marco, conceptos como revisión de beneficios, rendimiento de caja libre ajustado o rotación sectorial se vuelven centrales.
Frente a carteras diversificadas que replican al índice con otro envoltorio, este enfoque pone el foco en la concentración y la convicción. En lugar de diluir el impacto de las mejores ideas, estos gestores apuestan por carteras reducidas, muchas veces con menos de 30 valores y con un top 10 que concentra más del 60% del capital. Esta concentración obliga a una vigilancia constante, pero también permite moverse con rapidez cuando cambian las condiciones del mercado. El resultado no es solo una cartera distinta, sino una filosofía distinta: cada posición está viva, compite por su espacio y debe justificar su presencia no solo frente al índice, sino frente a lo mejor del universo invertible.
En lugar de limitarse a los sospechosos habituales del crecimiento secular –el eterno núcleo de tecnológicas y consumo discrecional–, algunos gestores están ampliando su radar hacia áreas con viento de cola estructural, pero aún no saturadas. Entre ellas destacan la defensa europea (en plena reconfiguración geopolítica), las empresas de infraestructura necesaria para la inteligencia artificial, el juego online en EE UU, o incluso el tabaco sin combustión, con modelos de negocio en plena transformación.
También hay espacio para las compañías de crecimiento estable –como las ubicuas empresas de pagos electrónicos o automatización industrial–, pero siempre con un ojo puesto en la valoración. Aquí, el enfoque no es comprar a cualquier precio, sino entrar cuando el mercado ofrece una oportunidad razonable y salir cuando el activo se encarece. Se trata de evitar caer en la complacencia de mantener compañías excelentes pero sobrevaloradas, una trampa frecuente en muchas estrategias quality growth tradicionales.
Y no deben faltar ideas de crecimiento en recuperación: el lujo o la biotecnología, sectores que tras correcciones severas presentan valoraciones mucho más sensatas, con la posibilidad de beneficiarse de catalizadores de medio plazo. Lo importante no es solo detectar estas diferentes áreas de crecimiento, sino ejecutar con disciplina.
Algunos de estos gestores rehúyen las narrativas del mercado y construyen sus propias previsiones a tres o cinco años, comparándolas con el consenso para detectar oportunidades de revisión al alza. La clave está en anticipar el cambio antes de que lo descuente el mercado.
Por último, destaca el uso de un único criterio de valoración: la generación futura de caja libre, cuidadosamente ajustada por deuda neta y dilución vía stock options. Frente a múltiplos más estáticos como el PER, esta métrica permite aislar el verdadero poder económico de la compañía, capturando no solo su capacidad de crecer, sino también de convertir ese crecimiento en rentabilidad tangible para el accionista. En un entorno donde la eficiencia en la asignación de capital vuelve a estar en el centro del tablero, este enfoque aporta una brújula más precisa para navegar entre promesas y realidades.
La ventaja de esta visión es doble: permite comparar compañías de sectores distintos bajo un mismo criterio económico, y elimina muchas de las distorsiones contables o narrativas que suelen empañar la verdadera rentabilidad de un negocio.
El mensaje para el inversor es claro: el quality growth no está muerto, pero ha evolucionado. Ya no es un refugio pasivo, sino un enfoque que requiere manos expertas, pensamiento crítico y capacidad de anticipación. Renunciar a él por su reciente bajo rendimiento sería prematuro. Lo que sí conviene es exigir a los gestores una actitud proactiva, ágil y con visión estratégica.
En un mundo donde el alfa es cada vez más escaso, aún hay quienes lo persiguen con disciplina, criterio y flexibilidad. Y eso, en un entorno dominado cada vez más por la indexación, es más necesario que nunca.
Nicholas Burdett es CFA, miembro de CFA Society Spain, y director comercial de Blue Whale Growth Fund

